05/03/16

8:38 p.m.

Del santo Evangelio según san Juan 3, 13-17
En aquel tiempo Jesús dijo a Nicodemo: Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga por Él vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él.

Oración introductoria
Señor Jesús, hoy que se celebra la Santa Cruz, en algunos países, quiero agradecerte el que hayas aceptado el anonadarte a Ti mismo para venir a salvarme. Que nunca me acostumbre o sea indiferente ante tu sacrificio en la cruz. Concédeme que en esta oración pueda percibir un poco más tu amor, vivo y verdadero, para buscar, con tu gracia, corresponderte.

Petición
Jesucristo, dame tu gracia para cargar mi cruz con amor y paciencia, contemplándote siempre a Ti, que vas mostrándome el camino que debo seguir.

Meditación del Papa Benedicto XVI
Dios se ha mostrado verdaderamente, se ha hecho accesible, ha amado tanto al mundo que -nos ha dado a su hijo Unigénito, para que quien cree en Él no se pierda sino que tenga vida eterna-, y en el supremo acto de amor de la cruz, sumergiéndose en el abismo de la muerte, la ha vencido, ha resucitado y nos ha abierto también a nosotros las puertas de la eternidad. Cristo nos sostiene a través de la noche de la muerte que Él mismo ha atravesado; es el buen Pastor, bajo cuya guía nos podemos confiar sin temor, ya que Él conoce bien el camino, ha atravesado también la oscuridad. (...) Se nos invita, una vez más, a renovar con valor y con fuerza nuestra fe en la vida eterna, es más, a vivir con esta gran esperanza y a dar testimonio de ella al mundo: después del presente no está la nada. Y precisamente, la fe en la vida eterna da al cristiano el valor para amar aún más intensamente esta tierra nuestra y trabajar para construirle un futuro, para darle una esperanza verdadera y segura. Benedicto XVI, 2 de noviembre de 2011.
La oración, expresión de apertura y de confianza en el Señor: es el encuentro personal con Él, que acorta las distancias creadas por el pecado. Rezar significa decir: “no soy autosuficiente, te necesito, Tú eres mi vida y mi salvación”. (Homilía de S.S. Francisco, 10 de febrero de 2016).

Reflexión
Hoy celebramos la fiesta de la Cruz, símbolo del cristiano. En este diálogo entre Jesús y Nicodemo se anuncia de una manera oculta el momento supremo de la vida de nuestro Salvador: la crucifixión.

La cruz no es sólo un símbolo material, sino la guía de nuestra vida.

Dios en su gran amor, viendo la necesidad que tenía el mundo de ser salvado, no dudó en entregar a su propio Hijo para su salvación. Las circunstancias históricas concurrieron para que la redención se realizara por medio de la cruz. A partir de este acontecimiento la cruz se ha convertido en señal de salvación para todo el que cree que Jesús es el redentor del hombre.

A pesar de que Jesús se puso el primero en el padecer no nos resulta fácil asumir la realidad de la cruz y todos la esquivamos de la mejor manera posible. Pero si ser cristiano es seguir al crucificado, ¿por qué rehusamos seguir sus huellas? Sólo desde el amor se entiende esta entrega, y sólo el amor hace posible convertir en alegría las mayores angustias de la vida. Es cuestión de amor, y cuando algo nos cuesta mucho es señal de que el termómetro del amor marca baja temperatura.

Propósito
Participar en una hora eucarística o hacer un acto de adoración a la Santa Cruz.

Diálogo con Cristo
Señor Jesús, que por nuestro amor entregaste tu vida en la cruz, te pedimos acrecientes en nosotros el amor para que podamos asumir con prontitud de ánimo los sufrimientos de la vida.

Conoce más acerca de la Fiesta de la Santa Cruz.

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Treinta días de oración a la Reina del Cielo. A lo largo del mes de mayo, tengamos a María presente en nuestro corazón y en nuestros hogares, entregándole un ramo de Rosas de oración.

