10/01/17

11:25 p.m.

Por: H. Cristian Gutiérrez, L.C. | Fuente: missionkits.org

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, gracias por un día más que me das para seguir conociéndote. Gracias por la familia que me has dado, la historia que has ido tejiendo en mi vida. Gracias por tu presencia amorosa que guía mi caminar. Te pido me ayudes a siempre estar a tu lado y jamás separarme de Ti. Te necesito, mi Señor. Ahora quiero encontrarme contigo y escucharte, hablarte, simplemente amarte.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 18, 1-5. 10

En cierta ocasión, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: "¿Quién es más grande en el Reino de los cielos?". Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y les dijo: "Yo les aseguro a ustedes que si no cambian y no se hacen como los niños, no entrarán en el Reino de los cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el Reino de los cielos. Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, me recibe a mí. Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, pues yo les digo que sus ángeles, en el cielo, ven continuamente el rostro de mi Padre, que está en el cielo".

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Son muchas las características de los niños que hacen que te agrade su forma de ser. En otro pasaje del Evangelio escucho cómo te agrada estar en compañía de los niños y cómo ellos iban a ti de manera tan espontánea. ¿Qué es lo que me quieres decir cuando me invitas a hacerme pequeño como un niño?

Mencionar algunas características de los niños puede iluminar este pasaje y ayudarme en este rato de oración.

Los niños son sencillos. Tienen la humildad necesaria para saber perdonar y pedir perdón sin tanta complicación. No temen decir lo que sienten, piensan o imaginan. Dentro de esta sencillez va implícita la pureza: esa límpida mirada que ve todo como importante, valioso, como un tesoro por descubrir. Se dejan enseñar, (no siempre con facilidad, pero generalmente están abiertos), y por lo mismo escuchan las correcciones. Los niños no andan preocupados por la imagen que los demás tienen de ellos, sólo les importa lo que están haciendo en el momento, sin importar las manchas de sus manos o cara, el estado de su ropa o su desordenado cabello. Simplemente son ellos, son niños.

Los niños confían ciegamente en sus padres. Saben que ellos nunca les van a dejar caer de sus brazos mientras les sujetan o levantan por el aire. Duermen en sus regazos con dicha y se hallan seguros en su compañía. Ante el temor, y no se diga ante las necesidades o el peligro, se escucha con fuerza: "¡Mamá! ¡Papi!". No dudan, no cavilan, no juzgan, simplemente confían, obedecen pero esto porque se saben, se sienten, se descubren amados y aman.

Los niños son inquietos y alegres. Todo es aventura, movimiento, investigación, contacto. La quietud no es para ellos. Su sonrisa es contagiosa, tanto, que los adultos buscamos hacerlos reír para reír nosotros con ellos. Los niños buscan, escarban, desordenan, tiran, desarman y arman de nuevo.

Son muchas las lecciones que un niño da a un seguidor tuyo, Señor. Un discípulo que es sencillo, humilde, que no tiene respeto humano, que es auténtico. Un hijo que confía plenamente en su padre y no teme acudir a Él porque se sabe amado y ama. Un pequeño inquieto que trabaja por tu Reino, que busca, que no está viendo cómo van las cosas sino que las toca, las transforma, las mejora. Un ser alegre que sabe contagiar su alegría a otros, el gozo de saberse importante para Ti, mi Dios y Señor.

Es bueno que compartamos horizontes de esperanza amplios y abiertos, viviendo el entusiasmo humilde de abrir las puertas y salir de nosotros mismos. Pero hay una condición fundamental para recibir el consuelo de Dios, y que hoy nos recuerda su Palabra: hacerse pequeños como niños, ser "como un niño en brazos de su madre". Para acoger el amor de Dios es necesaria esta pequeñez del corazón: en efecto, sólo los pequeños pueden estar en brazos de su madre. […] Pidamos hoy, todos juntos, la gracia de un corazón sencillo, que cree y vive en la fuerza bondadosa del amor, pidamos vivir con la serena y total confianza en la misericordia de Dios.
(Homilía de S.S. Francisco, 1 de octubre de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Rezaré un misterio del rosario por todos los niños víctimas de la guerra, del narcotráfico y del terrorismo.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Let's block ads! (Why?)

11:04 a.m.
Yo voy a enviar un ángel delante de ti, para que te proteja en el camino y te conduzca hasta el lugar que te he preparado. Respétalo y escucha su voz. No te rebeles contra él, porque no les perdonará las transgresiones, ya que mi Nombre está en él. Si tú escuchas realmente su voz y haces todo lo que te diga, seré enemigo de tus enemigos y adversario de tus adversarios. Entonces mi ángel irá delante de ti y te introducirá en el país de los amorreos, los hititas, los perizitas, los cananeos, los jivitas y los jebuseos, y los exterminará.

11:04 a.m.
Tú que vives al amparo del Altísimo y resides a la sombra del Todopoderoso, di al Señor: «Mi refugio y mi baluarte, mi Dios, en quien confío». Él te librará de la red del cazador y de la peste perniciosa; te cubrirá con sus plumas, y hallarás un refugio bajo sus alas. No temerás los terrores de la noche, ni la flecha que vuela de día, ni la peste que acecha en las tinieblas, ni la plaga que devasta a pleno sol. No te alcanzará ningún mal, ninguna plaga se acercará a tu carpa, porque Él te encomendó a sus ángeles para que te cuiden en todos tus caminos.

11:04 a.m.
En aquel momento los discípulos se acercaron a Jesús para preguntarle: "¿Quién es el más grande en el Reino de los Cielos?". Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: "Les aseguro que si ustedes no cambian o no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos. Por lo tanto, el que se haga pequeño como este niño, será el más grande en el Reino de los Cielos. El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí mismo. Cuídense de despreciar a cualquiera de estos pequeños, porque les aseguro que sus ángeles en el cielo están constantemente en presencia de mi Padre celestial."

11:04 a.m.
Los ángeles descienden a los que tiene que salvar. «Los ángeles subían y bajaban sobre el Hijo del hombre» (Jn 1,15); y «se le acercaban y le servían» (Mt 4,11). Ahora bien, los ángeles descendían porque Cristo había descendido el primero; temían descender antes de que se lo ordenara el Señor  de la fuerzas celestes y de todas las cosas (Col 1,16). Pero cuando han visto al Príncipe de los ejércitos celestiales permanecer sobre la tierra, entonces, a través de este camino abierto por Él, han seguido a su Señor, obedientes a la voluntad de aquél que los puso como guardines de todos los que creen en su nombre. Tú mismo,  ayer, estabas bajo la dependencia  del demonio, hoy, estás bajo la de un ángel. «Estad atentos, dice el Señor, para no menospreciar a ninguno de estos pequeños» que están en la Iglesia, «porque, en verdad os lo digo, sus propios ángeles ven constantemente el rostro de mi Padre que está en los cielos». Los ángeles están consagrados  a tu salvación, y se dedican al servicio del Hijo de Dios y dicen entre ellos : « Si Él ha descendido tomando un cuerpo, si se ha  revestido de una carne mortal, si ha soportado la cruz, si ha muerto por todos  los hombres ¿por qué descansar, por qué ahorrarnos trabajo? ¡Vayamos, ángeles  todos, descendamos del cielo!» Por eso cuando Cristo nació había «una multitud de los ejércitos celestiales alabando y glorificando a Dios» (Lc 2,13).