2017

11:28 p.m.

Por: H. Cristian Gutiérrez, L.C. | Fuente: missionkits.org

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

María, tú eres mi madre y quiero junto a ti, iniciar este año. Quiero de tu mano hacer este rato de oración y dejarme siempre guiar por tu maternal cuidado. Te entrego desde ahora este año que hoy comenzamos y te pido intercedas por mí ante Dios para que sea un año lleno de bendiciones, en el que pueda conocer y amar un poco más a Jesús.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 2, 16-21

En aquel tiempo, los pastores fueron a toda prisa hacia Belén y encontraron a María, a José y al niño, acostado en el pesebre. Después de verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño y cuantos los oían quedaban maravillados. María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón.

Los pastores se volvieron a sus campos, alabando y glorificando a Dios por todo cuanto habían visto y oído, según lo que se les había anunciado.

Cumplidos los ocho días, circuncidaron al niño y le pusieron el nombre de Jesús, aquel mismo que había dicho el ángel, antes de que el niño fuera concebido.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

En este rato de oración puedo detenerme a contemplar la escena que me presenta el Evangelio de hoy. Los pastores que corren apresurados después de la visión de los ángeles. Apenas les daría tiempo para tomar los regalos que llevarían al niño: alguna de sus mejores ovejas, un poco de leche, lana, o queso. ¡Con cuánta emoción correrían al encuentro de su Salvador! ¿Y yo corro, me emociono siempre que voy a encontrarme con Dios, o lo considero una rutina?

Contemplar a los pastores entrando en la cueva quienes sorprendidos, ven la pobreza en la que el Hijo de Dios se ha dignado nacer. Un niño débil, dormido, tierno, que tal vez tiembla un poco por el frío, con las manitas juntas y apretadas sobre el pecho, era el Dios de Israel, el salvador de la humanidad. Contemplar a ese Niñito que baja del cielo por amor a mí, para hacerse cercano, para dejarse alzar, tocar, alimentar.

María conservaba todo esto en su corazón: la llegada de los pastores, los regalos que le traían al niño, los sucesos desde la partida de Nazaret, la anunciación del ángel, el nacimiento en un pesebre… Recordaría al pastorcillo, que temeroso, se acercó a pedirle le dejara alzar en sus brazos al Niño Dios; las lágrimas de emoción que tal vez corrieron por la mejilla de alguna mujer al contemplar milagro tan sublime, el esfuerzo de José por darle lo mejor que podía a ella y al recién nacido, las narraciones de los pastores que vieron a los ángeles… Todo lo conservaba en su corazón, porque en ello sabía ver la mano de Dios que desde ya actuaba en su vida y en la de los demás.

Contemplar a María y a José… Mirar a José, que después de haber pensado en abandonar a María, ahora tiene en sus brazos al mismo Dios. ¡Con cuánta ternura le habrá dado el primer beso de un padre terrenal al Hijo del Altísimo! La barba molestaría al niño, que rascaría su cara para alejar aquello que le incomodaba.

¿Cómo serían las primeras horas de María con el Niño? No dejaría de observarlo. Seguir contemplando aquella realidad del Dios hecho carne por amor a mí.

Así como los pastores, contemplan el icono del Niño en brazos de su Madre, sentimos crecer en nuestro corazón un sentido de inmenso agradecimiento hacia quien ha dado al mundo al Salvador. Por ello, en el primer día de un año nuevo, le decimos:

Gracias, oh Santa Madre del Hijo de Dios, Jesús, ¡Santa Madre de Dios!

Gracias por tu humildad que ha atraído la mirada de Dios;

gracias por la fe con la cual has acogido su Palabra;

gracias por la valentía con la cual has dicho “aquí estoy”,

olvidada de si misma, fascinada por el Amor Santo, convertida en una única cosa junto con su esperanza.

Gracias, ¡oh Santa Madre de Dios!

Reza por nosotros, peregrinos del tiempo; ayúdanos a caminar por la vía de la paz. Amén."
(Angelus de S.S. Francisco, 1 de enero de 2017).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy contemplaré a la Sagrada Familia y ofreceré un misterio del rosario por la paz en el mundo.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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11:32 a.m.
El Señor dijo a Moisés: Habla en estos términos a Aarón y a sus hijos: Así bendecirán a los israelitas. Ustedes les dirán: Que el Señor te bendiga y te proteja. Que el Señor haga brillar su rostro sobre ti y te muestre su gracia. Que el Señor te descubra su rostro y te conceda la paz. Que ellos invoquen mi Nombre sobre los israelitas, y yo los bendeciré.

11:32 a.m.
El Señor tenga piedad y nos bendiga, haga brillar su rostro sobre nosotros, para que en la tierra se reconozca su dominio, y su victoria entre las naciones. Que canten de alegría las naciones, porque gobiernas a los pueblos con justicia y guías a las naciones de la tierra. ¡Que los pueblos te den gracias, Señor, que todos los pueblos te den gracias! Que Dios nos bendiga, y lo teman todos los confines de la tierra.

11:32 a.m.
Hermanos: Cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la Ley, para redimir a los que estaban sometidos a la Ley y hacernos hijos adoptivos. Y la prueba de que ustedes son hijos, es que Dios infundió en nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama a Dios llamándolo" ¡Abba!, es decir, ¡Padre! Así, ya no eres más esclavo, sino hijo, y por lo tanto, heredero por la gracia de Dios.