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11:34 a.m.
Los que acompañaban a Pablo lo condujeron hasta Atenas, y luego volvieron con la orden de que Silas y Timoteo se reunieran con él lo más pronto posible. Pablo, de pie, en medio del Aréopago, dijo: Atenienses, veo que ustedes son, desde todo punto de vista, los más religiosos de todos los hombres. En efecto, mientras me paseaba mirando los monumentos sagrados que ustedes tienen, encontré entre otras cosas un altar con esta inscripción: 'Al dios desconocido'. Ahora, yo vengo a anunciarles eso que ustedes adoran sin conocer. El Dios que ha hecho el mundo y todo lo que hay en él no habita en templos hechos por manos de hombre, porque es el Señor del cielo y de la tierra. Tampoco puede ser servido por manos humanas como si tuviera necesidad de algo, ya que él da a todos la vida, el aliento y todas las cosas. El hizo salir de un solo principio a todo el género humano para que habite sobre toda la tierra, y señaló de antemano a cada pueblo sus épocas y sus fronteras, para que ellos busquen a Dios, aunque sea a tientas, y puedan encontrarlo. Porque en realidad, él no está lejos de cada uno de nosotros. En efecto, en él vivimos, nos movemos y existimos, como muy bien lo dijeron algunos poetas de ustedes: 'Nosotros somos también de su raza'. Y si nosotros somos de la raza de Dios, no debemos creer que la divinidad es semejante al oro, la plata o la piedra, trabajados por el arte y el genio del hombre. Pero ha llegado el momento en que Dios, pasando por alto el tiempo de la ignorancia, manda a todos los hombres, en todas partes, que se arrepientan. Porque él ha establecido un día para juzgar al universo con justicia, por medio de un Hombre que él ha destinado y acreditado delante de todos, haciéndolo resucitar de entre los muertos". Al oír las palabras "resurrección de los muertos", unos se burlaban y otros decían: "Otro día te oiremos hablar sobre esto". Así fue cómo Pablo se alejó de ellos. Sin embargo, algunos lo siguieron y abrazaron la fe. Entre ellos, estaban Dionisio el Areopagita, una mujer llamada Dámaris y algunos otros. Después de esto, Pablo dejó Atenas y fue a Corinto.

11:34 a.m.
¡Aleluya! Alaben al Señor desde el cielo, alábenlo en las alturas; alábenlo, todos sus ángeles, alábenlo, todos sus ejércitos. Los reyes de la tierra y todas las naciones, los príncipes y los gobernantes de la tierra; los ancianos, los jóvenes y los niños. y él exalta la fuerza de su pueblo. ¡A él, la alabanza de todos sus fieles, y de Israel, el pueblo de sus amigos! ¡Aleluya!

11:34 a.m.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora. Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo. El me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes. Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: 'Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes'."

11:34 a.m.
El Espíritu Santo, el Paráclito, el Defensor, es aquel que el Padre y el Hijo envían al alma de los justos como un aliento de vida. Por él que somos santificados y merecemos ser santos. El aliento humano es la vida del cuerpo; el aliento divino es la vida de los espíritus. El aliento humano nos hace sensibles; el aliento divino nos hace santos. Este Espíritu es Santo, porque sin él ningún espíritu, ni angélico ni humano, puede ser santo. “El Padre, dice Jesús, os lo enviará en mi nombre” (Jn 14,26), es decir, en mi gloria, para manifestar mi gloria; y también, porque él tiene el mismo nombre que el Hijo: es Dios. “Me glorificará” porque os convertirá en espirituales, y os hará comprender que el Hijo es igual al Padre y no sólo hombre como vosotros lo veis, y porque os quitará vuestro temor y os hará anunciar mi gloria al mundo entero. Por eso, mi gloria, es la salvación de los hombres. “Os enseñará todas las cosas”. “Hijos de Sión, dice el profeta Joel, alegraos, porque el Señor vuestro Dios os ha dado a aquel que enseña la justicia (2,23 Vulg), que os enseñará todo lo que se refiere a la salvación.

1:33 a.m.
"Ven Espíritu Creador, manda tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido; luz que penetra las almas; fuente del mayor consuelo. Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego...". (De un himno al Espíritu Santo).

Petición
Espíritu Santo, inspírame lo que debo pensar, lo que debo decir, lo que debo callar, lo que debo escribir, lo que debo hacer, cómo debo obrar para procurar el bien de los hombres. Amén

Meditación del Papa Francisco

El Espíritu Santo, entonces, como promete Jesús, nos guía "en toda la verdad"; nos lleva no solo al encuentro con Jesús, plenitud de la Verdad, sino que nos guía "en" la Verdad, es decir, nos hace entrar en una comunión siempre más profunda con Jesús, dándonos la inteligencia de las cosas de Dios. Y esta no la podemos alcanzar con nuestras fuerzas. Si Dios no nos ilumina interiormente, nuestro ser cristianos será superficial. La Tradición de la Iglesia afirma que el Espíritu de la verdad actúa en nuestros corazones, suscitando aquel "sentido de la fe" (sensus fidei), a través del cual, como afirma el Concilio Vaticano II, el Pueblo de Dios, bajo la guía del Magisterio, indefectiblemente se adhiere a la fe transmitida, la profundiza con un juicio recto y la aplica más plenamente en la vida. Probemos a preguntarnos: ¿estoy abierto a la acción del Espíritu Santo, le pido para que me ilumine, y me haga más sensible a las cosas de Dios?

