04/28/15

11:31 a.m.
Mientras tanto, la Palabra de Dios se difundía incesantemente. Bernabé y Saulo, una vez cumplida su misión, volvieron de Jerusalén a Antioquía, llevando consigo a Juan, llamado Marcos. En la Iglesia de Antioquía había profetas y doctores, entre los cuales estaban Bernabé y Simeón, llamado el Negro, Lucio de Cirene, Manahén, amigo de infancia del tetrarca Herodes, y Saulo. Un día, mientras celebraban el culto del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo les dijo: "Resérvenme a Saulo y a Bernabé para la obra a la cual los he llamado". Ellos, después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron. Saulo y Bernabé, enviados por el Espíritu Santo, fueron a Seleucia y de allí se embarcaron para Chipre. Al llegar a Salamina anunciaron la Palabra de Dios en las sinagogas de los judíos, y Juan colaboraba con ellos.

11:31 a.m.
El Señor tenga piedad y nos bendiga, haga brillar su rostro sobre nosotros, para que en la tierra se reconozca su dominio, y su victoria entre las naciones. Que canten de alegría las naciones, porque gobiernas a los pueblos con justicia y guías a las naciones de la tierra. ¡Que los pueblos te den gracias, Señor, que todos los pueblos te den gracias! Que Dios nos bendiga, y lo teman todos los confines de la tierra.

11:31 a.m.
Jesús exclamó: "El que cree en mí, en realidad no cree en mí, sino en aquel que me envió. Y el que me ve, ve al que me envió. Yo soy la luz, y he venido al mundo para que todo el que crea en mí no permanezca en las tinieblas. Al que escucha mis palabras y no las cumple, yo no lo juzgo, porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvarlo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he anunciado es la que lo juzgará en el último día. Porque yo no hablé por mí mismo: el Padre que me ha enviado me ordenó lo que debía decir y anunciar; y yo sé que su mandato es Vida eterna. Las palabras que digo, las digo como el Padre me lo ordenó".

11:31 a.m.
Cristo es la luz del mundo (Jn 8,12) que ilumina a la Iglesia con su luz. Y como la luna recibe su luz del sol para que ella ilumine la noche, así la Iglesia, recibiendo la luz de Cristo ilumina a todos aquellos que se encuentran en la noche de la ignorancia... Cristo es, pues, la verdadera luz del mundo “que con su venida al mundo ilumina a todo hombre” (Jn 1,9), mientras que la Iglesia, recibiendo su luz, se hace luz del mundo, “iluminando a los que están en tinieblas” (cf Rm 2,19), según las palabras del Señor a sus discípulos: “Sois la luz del mundo.” (Mt 5,14) De ahí que Cristo es la luz de los apóstoles y los apóstoles, a su vez, son la luz del mundo.

12:27 a.m.

Del santo Evangelio según san Juan 10, 22-30
Se celebraba por entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno. Jesús se paseaba por el Templo, en el pórtico de Salomón. Le rodearon los judíos, y le decían: «¿Hasta cuándo vas a tenernos en vilo? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente». Jesús les respondió: «Ya os lo he dicho, pero no me creéis. Las obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí; pero vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas mi siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno.

Oración introductoria
Jesús, creo que eres el que dices ser: Hijo de Dios y Redentor de todos los hombres. Gracias por concederme el don de la fe. Viniste al mundo para que las ovejas perdidas, pudiéramos encontrarte. Gracias. Me diste el conocimiento de saber quién soy y lo que valgo... todo un Dios se hizo hombre para salvarme. Sal hoy a mi encuentro en esta oración para mostrarme el camino que debo seguir.

Petición
Ayúdame, Señor, a saber escucharte siempre que me llames.

Meditación del Papa Francisco


Los "intelectuales" se acercan a Jesús en el templo: son los doctores de la ley. Jesús siempre ha tenido problemas con ellos porque no acaban de entender, daban vueltas sobre las mismas cosas, porque creían que la religión era solo una cosa de cabeza, de leyes. Para ellos, era necesario cumplir los mandamientos y nada más. No se imaginaban que pudiera existir el Espíritu Santo". Interrogaban a Jesús, querían discutir. Todo era cuestión de cabeza, de intelecto. En estas personas, no hay corazón, no hay amor, ni belleza, no hay armonía, es gente que sólo quiere explicaciones.