11:32 a.m.
Los pastores fueron rápidamente y encontraron a María, a José, y al recién nacido acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que habían oído decir sobre este niño, y todos los que los escuchaban quedaron admirados de lo que decían los pastores. Mientras tanto, María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón. Y los pastores volvieron, alabando y glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído, conforme al anuncio que habían recibido. Ocho días después, llegó el tiempo de circuncidar al niño y se le puso el nombre de Jesús, nombre que le había sido dado por el Angel antes de su concepción.

11:32 a.m.
Al coger en sus brazos por primera vez a su hijito, el Emanuel, María descubrió en él una luz incomparablemente más bella que el mismo sol. Experimentó un fuego que ninguna agua podría jamás apagar. Recibió, velado por este pequeño cuerpo recién nacido de sus entrañas, la deslumbrante luz que ilumina a toda criatura. María mereció llevar en sus brazos al Verbo de Dios en quien subsiste todo (cf Hb 1,3). ¡Cómo no quedaría inundada por la sabiduría de Dios como por aguas desbordantes del mar (Is 11,9) y extasiada, transportada a las alturas en una admirable contemplación! ¡Cómo no se maravillaría de ver que iba a ser madre, ella que era virgen, y, llena de alegría, saber que era Madre de Dios! María comprende que en ella se cumplen las promesas hechas a los patriarcas y los oráculos de los profetas, les deseos de sus padres que la esperaban de todo corazón. Ella ve que el Hijo de Dios le es confiado. Se alegra de ver que se le encomienda la salvación del mundo. Oye que el Señor, su Dios le dice en lo profundo de su corazón: “Te he elegido entre todas las mujeres, te he bendecido entre todas las criaturas (cf Lc 1,42). Te he confiado a mi Hijo, mi Único. No tengas miedo de amamantar a aquel que has engendrado ni de educar al que has puesto en el mundo. Tienes que saber que no es solamente tu Dios, sino tu hijo. Es mi Hijo y tu hijo, mi Hijo por la divinidad y tu hijo por la humanidad que él ha asumido.” ¡Con qué afecto y con qué atención, con qué humildad y respeto, con qué amor y dedicación respondió María a esta llamada. Los hombres no pueden saberlo, pero Dios lo sabe, él que escruta los corazones (cf Sal 7,10)... Dichosa aquella a quien se le ha confiado educar a aquel que protege y alimenta todo, de llevar a aquel que sostiene todo el universo.

12:11 a.m.
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              *”Verbum Spei”*

      _”Palabra de Esperanza”_

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*Sagrada Familia*

*El Evangelio de hoy*

*Lucas 2, 22-40*
Transcurrido el tiempo de la purificación de María, según la ley de Moisés, ella y José llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley: Todo primogénito varón será consagrado al Señor, y también para ofrecer, como dice la ley, un par de tórtolas o dos pichones.

Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, varón justo y temeroso de Dios, que aguardaba el consuelo de Israel; en él moraba el Espíritu Santo, el cual le había revelado que no moriría sin haber visto antes al Mesías del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo, y cuando José y María entraban con el niño Jesús para cumplir con lo prescrito por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios, diciendo:

“Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo, según lo que me habías prometido, porque mis ojos han visto a tu Salvador, al que has preparado para bien de todos los pueblos, luz que alumbra a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel”.

El padre y la madre del niño estaban admirados de semejantes palabras. Simeón los bendijo, y a María la madre de Jesús, le anunció: “Este niño ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en Israel, como signo que provocará contradicción, para que queden al descubierto los pensamientos de todos los corazones. Y a ti, una espada te atravesará el alma”.

Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana. De joven, había vivido siete años casada y tenía ya ochenta y cuatro años de edad. No se apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. (Cuando José y María entraban en el templo para la presentación del niño). Ana se acercó, dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.

Una vez que José y María cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia del Dios estaba con él.

*Reflexión:*

Último día del año. Grandes festejos, pendientes, regalos, familia, amigos. Un año que acaba y otro año que inicia. Tiempo de gracia para detenernos y reflexionar de cara a Dios, ¿cómo está mi vida? Espontáneamente pueden venir a mi corazón las siguientes preguntas, ¿qué tan bien he vivido este año? ¿Cómo viviré el año que viene?

Podemos examinar cada respuesta que brote del corazón y querer mejorar, pero nunca debemos perder de vista que, si debemos mejorar algo, ese algo es el amor, pues en el amor encontramos el sentido para lo cual hemos sido creados, sentido que, a su vez, lo podemos descubrir en el gran ejemplo de la Sagrada Familia. Una familia en la cual podemos ver y aprender a vivir en el amor, pero no cualquier amor, sino un amor rico en unidad y en alegría.

Claramente podemos contemplar a la Sagrada Familia, que va al templo, para cumplir la voluntad de Dios; pero no va cada uno por separado, sino que unidos por el amor y demostrando, con ello, la alegría; alegría que brota de un gozo profundo en el corazón y que se contagia como lo fue al encontrarse con Simeón o con la viuda en el templo.

La Sagrada Familia es un signo del amor de Dios y por ello ilumina a aquellos que confían y esperan en Él, pues en ella está la respuesta del plan divino que Dios ha hecho por amor a los hombres.

*Oración:*

Señor Jesús, enséñame a vivir en comunión con todas las personas y, de manera especial, con mis familiares. Amén.
*Acción:*

Daré gracias a Dios por este fin e inicio de año y pediré a la Sagrada Familia que me enseñe a amar con alegría a mis familiares, amigos y/o conocidos. 

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      *”Nuntium Verbi Dei”*

_”Mensaje de la palabra de Dios”_

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