09/19/21

11:24 a.m.


En el primer año de Ciro, rey de Persia, para que se cumpliera la palabra del Señor pronunciada por Jeremías, el Señor despertó el espíritu de Ciro, rey de Persia, y este mandó proclamar de viva voz y por escrito en todo su reino: "Así habla Ciro, rey de Persia: El Señor, el Dios del cielo, ha puesto en mis manos todos los reinos de la tierra, y me ha encargado que le edifique una Casa en Jerusalén, de Judá. Si alguno de ustedes pertenece a ese pueblo, que su Dios lo acompañe y suba a Jerusalén, de Judá, para reconstruir la Casa del Señor, el Dios de Israel, el Dios que está en Jerusalén. Que la población de cada lugar ayude a todos los que queden de ese pueblo, en cualquier parte donde residan, proporcionándoles plata, oro, bienes y ganado, como así también otras ofrendas voluntarias para la Casa del Dios que está en Jerusalén". Entonces los jefes de familia de Judá y de Benjamín, los sacerdotes y los levitas, y todos los que se sintieron movidos por Dios, se pusieron en camino para ir a reconstruir la Casa del Señor que está en Jerusalén. Sus vecinos les proporcionaron toda clase de ayuda: plata, oro, bienes, ganado y gran cantidad de objetos preciosos, además de toda clase de ofrendas voluntarias.

11:24 a.m.


Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía que soñábamos: nuestra boca se llenaba de risa y nuestra lengua de gritos de alegría. Entonces entre los paganos se decía: «¡Qué grandes cosas no ha hecho el Señor por ellos!» nuestra boca se llenaba de risa y nuestra lengua de gritos de alegría. Entonces entre los paganos se decía: «¡Qué grandes cosas no ha hecho el Señor por ellos!» nuestra boca se llenó de risas y nuestros labios, de canciones. Hasta los mismos paganos decían: “¡El Señor hizo por ellos grandes cosas!”. ¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros y estamos rebosantes de alegría! ¡Cambia, Señor, nuestra suerte como los torrentes del Négueb! Los que siembran entre lágrimas cosecharán entre canciones. El sembrador va llorando cuando esparce la semilla, pero vuelve cantando cuando trae las gavillas.

11:24 a.m.


Jesús dijo a la gente: "No se enciende una lámpara para cubrirla con un recipiente o para ponerla debajo de la cama, sino que se la coloca sobre un candelero, para que los que entren vean la luz. Porque no hay nada oculto que no se descubra algún día, ni nada secreto que no deba ser conocido y divulgado. Presten atención y oigan bien, porque al que tiene, se le dará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que cree tener".

11:24 a.m.


     Escucha en silencio. Porque tu corazón está lleno de mil cosas, no puedes escuchar la voz de Dios. Pero desde el momento en que te pones a la escucha de la palabra de Dios en tu corazón pacificado, éste se llena de Dios. Esto requiere muchos sacrificios. Si pensamos, si queremos orar, es necesario prepararnos para ello. Sin darle largas. Aquí no se trata sino de las primeras etapas hacia la oración, pero si no las llevamos a cabo con determinación, jamás llegaremos a la última etapa, la presencia de Dios.      Por eso el aprendizaje debe ser perfecto desde el comienzo: ponerse a escuchar a Dios en tu corazón; y en el silencio del corazón Dios habla. Después, de la plenitud de lo que hay en el corazón, la boca está llena para hablar. Aquí se obra la confluencia. En el silencio del corazón, Dios habla, y no tenemos que hacer más que escucharle. Después, una vez que tu corazón entra en la plenitud porque se encuentra lleno de Dios, lleno de amor, lleno de compasión, lleno de fe, tiene la boca de que hablar.     Acuérdate, antes de hablar, que es necesario escuchar, y solamente así, desde lo más profundo de un corazón abierto, puedes hablar y Dios te escucha.

Hermanos Franciscanos

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