Esta es una oración que tenemos que rezar todos los días: Espíritu Santo, haz que mi corazón esté abierto a la Palabra de Dios, que mi corazón esté abierto al bien, que mi corazón esté abierto a la belleza de Dios, todos los días. Me gustaría hacerles una pregunta a todos ustedes: ¿Cuántos de ustedes rezan cada día al Espíritu Santo?» (Homilía de S.S. Francisco, 15 de mayo de 2013
Pidan al Señor la gracia de recibir el Espíritu Santo que nos hará recordar las cosas de Jesús, que nos guiará a toda la verdad y nos preparará cada día para dar testimonio, para dar este pequeño martirio de cada día o un gran martirio, según la voluntad del Señor. (Homilía de S.S. Francisco, 11 de mayo de 2015).

Reflexión
Es el Espíritu Santo quien cuida para que nuestra "fe no tropiece" y, al mismo tiempo, es el "consuelo" en nuestras caídas y dificultades. No nos tiene que resultar extraña una relación personal con el Espíritu Santo, pues es la tercera persona de Santísima Trinidad. Es Él quien nos lleva a dar un verdadero testimonio de nuestra fe, pues Él nos muestra a Cristo ("Él dará testimonio de mí") y nos lleva a testimoniarlo a todos los que están a nuestro alrededor ("y ustedes también darán testimonio").

Propósito
Para dar espacio al Espíritu Santo en mi alma, intentaré leer algún pasaje de la Sagrada Escritura o algunas páginas de un libro espiritual para nutrir mi fe.

Diálogo con Cristo
Jesús, quiero agradecerte por el don del Espíritu Santo. Tú sabes cuántas veces mi alma está cansada y agobiada de las preocupaciones y atareos de mi vida. Es en esos momentos cuando más necesito al "Consolador". Dispón mi alma para que siempre esté pronto a escucharle y a seguir lo que me pide. Amén

El Espíritu es el don que Jesús pidió y pide continuamente al Padre para sus amigos; el primer y principal don que nos ha obtenido con su Resurrección y Ascensión al cielo. Bendedicto XVI, 23 de mayo de 2010

Preguntas o comentarios al autor  Felipe de Jesús Rodríguez

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1:33 a.m.

Por: P . Sergio Córdova LC | Fuente: Catholic.net

Del santo Evangelio según san Juan 14, 23 - 29
Jesús le respondió: "Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él. El que no me ama no guarda mis palabras.Y la palabra que escucháis no es mía, sino del Padre que me ha enviado. Os he dicho estas cosas estando entre vosotros. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho. Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Habéis oído que os he dicho: "Me voy y volveré a vosotros. "Si me amarais, os alegraríais de que me fuera al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Y os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis.

Oración introductoria
Señor, creo en tu Palabra, envía a tu Espíritu Consolador a guiar mi oración. Necesito de tu gracia para salir de mi mediocridad, mi cobardía y mi egoísmo, que endurecen mi corazón y me hacen perder la paz.

Petición
Jesús, ¡ven y haz en mí tu morada! Concédeme escuchar tu voz en el silencio de mi conciencia.

Meditación del Papa Benedicto XVI
En toda la historia de la salvación, en la que Dios se ha hecho cercano a nosotros y espera pacientemente nuestros tiempos, incluyendo nuestras infidelidades, alienta nuestros esfuerzos y nos guía. En la oración aprendemos a ver los signos de este plan misericordioso en el camino de la Iglesia. Así, crecemos en el amor de Dios, abriendo la puerta a fin de que la Santísima Trinidad venga a morar en nosotros, ilumine, caliente, guíe nuestra existencia. "Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él", dice Jesús, prometiendo a sus discípulos el don del Espíritu Santo, que enseñará todo. San Ireneo dijo una vez que en la Encarnación el Espíritu Santo se ha habituado a estar en el hombre. En la oración, nosotros debemos habituarnos a estar con Dios. Esto es muy importante, que aprendamos a estar con Dios, y así veremos lo hermoso que es estar con Él, que es la redención. (Benedicto XVI, 20 de junio de 2012).

