07/03/16

11:54 p.m.

Del santo Evangelio según san Mateo 9, 18-26
Así les estaba hablando, cuando se acercó un magistrado y se postró ante él diciendo: «Mi hija acaba de morir, pero ven tú a imponerle las manos y vivirá». Jesús se levantó y le siguió junto con sus discípulos. En esto, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años se acercó por detrás y tocó la orla de su manto. Pues se decía para sí: «Con sólo tocar su manto, me salvaré». Jesús se volvió, y al verla le dijo: «¡Animo!, hija, tu fe te ha salvado». Y se curó la mujer desde aquel momento. Al llegar Jesús a casa del magistrado y ver a los flautistas y la gente alborotando, decía: «¡Retiraos! La muchacha no ha muerto; está dormida». Y se burlaban de él. Mas, echada fuera la gente, entró él, la tomó de la mano, y la muchacha se levantó. Y la noticia del suceso se divulgó por toda aquella comarca.

Oración introductoria
Señor, eres mi Salvador y Redentor. Creo que en este justo momento estabas esperando que dejará todo para tener un momento de oración, por eso me acerco con fe, confianza y mucho amor. Te ofrezco esta meditación por aquellos que temen acercarse a Ti.

Petición
Jesús, te pido una fe que toque y transforme mi vida entera.

Meditación del Papa
Los cuatro evangelistas coinciden en testimoniar que la liberación de enfermedades y padecimientos de cualquier tipo, constituían, junto con la predicación, la principal actividad de Jesús en su vida pública. De hecho, las enfermedades son un signo de la acción del mal en el mundo y en el hombre, mientras que las curaciones demuestran que el Reino de Dios -y Dios mismo-, está cerca. Jesucristo vino para vencer el mal desde la raíz, y las curaciones son un anticipo de su victoria, obtenida con su muerte y resurrección. Un día Jesús dijo: "No necesitan médico los que están fuertes, sino los que están mal". En aquella ocasión se refería a los pecadores, que Él había venido a llamar y a salvar [...] Hagamos también como la gente en tiempos de Jesús: presentémosle espiritualmente a todos los enfermos, confiando en que Él quiere y puede curarlos. E invoquemos la intercesión de Nuestra Señora, en especial por las situaciones de mayor sufrimiento y abandono. María, Salud de los enfermos, ¡ruega por nosotros! Benedicto XVI, 5 de febrero de 2012.

Reflexión
Ante las enfermedades todos buscamos al mejor médico, y no paramos hasta encontrarlo. En él ponemos toda nuestra confianza y esperanzas, con tal de que nos dé la salud. No hay sacrificio que no se haga para alcanzar la salud física, pero ¿por qué no hacer lo mismo con nuestra salud espiritual?

En este pasaje evangélico se nos presenta a Cristo que va a resucitar a una niña, pero en el camino una mujer enferma lo toca y recobra la salud. ¿Qué pensaba ella a la hora de tocar la punta del manto del Maestro? Tenía una confianza muy clara de que el Médico de las almas también podría curar su cuerpo. Eso era lo que tenía en la mente y lo que le llevó curarse por la fe.

Cristo no se cansa de alabar la fe de la gente sencilla, porque sabe que ellos son los que más le necesitan y él los necesita para dar a conocer a los fuertes que Dios se vale del débil para dar la salvación a los fuertes.

Propósito
A ejemplo de esa mujer, pidamos a Dios la gracia de la fe y de la confianza en su amor y en su poder, para que cambie nuestros corazones por corazones puros y aptos para la misión que Dios quiera encomedarnos.

Diálogo con Cristo
Señor, el oficial romano y la mujer con flujo de sangre me recuerdan lo maravilloso que es vivir con fe. Tú sabes exactamente qué es lo que necesito, mas esperas que me acerque a Ti y con confianza te pida lo que creo necesitar, por eso te suplico por el don de una fe viva, que no olvide nunca que Tú eres mi Amigo fiel, que eres el compañero que va conmigo siempre, que eres mi Padre bueno que vela continuamente sobre mí.

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5:40 p.m.
Bloch-Sermon_On_The_Mount


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             *”Verbum Spei”*

    _”Palabra de Esperanza”_

   

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*14° Domingo Tiempo Ordinario*

*El Evangelio de hoy*

*Lucas 10, 1-12. 17-20*
En aquel tiempo, Jesús designó a otros setenta y dos discípulos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir, y les dijo: «La cosecha es mucha y los trabajadores pocos. Rueguen, por tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos. Pónganse en camino. Yo los envío como corderos en medio de lobos. No lleven ni dinero, ni morral, ni sandalias; y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Cuando entren en una casa, digan: “Que la paz reine en esta casa”. Y si allí hay gente amante de la paz, el deseo de paz de ustedes se cumplirá; si no, no se cumplirá. Quédense en esa casa, coman y beban de lo que tengan, porque el trabajador tiene derecho a su salario. No anden de casa en casa. En cualquier ciudad donde entren y los reciban, coman de lo que les den, curen a los enfermos que haya, y díganles: “Ya se acerca a ustedes el Reino de Dios”.

Pero si entran en una ciudad y no los reciben, salgan por las calles y digan: “Hasta el polvo de esta ciudad que se nos ha pegado a los pies nos lo sacudimos, en señal de protesta contra ustedes. De todos modos, sepan que el Reino de Dios está cerca”. Yo les digo que en el día del juicio, Sodoma será tratada con menos rigor que esa ciudad».

Los setenta y dos discípulos regresaron llenos de alegría y le dijeron a Jesús: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre».

Él les contestó: «Vi a Satanás caer del cielo como rayo. A ustedes les he dado poder para aplastar serpientes y escorpiones y para vencer toda fuerza del enemigo; y nada les podrá hacer daño. Pero no se alegren de que los demonios se les someten; alégrense más bien de que sus nombres están escritos en el cielo».

