04/16/21

11:27 a.m.


En aquellos días, como el número de discípulos aumentaba, los helenistas comenzaron a murmurar contra los hebreos porque se desatendía a sus viudas en la distribución diaria de los alimentos. Entonces los Doce convocaron a todos los discípulos y les dijeron: "No es justo que descuidemos el ministerio de la Palabra de Dios para ocuparnos de servir las mesas. Es preferible, hermanos, que busquen entre ustedes a siete hombres de buena fama, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, y nosotros les encargaremos esta tarea. De esa manera, podremos dedicarnos a la oración y al ministerio de la Palabra". La asamblea aprobó esta propuesta y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe y a Prócoro, a Nicanor y a Timón, a Pármenas y a Nicolás, prosélito de Antioquía. Los presentaron a los Apóstoles, y estos, después de orar, les impusieron las manos. Así la Palabra de Dios se extendía cada vez más, el número de discípulos aumentaba considerablemente en Jerusalén y muchos sacerdotes abrazaban la fe.

11:27 a.m.


Aclamen, justos, al Señor: es propio de los buenos alabarlo. Alaben al Señor con la cítara, toquen en su honor el arpa de diez cuerdas. Porque la palabra del Señor es recta y él obra siempre con lealtad; él ama la justicia y el derecho, y la tierra está llena de su amor. Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles, sobre los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y sustentarlos en el tiempo de indigencia.

11:26 a.m.


Al atardecer, sus discípulos bajaron a la orilla del mar y se embarcaron, para dirigirse a Cafarnaún, que está en la otra orilla. Ya era de noche y Jesús aún no se había reunido con ellos. El mar estaba agitado, porque soplaba un fuerte viento. Cuando habían remado unos cinco kilómetros, vieron a Jesús acercarse a la barca caminando sobre el agua, y tuvieron miedo. El les dijo: "Soy yo, no teman". Ellos quisieron subirlo a la barca, pero esta tocó tierra en seguida en el lugar adonde iban.

11:26 a.m.


Cuando la tempestad se desata Tú, Señor eres nuestra fortaleza Te alabaremos, Dios fuerte auxilio nuestro Nos amparamos en ti confiamos en Ti Aunque la tierra ser resquebraje el mar embravecido nos amenace. Que las corrientes malignas crezcan y vacilen las montañas, La alegría nos iluminará porque Tú habitas en medio de nosotros. La ciudad de Dios te alaba en ella tienes Tu morada La preservas en la santa paz y un río poderoso protege la ciudad de Dios. Braman las naciones el poder de los estados se hunde Cuando él levanta su voz la tierra tiembla, estremecida. El Señor está con nosotros el Señor de los ejércitos Tú eres para nosotros luz y salvación no tememos. Venid a ver, venid todos a contemplar los prodigios de su poder Todas las guerras se extinguen la flecha del arquero se detiene Tirad al fuego los arcos, las lanzas y las flechas El Señor está con nosotros el Señor nos salva del desastre.