Siempre existe la tentación de la desobediencia, que se manifiesta en el deseo de organizar nuestra vida al margen de la voluntad de Dios. Esta es la enemistad que insidia continuamente la vida de los hombres para oponerlos al diseño de Dios. (Homilía de S.S. Francisco, 8 de diciembre  de 2015).

Reflexión
Las despedidas son, por lo general, tristes y dolorosas. A todos nos hacen sufrir porque sentimos una honda y extraña división interior. Una parte de nuestro ser se queda allí, en esa tierra de la que partimos, con nuestros amigos y seres queridos; y la otra se viene con nosotros, pero con el corazón lleno de recuerdos, de las alegrías y bellos momentos que compartimos juntos, de nostalgias.. y tal vez también de dolor y de lágrimas.

Santa Teresa de Jesús nos cuenta en el libro de su "Vida" que, el día en que dejó a su padre y la casa paterna para irse al convento, sintió que se le desconyuntaban los huesos y el alma se le partía en dos. ¡Y si eso les pasa a los santos!...

Pero Teresa era una mujer de carne y hueso, y con un corazón muy sensible, igual o mucho más que el nuestro. Los santos no son bichos raros o extraterrestres, sino seres humanos como nosotros.

El mismo Jesús, al hacerse hombre, quiso compartir con nosotros los mismos sentimientos, experiencias y flaquezas de nuestra condición humana. También Él gozó de la dulzura de la amistad, del consuelo del amor y del afecto familiar. También Él sintió el desgarrón de su corazón –sensibilísimo— cuando tuvo que despedirse de su Madre, y dejarla sola, para marcharse de casa a comenzar su vida pública.

Y experimentó también el mismo dolor y pesar al despedirse de sus discípulos, sus amigos íntimos, antes de su pasión. En el capítulo 13 de su evangelio, nos refiere san Juan con incontenible emoción que "antes de la fiesta de la Pascua, viendo Jesús que llegaba su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin" (Jn 13, 1). El "fin" tomado en sentido temporal y en intensidad: "hasta el colmo, hasta el extremo". Así comienza el evangelista la narración de la Última Cena, su despedida.

¿Qué sentimos nosotros cuando estamos en una comida "de despedida"? ¿Cuando, reunida toda la familia y los amigos, al final de la misma tendremos que decir adiós a las personas que nos son más entrañables para marchar lejos, por un tiempo indefinido, y quién sabe hasta cuándo volveremos a verlos, si los vemos? ¿Has tenido alguna experiencia como ésta? Y, ¿qué podríamos decir cuando este adiós es ya para siempre, sin retorno?....

Escuchemos la confidencia íntima que Juan Ramón Jiménez nos ofrece en este poema: “"...Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros/ cantando;/ y se quedará mi huerto, con su verde árbol,/ y con su pozo blanco./ Todas las tardes el cielo será azul y plácido;/ y tocarán, como esta tarde están tocando,/ las campanas del campanario./ Se morirán aquellos que me amaron;/ y el pueblo se hará nuevo cada año;/ y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,/ mi espíritu errará, nostálgico.../ Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol/ verde, sin pozo blanco,/ sin cielo azul y plácido.../ Y se quedarán los pájaros cantando..."

Tal vez nos suene muy nostálico. Pero también esto es una despedida. Al menos, también está compuesta por estos ingredientes, aunque no son los únicos.

Pues bien, en este Evangelio de hoy también se nos habla de una despedida. Las palabras que hemos escuchado están tomadas del discurso de Jesús en la Última Cena. Es cierto que estamos celebrando ya la Pascua de la resurrección del Señor. Sí. Pero también es verdad que pronto se irá el Señor, de modo definitivo, de la vista de los apóstoles, para subir al cielo. Y tendrá que dejarlos, esta vez sí, ya para siempre. ¿Qué palabras tan entrañables, de cariño y de amistad sincera, tendría que decirles? ¿Cuáles serían sus últimos consejos y recomendaciones?...

Nuestro Señor se va. Pero se quedará espiritualmente presente entre los suyos por medio de su amor y de su Eucaristía. No obstante, no le parece suficiente, y quiere darnos todavía más. Ya nos dejó el testamento de su amor divino y de su redención, nos dio toda su Sangre preciosa sobre el altar de la cruz, nos regaló a su Madre santísima en el Calvario, nos dejó su Evangelio, fundó su Iglesia y los sacramentos… ¿Qué más podía regalarnos?