*Reflexión:*

Es un buen aliento para cuando nos sentimos fracasados. No debemos olvidarnos nunca de que somos “instrumento” en sus manos. Evangelizar no es la tarea exclusiva de los pastores del pueblo de Dios, ni monopolio de los misioneros de vanguardia. Toda la comunidad eclesial es misionera siempre y en todo lugar. Evangelizar es su misión y su dicha. Con tal de que estemos evangelizados nosotros mismos, todos los cristianos podemos y debemos ser evangelizadores, pues por los sacramentos de la vida cristiana participamos de la misión profética de Cristo. Hoy, más que de conquista se habla experiencia y de testimonio. Es este testimonio de los cristianos lo que mejor puede impactar al incrédulo y al hombre de hoy, harto de propaganda, palabrería y falsos mesianismos. Hoy como ayer, lo que más necesita es el evangelio vivido. Es verdad que hemos de emplear todos los medios a nuestro alcance para difundir la fe, con tal que se avengan con las instrucciones de Jesús en el evangelio de hoy: pobreza y solidaridad, y no avasallamiento y poder. Nuestra misión, hoy como ayer, es ser mensajeros de la paz y la alegría. Los auténticos seguidores y seguidoras de Jesús serán capaces de, en su nombre, lograr la transformación de la vida de las personas y de las realidades sociales en las que viven. El Evangelio no es intimismo, no es buscar el solo bienestar interior sino que es una llamada a salir de nosotros mismos para llevar a los demás la alegría que tenemos en el corazón. Es una propuesta maravillosa, que no se impone por la fuerza. ¿Te sientes enviado por Jesús?

Oración:

Señor Jesús, humildemente inicio mi oración pidiendo tu luz. Estoy seguro de que, al igual que a los 72 discípulos, tu gracia es capaz de encender la llama de mi amor a la misión que me has dado. Amén. 
Acción:

¡Seamos apóstoles con nuestra vida, con nuestro testimonio, con nuestra palabra, y nunca nos avergoncemos de ser lo que somos: católicos, hijos de Dios, discípulos de Jesucristo!

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          *”Nuntium Verbi Dei”*

_”Mensaje de la palabra de Dios”_

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11:32 a.m.
Así habla el Señor: Yo la seduciré, la llevaré al desierto y le hablaré a su corazón. Desde allí, le daré sus viñedos y haré del valle de Acor una puerta de esperanza. Allí, ella responderá como en los días de su juventud, como el día en que subía del país de Egipto. Allí, ella responderá como en los días de su juventud, como el día en que subía del país de Egipto. Aquel día -oráculo del Señor- tú me llamarás: "Mi esposo" y ya no me llamarás: "Mi Baal". Yo te desposaré para siempre, te desposaré en la justicia y el derecho, en el amor y la misericordia; te desposaré en la fidelidad, y tú conocerás al Señor.

11:32 a.m.
Señor, día tras día te bendeciré, y alabaré tu Nombre sin cesar. ¡Grande es el Señor y muy digno de alabanza: su grandeza es insondable! Cada generación celebra tus acciones y le anuncia a las otras tus portentos: ellas hablan del esplendor de tu gloria, y yo también cantaré tus maravillas. Ellas publican tus tremendos prodigios y narran tus grandes proezas; divulgan el recuerdo de tu inmensa bondad y cantan alegres por tu victoria. El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia; el Señor es bueno con todos y tiene compasión de todas sus criaturas.

11:31 a.m.
Mientras Jesús les estaba diciendo estas cosas, se presentó un alto jefe y, postrándose ante él, le dijo: "Señor, mi hija acaba de morir, pero ven a imponerle tu mano y vivirá". Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos. Entonces se le acercó por detrás una mujer que padecía de hemorragias desde hacía doce años, y le tocó los flecos de su manto, pensando: "Con sólo tocar su manto, quedaré curada". Jesús se dio vuelta, y al verla, le dijo: "Ten confianza, hija, tu fe te ha salvado". Y desde ese instante la mujer quedó curada. Al llegar a la casa del jefe, Jesús vio a los que tocaban música fúnebre y a la gente que gritaba, y dijo: "Retírense, la niña no está muerta, sino que duerme". Y se reían de él. Cuando hicieron salir a la gente, él entró, la tomó de la mano, y ella se levantó. Y esta noticia se divulgó por aquella región.

11:31 a.m.
     Desde que Cristo entró en nosotros por su propia carne, resucitaremos enteramente; es inconcebible, o mejor aún, imposible, que la vida no dé vida a los que ella se introduce. De la misma manera que se recubre un tizón encendido con un montón de paja para que conserve intacto el fuego del interior, así también nuestro Señor Jesucristo, a través de su propia carne, esconde su vida en nosotros y pone en ella como una semilla de inmortalidad que aleja toda clase de corrupción que llevamos con nosotros. No es, pues, tan sólo con su palabra que lleva a cabo la resurrección de los muertos, sino que para demostrar que su cuerpo da vida, tal como hemos dicho, toca los cadáveres y por el contacto con su cuerpo devuelve la vida a esos cuerpos que están en vías de descomposición. Si el solo contacto con su carne sagrada devuelve la vida a esos cuerpos mortales, ¡qué provecho no vamos a encontrar en su eucaristía vivificante cuando la recibamos!... No sería suficiente que nuestra alma fuera tan sólo regenerada por el Espíritu para una vida nueva; nuestro cuerpo pesado y terrestre debía también ser santificado por ser partícipe de un cuerpo también consistente y del mismo origen que el nuestro y ser así también llamado a la incorruptibilidad.

Hermanos Franciscanos

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