02/07/16

10:59 p.m.
Bloch-Sermon_On_The_Mount

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                  “Verbum Spei”     
           “Palabra de Esperanza” 
        
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5° Lunes Tiempo Ordinario
El Evangelio de hoy 
Marcos 6, 53-56

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos terminaron la travesía del lago y tocaron tierra en Genesaret.
Apenas bajaron de la barca, la gente los reconoció y de toda aquella región acudían a él, a cualquier parte donde sabían que se encontraba y le llevaban en camillas a los enfermos.
A dondequiera que llegaba, en los poblados, ciudades o caseríos, la gente le ponía a sus enfermos en la calle y le rogaban que por lo menos los dejara tocar la punta de su manto; y cuantos lo tocaban, quedaban curados.

Reflexión:
Con este breve pasaje termina san Marcos este polémico capítulo de la actividad apostólica de Jesús. Es importante notar en él, que Jesús cura a TODOS los que se acercan a él. Y lo hace no como una recompensa por haber escuchado el Evangelio o como pago a alguna buena acción. Con ello nos muestra la gratuidad de Dios, su amor infinito por todos, del Dios misericordioso que hace nacer el sol sobre buenos y malos. 
Los milagros de Dios no son propiedad exclusiva que se ha de realizar en los cristianos, ni siquiera en los buenos. Son, ante todo, un signo del amor incontenible de Dios que busca que su criatura lo reconozca como la fuente del amor y de la misericordia. En Jesús son el signo de su ser enviado de Dios que ha venido a liberar a los oprimidos y dar alegría a toda la humanidad, incluso de manera inmediata. 
Acerquémonos con confianza al Dios de la misericordia. Nadie que se acercó a él regresó con las manos vacías: ni paganos, ni judíos, ni justos ni pecadores, ni buenos, ni malos. El amor de Dios es para todos porque quiere que todos sean para el amor. 
(Evangelización Activa).

Oración:
Señor Dios eterno, tú que habitas en medio de tu pueblo y caminas a nuestro lado a cada momento de nuestra vida, haz que seamos dóciles al Espíritu Santo que habita en nosotros como en un templo desde nuestro bautismo, para que así seamos también signo de tu presencia para nuestros hermanos que sufren. Amén.

Acción:
El día de hoy viviré como templo del Espíritu Santo y dejaré que me guíe en cada palabra que diga o en cada acción que ejecute. 
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            “Nuntium Verbi Dei  
“Mensaje de la palabra de Dios”
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11:10 a.m.
¡Oh verdadero Dios y Señor mío! Gran consuelo es para el alma que le fatiga la soledad de estar ausente de Vos, ver que estáis en todos cabos. Mas cuando la reciedumbre del amor y los grandes ímpetus de esta pena crece, ¿qué aprovecha, Dios mío?, que se turba el entendimiento y se esconde la razón para conocer esta verdad, de manera que no puede entender ni conocer. Sólo se conoce estar apartada de Vos, y ningún remedio admite; porque el corazón que mucho ama no admite consejo ni consuelo, sino del mismo que le llagó; porque de ahí espera que ha de ser remediada su pena. Cuando Vos queréis, Señor, presto sanáis la herida que habéis dado; antes no hay que esperar salud ni gozo, sino el que se saca de padecer tan bien empleado. ¡Oh verdadero Amador, con cuánta piedad, con cuánta suavidad, con cuánto deleite, con cuánto regalo y con qué grandísimas muestras de amor curáis estas llagas, que con las saetas del mismo amor habéis hecho! ¡Oh Dios mío y descanso de todas las penas, qué desatinada estoy! ¿Cómo podía haber medios humanos que curasen los que ha enfermado el fuego divino? ¿Quién ha de saber hasta dónde llega esta herida, ni de qué procedió, ni cómo se puede aplacar tan penoso y deleitoso tormento?... Con cuánta razón dice la Esposa en los «Cantares»: Mi amado a mí, y yo a mi (11,6), porque semejante amor no es posible comenzarse de cosa tan baja como el mío. Pues si es bajo, Esposo mío, ¿cómo no para en cosa criada hasta llegar a su Criador?

12:09 a.m.
Bloch-Sermon_On_The_Mount

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                  “Verbum Spei”     
           “Palabra de Esperanza” 
        
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5° Domingo Tiempo Ordinario
El Evangelio de hoy
Lucas 5, 1-11

En aquel tiempo, Jesús estaba a orillas del lago de Genesaret y la gente se agolpaba en torno suyo para oír la palabra de Dios. Jesús vio dos barcas que estaban junto a la orilla. Los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes. Subió Jesús a una de las barcas, la de Simón, le pidió que la alejara un poco de tierra, y sentado en la barca, enseñaba a la multitud.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: “Lleva la barca mar adentro y echen sus redes para pescar”. Simón replicó: “Maestro, hemos trabajado toda la noche y no hemos pescado nada; pero, confiado en tu palabra echaré las redes”. Así lo hizo y cogieron tal cantidad de pescados, que las redes se rompían. Entonces hicieron señas a sus compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a ayudarlos. Vinieron ellos y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían.
Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús y le dijo: “¡Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador!” Porque tanto él como sus compañeros estaban llenos de asombro, al ver la pesca que habían conseguido. Lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
Entonces Jesús le dijo a Simón: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres”. Luego llevaron las barcas a tierra, y dejándolo todo, lo siguieron.

Reflexión:
No puede entenderse la vida de un cristiano sin el conocimiento y aceptación de una misión.
Misión y vocación es, casi, una misma cosa. La vocación también viene como un don de Dios, como algo llegado, en su última valoración, de fuera, del exterior, aunque el corazón ya esté preparado para recibirlo.
Dios nos da a todos y cada uno de nosotros una vocación común: la vocación a la santidad. Esta vocación común a todas las personas debe realizarla después cada uno mediante el cumplimiento concreto de las vocaciones temporales que también nos da el Señor. Aceptar o no aceptar esta vocación a la santidad que Dios nos da, supone colaborar con Dios en la construcción de nuestra propia santidad supone, pues, siempre un acto de humildad y un ejercicio de oración. La humildad es siempre el primer paso hacia la santidad; sin humildad no avanzaremos nunca hacia la santidad. Pero, a la humildad debe seguir siempre la oración transformadora para que sea Él el autor de una santidad que por nosotros mismos no podríamos conseguir nunca.
Encontramos tres modelos de personas que aceptaron la vocación a la santidad que Dios les dio, reconociendo inicialmente su incapacidad para conseguirlo. Estas tres personas -Pedro, Isaías y san Pablo- fueron llamadas por Dios a conseguir la santidad mediante la predicación de la palabra de Dios.

Oración:
Señor Jesús, Ojalá que también nosotros, como Pedro, creamos en Ti,  y obedezcamos tu palabra: “¡Remar mar adentro y echar las redes para la pesca!”. Y entonces veremos otro milagro en nuestra vida. Amén.

Acción:
Necesitamos una fe muy grande. Y la fe es un don de Dios. ¡Pidámosle con humildad ese grandioso don!
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            “Nuntium Verbi Dei  
“Mensaje de la palabra de Dios”
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Hermanos Franciscanos

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