11/29/21

11:24 a.m.


Hermanos: Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvado. Con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con la boca se confiesa para obtener la salvación. Así lo afirma la Escritura: El que cree en él, no quedará confundido. Porque no hay distinción entre judíos y los que no lo son: todos tienen el mismo Señor, que colma de bienes a quienes lo invocan. Ya que todo el que invoque el nombre del Señor se salvará. Pero, ¿cómo invocarlo sin creer en él? ¿Y cómo creer, sin haber oído hablar de él? ¿Y cómo oír hablar de él, si nadie lo predica? ¿Y quiénes predicarán, si no se los envía? Como dice la Escritura: ¡Qué hermosos son los pasos de los que anuncian buenas noticias! Pero no todos aceptan la Buena Noticia. Así lo dice Isaías: Señor, ¿quién creyó en nuestra predicación? La fe, por lo tanto, nace de la predicación y la predicación se realiza en virtud de la Palabra de Cristo. Yo me pregunto: ¿Acaso no la han oído? Sí, por supuesto: Por toda la tierra se extiende su voz y sus palabras llegan hasta los confines del mundo.

11:24 a.m.


Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores. Entonces les dijo: "Síganme, y yo los haré pescadores de hombres". Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron. Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó. Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.

11:24 a.m.


“¡Qué agradable y delicioso que vivan unidos los hermanos!” (Sal 132,1) Andrés, después de haber permanecido junto a Jesús (Jn 1,39) y haber aprendido mucho no guardó este tesoro para sí. Se apresura y corre donde su hermano Simón Pedro para hacerle partícipe de los bienes que él había recibido. Considera lo que dijo a su hermano: “Hemos encontrado al Mesías (que quiere decir Cristo).” (Jn 1,41) ¿Te das cuenta del fruto de las enseñanzas que aprendió en tan poco tiempo? Demuestra a la vez la autoridad del Maestro que ha enseñado a sus discípulos y, desde los comienzos, el celo de ellos por conocerle. La prisa de Andrés, su celo por extender en seguida la buena noticia, supone un alma ardiente al ver el cumplimiento de tantas profecías referidas a Cristo. Muestra una amistad verdaderamente fraterna, un afecto profundo y una forma de ser muy sincera, al comunicar así las riquezas espirituales..."Hemos encontrado al Mesías", dice, "no un mesías cualquiera, sino al Mesías que esperábamos".