¡Su Espíritu Santificador! El próximo domingo celebraremos la fiesta de la Ascensión. Y el domingo siguiente vendrá el Espíritu Santo el día de Pentecostés. Así nacerá la Iglesia. Será su solemne “inicio” en el tiempo, y durará hasta el fin del mundo. Por eso, nuestro Señor nos prometió el Espíritu Santo, el Espíritu “que procede del Padre y del Hijo” –como rezamos en el Credo— y que es el amor recíproco entre el Padre y el Hijo, el Amor que es persona divina, la tercera Persona de la Trinidad Santísima.

Cristo se irá. Se tiene que ir. Es más, nos asegura que "nos conviene que Él se vaya", porque sólo así podrá venir el Paráclito, el Consolador, "que el Padre enviará en Su nombre. Será Él quien nos lo enseñe todo y nos vaya recordando todo lo que Jesús nos ha dicho". Gracias al Espíritu Santo existe la Iglesia y los sacramentos. Gracias al Santificador tenemos fe, amor y las demás virtudes, porque "la caridad de Dios ha sido derramada en nosotros por el Espíritu Santo que se nos ha dado" (Rom 5, 5).

Cristo se irá. Sí. Pero se quedará para siempre con nosotros. No sólo en la Iglesia y en la Eucaristía. ¡También dentro de nosotros! Así nos lo prometió Él mismo: "El que me ama, guardará mi palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos en él nuestra morada". ¡Qué palabras tan profundamente consoladoras! ¿Existe en alguna parte del universo un amor más grande y más intenso que éste de Dios, que viene incluso a morar dentro de nuestro mismo ser? Tenemos a Dios dentro de nosotros. Entonces, todo está arreglado: ¡adiós soledad, adiós tristeza, adiós lágrimas! ¡Lo tenemos todo! Él está con nosotros, Él nos consuela, Él nos acompaña, Él nos sanará.

Diálogo con Cristo
Señor, gracias por este momento especial en que puedo experimentar tu cercanía, tu amistad sincera y personal. Quiero habituarme a estar contigo y a vivir amándote, así podré transmitir tu Buena Nueva a todas las personas con las que me encuentre hoy, especialmente aquellas que me son más cercanas.

Propósito

Ojalá vivamos esta verdad fundamental y entrañable de nuestra fe cristiana. ¡Éste es el secreto de nuestra verdadera felicidad!

Preguntas o comentarios al autor   P. Sergio Cordova LC

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Treinta días de oración a la Reina del Cielo. A lo largo del mes de mayo, tengamos a María presente en nuestro corazón y en nuestros hogares, entregándole un ramo de Rosas de oración.

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1:33 a.m.

Del santo Evangelio según san Juan 15, 18-21
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero, como no sois del mundo, porque yo al elegiros os he sacado del mundo, por eso os odia el mundo. Acordaos de la palabra que os he dicho: El siervo no es más que su señor. Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros; si han guardado mi Palabra, también la vuestra guardarán. Pero todo esto os lo harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado.

Oración introductoria
Ser un elegido de Cristo, ¿tiene alguna influencia en mi vida? Permite, Señor, que esta oración taladre la dura costra de mi indiferencia. No puedo seguir absorto en la rutina, inmerso en el conformismo, ciego ante las injusticas del mundo. Ayúdame a descubrir en las dificultades una oportunidad para afianzar mi vida en Ti.

Petición
Señor, enséñame a recorrer el camino de la cruz, que es el camino del amor.

Meditación del Papa Francisco

El Hijo del hombre es el que recibe de Dios «poder, honor y reino». Jesús da un nuevo sentido a esta imagen y señala que él tiene el poder en cuanto siervo, el honor en cuanto que se abaja, la autoridad real en cuanto que está disponible al don total de la vida. En efecto, con su pasión y muerte él conquista el último puesto, alcanza su mayor grandeza con el servicio, y la entrega como don a su Iglesia.

Hay una incompatibilidad entre el modo de concebir el poder según los criterios mundanos y el servicio humilde que debería caracterizar a la autoridad según la enseñanza y el ejemplo de Jesús. Incompatibilidad entre las ambiciones, el carrerismo y el seguimiento de Cristo; incompatibilidad entre los honores, el éxito, la fama, los triunfos terrenos y la lógica de Cristo crucificado. (Homilía de S.S. Francisco, 18 de octubre de 2015).

