sábado 3 Noviembre 2018 : Commentary San Francisco de Sales

10:46 a.m.


La humildad no consiste sólo en desconfiar de nosotros mismos, sino también de confiarnos a Dios; desconfiar de nosotros y de nuestras propias fuerzas produce la confianza en Dios, y de esta confianza nace la generosidad de espíritu. La santísima Virgen, nuestra Señora, nos ha dado un remarcable ejemplo al pronunciar estas palabras: «he aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). Al decir que es la esclava del Señor hace el acto de humildad más grande que jamás se pueda hacer, de tal manera que ante las alabanzas que le dice el ángel – que será madre de Dios, que el niño que saldrá de su seno será llamado Hijo del Altísimo, una gran dignidad que jamás se haya podido imaginar- ella contrapone a todas estas alabanzas y grandezas su bajeza e indignidad diciendo que es la esclava del Señor. Pero notemos que después de haber hecho este acto de humildad, inmediatamente practica una generosidad muy grande, diciendo: «Hágase en mí según tu palabra». Es verdad, ella quería decir, que no soy, de ninguna manera, capaz de esta gracia teniendo en cuenta de lo que soy por mí misma, pero en tanto que lo que en mí hay de bueno es de Dios y lo que tú me dices es su santísima voluntad, creo que esto se puede hacer y se hará; y sin dudar en absoluto, dice: «Hágase en mí según tu palabra».
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