01/14/17

11:20 p.m.

Por: H. Balam Loza, LC | Fuente: www.missionkits.org

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Hoy, Jesús, te quiero escuchar. Tengo sed de Ti y por eso vengo a tu presencia. Necesito de tu misericordia, por eso quiero seguir tus huellas pues sólo en Ti está la verdadera misericordia. Quiero entrar en tu corazón y reposar ahí, permanecer ahí; en el silencio y la soledad quiero escuchar tu voz que me llama y me conoce en lo profundo de mi ser.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Juan 1, 29-34

Al día siguiente, vio Juan el Bautista a Jesús, que venía hacia él, y exclamó: "Este es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo he dicho: 'El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes que yo'. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua, para que él sea dado a conocer a Israel"

Entonces Juan dio este testimonio: "Vi al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y posarse sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: 'Aquel sobre quien veas que baja y se posa el Espíritu Santo, ése es el que ha de bautizar con el Espíritu Santo'. Pues bien, yo lo vi y doy testimonio de que éste es el Hijo de Dios".

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

Veamos a Juan el Bautista, un hombre pobre y silencioso que esperaba al Mesías, que esperaba a Jesús. Un hombre que a lo largo de los años fue purificando su corazón en el desierto para poder recibir y reconocer al Mesías. Y, por fin, el momento tan esperado. Jesús va a él y sabe reconocerlo entre la muchedumbre, sabe ver más allá de un nazareno. Es el Espíritu Santo quien lo guía y quien lo ilumina.

Ahora pensemos en los apóstoles, sólo en Pentecostés. Cuando el Espíritu Santo los iluminó, conocieron realmente el misterio de la vida de Jesús. Fue el Espíritu quien les reveló el verdadero rostro de Cristo, fue Él quien les ayudó a ir más allá de las apariencias y ver en ese hombre, no sólo a un amigo y un compaisano, sino a su mismo Dios y Señor. Fue entonces cuando comprendieron el grandísimo amor que su Maestro tuvo con ellos.

Una vez que Juan el Bautista conoció realmente quién era Jesús, una vez que se encontró con Jesús no pudo menos que decir “He ahí el Cordero de Dios”, hizo una experiencia profunda del amor de Dios. Conoció en Jesús “El rostro de la misericordia del Padre” y lo anunció a los demás. Se dio cuenta de la gran miseria suya y del gran amor del Mesías que había salido a buscarlo.

Hoy, Jesús viene a nuestro encuentro en este momento. ¿Quiero recibirlo? ¿Deseo realmente encontrarme con Él? Jesús conoce muy bien nuestra nada y nuestro pecado, y quiere curarnos. No hay que tener miedo a abrirle las puertas de nuestro corazón a Jesús, a nuestro Salvador, a nuestro Dios, a nuestro Padre. «He aquí el cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo».

«Es la Iglesia la que dice hoy: “Este es el Cordero de Dios”; es la Iglesia quien lo anuncia; es en la Iglesia donde Jesús sigue haciendo sus gestos de gracia que son los sacramentos. Esta acción y la misión de la Iglesia expresa su maternidad. Ella es como una madre que custodia a Jesús con ternura y lo da a todos con alegría y generosidad. Ninguna manifestación de Cristo, ni siquiera la más mística, puede separarse de la carne y la sangre de la Iglesia, de la concreción histórica del Cuerpo de Cristo. Sin la Iglesia, Jesucristo queda reducido a una idea, una moral, un sentimiento. Sin la Iglesia, nuestra relación con Cristo estaría a merced de nuestra imaginación, de nuestras interpretaciones, de nuestro estado de ánimo.»
(Homilía de S.S. Francisco, 1 de enero de 2015).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Jesús, hoy voy a vivir la misa dominical con especial fervor. Me pondré totalmente en tus manos y estaré atento a lo que me quieres decir. Quiero abrirte de par en par las puertas de mi corazón.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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11:29 a.m.
El me dijo: "Tú eres mi Servidor, Israel, por ti yo me glorificaré". Y ahora, ha hablado el Señor, el que me formó desde el seno materno para que yo sea su Servidor, para hacer que Jacob vuelva a él y se le reúna Israel. Yo soy valioso a los ojos del Señor y mi Dios ha sido mi fortaleza. El dice: "Es demasiado poco que seas mi Servidor para restaurar a las tribus de Jacob y hacer volver a los sobrevivientes de Israel; yo te destino a ser la luz de las naciones, para que llegue mi salvación hasta los confines de la tierra".

11:29 a.m.
Esperé confiadamente en el Señor: él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor. Puso en mi boca un canto nuevo, un himno a nuestro Dios. Muchos, al ver esto, temerán y confiarán en el Señor. Tú no quisiste víctima ni oblación; pero me diste un oído atento; no pediste holocaustos ni sacrificios, entonces dije: «Aquí estoy». En el libro de la Ley está escrito lo que tengo que hacer: yo amo, Dios mío, tu voluntad, y tu ley está en mi corazón». Proclamé gozosamente tu justicia en la gran asamblea; no, no mantuve cerrados mis labios, Tú lo sabes, Señor.

