03/04/16

11:22 a.m.
«Vengan, volvamos al Señor: él nos ha desgarrado, pero nos sanará; ha golpeado, pero vendará nuestras heridas. Después de dos días nos hará revivir, al tercer día nos levantará, y viviremos en su presencia. Esforcémonos por conocer al Señor: su aparición es cierta como la aurora. Vendrá a nosotros como la lluvia, como la lluvia de primavera que riega la tierra». ¿Qué haré contigo, Efraím? ¿Qué haré contigo, Judá? Porque el amor de ustedes es como nube matinal, como el rocío que pronto se disipa. Por eso los hice pedazos por medio de los profetas, los hice morir con las palabras de mi boca, y mi juicio surgirá como la luz. Porque yo quiero amor y no sacrificios, conocimiento de Dios más que holocaustos.

11:22 a.m.
¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad, por tu gran compasión, borra mis faltas! ¡Lávame totalmente de mi culpa y purifícame de mi pecado! Los sacrificios no te satisfacen; si ofrezco un holocausto, no lo aceptas: mi sacrificio es un espíritu contrito, tú no desprecias el corazón contrito y humillado. Trata bien a Sión, Señor, por tu bondad; reconstruye los muros de Jerusalén. entonces te gustarán los sacrificios, ofrendas y holocaustos que se te deben; entonces ofrecerán novillos en tu altar.

11:22 a.m.
Refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, dijo también esta parábola: "Dos hombres subieron al Templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, de pie, oraba así: 'Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas'. En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: '¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!'. Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado".

11:22 a.m.
     Que vuestra oración sea totalmente simple; una sola palabra bastó al publicano y al hijo pródigo para alcanzar el perdón de Dios (Lc 15,21)… Ninguna búsqueda en las palabras de vuestra oración; ¡cuántas veces los tartamudeos simples y monótonos de los niños, hacen doblar el corazón de su padre! No os lancéis a hacer largos discursos a fin de no disipar vuestro espíritu buscando las palabras necesarias. Una sola  palabra del publicano conmovió la misericordia de Dios; una sola palabra llena de fe, salvó al buen ladrón (Lc 23,42). Ser prolijos en la oración, a menudo, no hace más que llenar el espíritu de imágenes y lo disipa, mientras que, a menudo, una sola palabra basta para recogerlo. ¿Te sientes consolado, atraído por una palabra de la oración? Párate en ella, porque es señal que nuestro ángel entonces ora con nosotros. No estés demasiado seguro, aunque hayas alcanzado la pureza, sino más bien una gran humildad, y entonces te sentirás con una gran confianza. Incluso si has subido la escalera de la perfección, ora para impetrar el perdón de tus pecados; escucha este grito de san Pablo: “Soy un pecador, yo, el primero” (1Tm 1,15)…Si estás revestido de dulzura y libre de toda cólera, no te va a costar mucho más liberar a tu espíritu de la cautividad. Mientras no hayamos obtenido la verdadera oración, nos asemejamos a aquellos que enseñan a los niños a dar sus primeros pasos. Trabajad para, con las palabras de vuestra oración, subir el pensamiento, o mejor, contenerlo; si la debilidad de la infancia le hace caer, levantadlo. Porque el espíritu es, por naturaleza, inestable, pero Aquel que todo lo hace firme puede también fijar el espíritu… El primer grado de la oración consiste, pues, en echar con una simple palabra las sugestiones del espíritu en el mismo momento en que ellas se presentan. El segundo es poner atención únicamente en lo que decimos y pensamos. El tercero, es que el alma esté captada por el Señor.

12:16 a.m.
Bloch-Sermon_On_The_Mount

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                  “Verbum Spei”     
           “Palabra de Esperanza” 
        
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3° Viernes Cuaresma
El Evangelio de hoy
Marcos 12,28b-34

En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: «¿Qué mandamiento es el primero de todos?»
Respondió Jesús: «El primero es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser.” El segundo es éste: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” No hay mandamiento mayor que éstos.»
El escriba replicó: «Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de Él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.»
Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: «No estás lejos del reino de Dios.»
Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Reflexión:
La novedad de Jesús consiste precisamente en poner juntos estos dos mandamientos —el amor a Dios y el amor al prójimo— revelando que ellos son inseparables y complementarios, son las dos caras de una misma medalla.
No se puede amar a Dios sin amar al prójimo y no se puede amar al prójimo sin amar a Dios. El mandamiento del amor a Dios y al prójimo es el primero no porque está en la cima de la lista de los mandamientos. Jesús no lo puso en el vértice, sino en el centro, porque es el corazón desde el cual todo debe partir y al cual todo debe regresar y hacer referencia.
A la luz de la palabra de Jesús, el amor es la medida de la fe, y la fe es el alma del amor. Ya no podemos separar la vida religiosa, la vida de piedad del servicio a los hermanos, a aquellos hermanos concretos que encontramos.
No podemos ya dividir la oración, el encuentro con Dios en los Sacramentos, de la escucha del otro, de la proximidad a su vida, especialmente a sus heridas. Recordemos que: el amor es la medida de la fe. ¿Cuánto amas tú? Y cada uno se da la respuesta. ¿Cómo es tu fe? Mi fe es como yo amo. Y la fe es el alma del amor.
Hoy Jesús abre una brecha que permite distinguir dos rostros: el rostro del Padre y el del hermano. No nos entrega dos fórmulas o dos preceptos: no son preceptos y fórmulas; nos entrega dos rostros, es más, un solo rostro, el de Dios que se refleja en muchos rostros, porque en el rostro de cada hermano, especialmente en el más pequeño, frágil, indefenso y necesitado, está presente la imagen misma de Dios.
(Papa Francisco)

Oración:
Señor Jesús, cuántas veces, me has buscado y cuántas veces yo he hecho oídos sordos a tu llamado. Enséñame Dios mío, amarte y de la misma manera amar a mi prójimo. Hoy, Señor me rindo ante ti para decirte que escucharé tu voz cada día en tu Palabra, y andaré según el camino que a través de ella me indiques para que en todo me vaya bien. Amén.

Acción:
El día de hoy me daré un tiempo a estar a solas con Dios, para expresarle todo lo que he perdido por no amarlo con todo el corazón y también por no amar a mi prójimo.
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            “Nuntium Verbi Dei  
“Mensaje de la palabra de Dios”
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Nos unimos en oración por la diócesis de Tuxtepec, en estos momentos de dolor y sufrimiento.

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