Jesús les das explicaciones, y ellos, no convencidos vuelven con otra pregunta. Y así: dan vueltas y más vueltas... ¡como dieron vueltas entorno a Jesús toda la vida, hasta el momento que llegaron a prenderlo y a matarlo! Esta gente no abre el corazón al Espíritu Santo, creen que también las cosas de Dios se pueden entender sólo con la cabeza, con las ideas, con las propias ideas. Son gente orgullosa. Creen saberlo todo. Y aquello que para ellos no entra en su inteligencia no es verdad. ¡Y tú puedes resucitar un muerto delante de ellos, pero no te creen!"

Jesús "va más allá" y dice una cosa "muy fuerte": ¡ustedes no creen porque no son parte de mis ovejas! Ustedes no creen porque no forman parte del pueblo de Israel. Se han marchado del pueblo. Están en la aristocracia del intelecto. "Esta postura cierra el corazón. Ellos han renegado de su pueblo".

Esta gente se había apartado del pueblo de Dios y por esto no podía creer. ¡La fe es un don de Dios! Pero la fe viene si tú estás en su pueblo, si tú ahora estás en la Iglesia, si tú te dejas ayudar por los sacramentos, por los hermanos, por la asamblea, si tú crees que esta Iglesia es el Pueblo de Dios. Aquella gente se había apartado, no creía en el pueblo de Dios, creía sólo en sus cosas y así habían construido todo un sistema de mandamientos que echaban fuera a la gente: echaban a la gente y no la dejaban entrar en la Iglesia, en el pueblo. ¡No podían creer! Este es el pecado cuando se resiste al Espíritu Santo.

Pidamos al Señor la gracia de la docilidad al Espíritu Santo para ir hacia delante en la vida, ser creativos, estar alegres, porque la otra gente no es alegre. Y cuando existe tanta seriedad, no está el Espíritu de Dios. Pidamos pues la gracia de la docilidad y que el Espíritu Santo nos ayude a defendernos de este otro espíritu malo del orgullo, de la soberbia y de la cerrazón del corazón al Espíritu Santo.

Reflexión
Ahora nos llega el momento de la pregunta decisiva: Jesús, ¿es simplemente un hombre o como el centurión que presenció su muerte nos vemos obligados a responder: "Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios"?

¿Quién es Jesús? Si Jesús es simplemente un hombre extraordinario, un genio excepcional, un líder fuera de serie que enseñaba los más altos ideales éticos, nunca antes predicados, nos basta con seguir su ejemplo, tratar de imitarle y de cumplir sus enseñanzas. Pero si Jesús es realmente el Hijo de Dios, hecho hombre por amor a nosotros, todo cambia. Y si examinamos su vida y obras con profundidad, humanamente, quitando todo racionalismo, no cabe duda de que Jesús es el Hijo de Dios.

Ante esta pregunta, que ya los judíos se formularon hace dos mil y recibieron la respuesta del mismo Jesús y que hoy dos mil años después, los hombres se siguen preguntando, las posturas se dividen. O se acepta a Jesús o se lucha contra Él, pero no existen posturas fútiles o triviales..

Pero si alguien nos pregunta: ¿Qué es lo único seguro? ¿Tan seguro que podamos entregarnos a ello a ciegas? La respuesta que saldría de nuestros labios sería: el amor de Jesús. Sólo su amor es seguro y total. Porque por el amor de Jesús sabemos que Dios nos ama, porque el Padre y Él son una sola cosa. Porque a fin de cuentas Él es el Hijo de Dios.

Diálogo con Cristo
Señor, me muestras el camino que debo seguir, si quiero ser feliz. Sin embargo, desconfío en que realmente Tú lleves mi carga. Necesito verte y escucharte, no con mis sentidos sino con mi espíritu, para que cuando vengan los problemas te busque inmediatamente en la oración, porque eres la roca sobre el cual puedo edificar mi vida.

Propósito
Al terminar el día, o cuando pueda disponer de un tiempo, hacer una reflexión sobre mis actividades y, sobre todo, de mis actitudes en el día: ¿seguí la voluntad de Dios?

Hermanos Franciscanos

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