11:29 a.m.
Pablo, llamado a ser Apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Sóstenes, saludan a la Iglesia de Dios que reside en Corinto, a los que han sido santificados en Cristo Jesús y llamados a ser santos, junto con todos aquellos que en cualquier parte invocan el nombre de Jesucristo, nuestro Señor, Señor de ellos y nuestro. Llegue a ustedes la gracia y la paz que proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.

11:29 a.m.
Al día siguiente, Juan vio acercarse a Jesús y dijo: "Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. A él me refería, cuando dije: Después de mí viene un hombre que me precede, porque existía antes que yo. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que él fuera manifestado a Israel". Y Juan dio este testimonio: "He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: 'Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo'. Yo lo he visto y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios".

11:29 a.m.
Cristo se manifestó a todos no en el momento de su nacimiento sino en el momento de su bautismo. Hasta este día, eran pocos los que le conocían; casi todos ignoraban que existiera y que estaba con ellos. Juan Bautista decía: “Hay entre vosotros uno que no conocéis” (Jn 1,26). El mismo Juan, hasta su bautismo ignoró quien era Cristo: “Yo no le conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: ‘Aquel sobre quien verás descender y posar el Espíritu, éste es el que bautiza con Espíritu Santo’”… En efecto, ¿cuál es la razón que da Juan de este bautismo del Señor? Era, dice, para que fuera conocido de todos. San Pablo lo dice también: El bautismo de Juan era signo de conversión, diciendo al pueblo que creyera en aquél que había de venir después de él” (Hch 19,4). Es por eso que Jesús recibe el bautismo de Juan. Ir de casa en casa presentando a Cristo diciendo que era el Hijo de Dios, es lo que hacía difícil el testimonio de Juan; conducirlo a la sinagoga y señalarlo como al salvador hubiera hecho poco creíble su testimonio. Lo que confirmó el testimonio de Juan sin ninguna duda alguna fue que, en medio de una muchedumbre reunida a la orilla del Jordán, Jesús recibió el testimonio dado con toda claridad desde lo alto del cielo, y se vio descender sobre él al Espíritu Santo en forma de paloma. “Yo mismo no lo conocía” decía Juan. ¿Quién, pues, te lo ha hecho conocer? “El que me envió a bautizar”. Y ¿qué es lo que te ha dicho? “Aquel sobre quien verás bajar y posar el Espíritu Santo, éste es el que bautiza con Espíritu Santo”. Es, pues, el Espíritu Santo quien revela a todos aquél de quien Juan había proclamado las maravillas, bajando le señala, por así decir, con su ala.

7:16 a.m.
Bloch-Sermon_On_The_Mount


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               *”Verbum Spei”*

        _”Palabra de Esperanza”_

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*1° Sábado Tiempo Ordinario*

*El Evangelio de hoy*

*Marcos 2, 13-17*
En aquel tiempo, Jesús salió de nuevo a caminar por la orilla del lago; toda la muchedumbre lo seguía y él les hablaba. Al pasar, vio a Leví (Mateo), el hijo del Alfeo, sentado en el banco de los impuestos, y le dijo: “Sígueme”. Él se levantó y lo siguió.

Mientras Jesús estaba a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores se sentaron a la mesa junto con Jesús y sus discípulos, porque eran muchos los que lo seguían. Entonces unos escribas de la secta de los fariseos, viéndolo comer con los pecadores y publicanos, preguntaron a sus discípulos: “¿Por qué su maestro come y bebe en compañía de publicanos y pecadores?”

Habiendo oído esto, Jesús les dijo: “No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido para llamar a los justos, sino a los pecadores”.

*Reflexión:*

La predicación de Jesús está en armonía con su vida de cada día. Anunciar el evangelio es tan cotidiano, sencillo y trascendente como caminar por las orillas del lado de Galilea, y la proclamación del evangelio es algo tan sencillo y fascinante como hablarle a la gente.

Pero su hablar es un hablar de los misterios del reino, de la paternidad de Dios, de su amor sin límites, de su misericordia sin igual. Y la predicación de Jesús se encamina a la creación de una comunidad en torno suyo. Jesús es el centro de la vida de la iglesia, así como el Padre es el centro de la vida de Jesús y a esa comunidad de amor eterno somos invitados los que seguimos a Jesús.

Seguir a Jesús significa dejar atrás todo aquello que nos ata al mundo, para comenzar una vida de atadura a Dios. Jesús no me llama e invita por mi vida virtuosa, sino porque sabe que sin él mi vida no tiene sentido. 

(Evangelización Activa).

*Oración:*

Señor Jesús, te doy gracias de todo corazón por lo que me regalas, dame la fe que me falta, y ayúdame a abandonar mi vida entera en tus manos, y a experimentar tu Amor, a ejemplo de san Mateo, que dejándolo todo te siguió, para que, al igual que él, sepa dejarlo todo, lo que me impida seguirte en una vida coherentemente cristiana. Amén.
*Acción:*

Hoy voy a hacer un pequeño sacrificio para seguir a Cristo más de cerca, a ejemplo de San Mateo que dejándolo todo lo siguió.

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         *”Nuntium Verbi Dei”*   

_”Mensaje de la palabra de Dios”_

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