Reflexión
Muchos de nosotros tenemos algunos caracteres que nos identifican como hijos del señor "Y" y la señora "X". Son los rasgos heredados de nuestros padres. Lo que los científicos llaman el patrimonio genético. De ellos heredamos unos ojos oscuros o claros, el color de nuestro cabello, nuestra estatura, y también algo de lo que será nuestro temperamento.

Como cristianos, también heredamos rasgos espirituales de nuestra madre la Iglesia. Lo dice claramente Jesucristo: pertenecemos a algo que va más allá de nuestros pobres horizontes materiales. No somos de este mundo. La gracia nos eleva a un orden superior.

Pero debemos ser conscientes de que también muchos de nuestros hermanos en Cristo sufren el desafío continuo de la fe, ya sea con la persecución, las calumnias, o hasta con la misma vida.

Pensaríamos que dentro de las cosas heredadas, esta sería una de esas enfermedades mortales que se tienen sin ser deseadas. Pero la realidad es que Dios en su infinita sabiduría, lo ha puesto como el vínculo más estrecho entre su Reino que espera. Y nosotros peregrinos buscamos siempre la forma de acercarnos más a Él. No temamos, pues, su brazo siempre está con nosotros. Debemos orar y confiar. Él ha vencido al mundo.

Propósito
Colaborar en un proyecto apostólico en mi parroquia o en algún movimiento o asociación.

Diálogo con Cristo
Jesús, tu Evangelio me recuerda que para seguirte tengo que recorrer el camino de la cruz, que no es otra cosa que el desprenderme de todo obstáculo que me impida amarte más y mejor. Ayúdame a seguirte el día de hoy, ofreciéndote mi cumplimiento esmerado y fiel a mi deber, el control de mis reacciones y la renuncia a todo lo que me impida donarme a los demás.

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12:08 a.m.
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🔹🔹🔹🔹🔹🔹🔹🔹🔹🔹
                  “Verbum Spei”     
           “Palabra de Esperanza” 
       
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6° Martes Pascua
3 Mayo Santa Cruz
El Evangelio de hoy
Juan 3, 13-17

En aquel tiempo Jesús dijo a Nicodemo: Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga por Él vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él.

Reflexión:
La Cruz es un signo clave para todos los cristianos y para tantos hombres y mujeres de buena voluntad. Es más que un signo, porque encierra un mensaje universal, necesario para los corazones.
“La señal de la Cruz es de alguna forma el compendio de nuestra fe, porque nos dice cuánto nos ha amado Dios; nos dice que, en el mundo, hay un amor más fuerte que la muerte, más fuerte que nuestras debilidades y pecados”
Por eso la Cruz se ha convertido en un símbolo imprescindible. Porque Cristo murió en una Cruz para ofrecer a todos, sin discriminaciones, su Amor, su misericordia, su perdón.
La Cruz nos dice que el amor es más fuerte que el mal, que es posible la salvación.
La invitación de la Virgen María “a todos los hombres de buena voluntad, a todos los que sufren en su corazón o en su cuerpo, a levantar los ojos hacia la Cruz de Jesús para encontrar en ella la fuente de la vida, la fuente de la salvación”
En medio del debate suscitado por algunos que desean quitar cualquier cruz en los lugares públicos (escuelas, tribunales, parlamentos, despachos del gobierno), los creyentes necesitamos descubrir el verdadero significado de ese signo.
Tal vez Dios permite esa fobia, ese deseo de eliminar un signo universal, para sacudir nuestra rutina y para avivar nuestro corazón al contemplar a Jesús, el Inocente, clavado en un madero. Podremos, entonces, gritar y testimoniar, con nuestra vida y con nuestra esperanza, un mensaje que es para todos, que no debemos esconder en las sacristías ni en los hogares.
“Volvamos nuestras miradas hacia Cristo. Él nos hará libres para amar como Él nos ama y para construir un mundo reconciliado. Porque, con esta Cruz, Jesús cargó el peso de todos los sufrimientos e injusticias de nuestra humanidad. Él ha cargado las humillaciones y discriminaciones, las torturas sufridas en numerosas regiones del mundo por muchos hermanos y hermanas nuestros por amor a Cristo”.
(Papa Benedicto VI).

Oración:
Señor Jesús, dame tu gracia para cargar mi cruz con amor y paciencia, contemplándote siempre a Ti, que vas mostrándome el camino que debo seguir. Amén.

Acción:
Hoy participaré en una hora eucarística o haré un acto de adoración a la Santa Cruz.
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            “Nuntium Verbi Dei  
“Mensaje de la palabra de Dios”
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