10/26/19

11:23 p.m.


Por: H. Abraham Cortés, LC | Fuente: www.somosrc.mx

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Dame la gracia, Señor, de reconocer que soy un pecador, tener la certeza de que Tú me puedes comprender como soy y me amas sin condiciones.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 18, 9-14

En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola sobre algunos que se tenían por buenos y despreciaban a los demás:

“Dos hombres subieron al templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: ‘Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos y adúlteros; tampoco soy como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todas mis ganancias’.

El publicano, en cambio, se quedó lejos y no se atrevía a levantar los ojos al cielo. Lo único que hacía era golpearse el pecho, diciendo: ‘Dios mío, apiádate de mí, que soy un pecador’.

Pues bien, Yo les aseguro que éste bajó a su casa justificado y aquél no; porque todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”.

Palabra del Señor.


Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Cristo comienza reconociendo la realidad de que hay personas que se consideran mejores que otras y por esto se sienten superiores y desprecian a los demás, pero el hecho de que se crean mejores que muchas personas a su alrededor, les quita el mérito de sus talentos y las cosas que hacen bien, porque encontrarse con una persona engreída que se cree mejor que todos no es una experiencia buena.

El primer personaje de la parábola tiene muchas cosas por las que agradecer a Dios, pero lo hace de una manera soberbia porque no reconoce el don del cual Dios le hace partícipe ni que sus cualidades no son obra suya sino un regalo de Dios. Más allá que juzgar a las personas pecadoras con las que nos encontramos, debemos pedir por ellas y ver que nosotros podemos estar bien en algunos aspectos pero que todavía no somos perfectos.

En cambio, la segunda persona orante que aparece en la historia es alguien que reconoce sus limitaciones y no se avergüenza de decir que se ha equivocado y necesita del perdón de Dios en su vida. La persona que sabe pedir perdón es un tesoro para los que lo rodean porque tiene la humildad de decir que no es perfecto, y eso ayuda a todos a crear una cultura de misericordia donde Dios ocupa el primer lugar y nosotros nos esforzamos por seguir su ejemplo.

«Ante Dios nos presentamos todos con las manos vacías, un poco como el publicano de la parábola que se había detenido a orar al final del templo. Y cada vez que un hombre, al hacer el último examen de conciencia de su vida, descubre que las faltas son muchas más que las obras de bien, no debe desanimarse, sino confiarse a la misericordia de Dios. Y esto nos da esperanza, ¡esto nos abre el corazón! Dios es Padre, y hasta el último momento espera nuestro regreso. Y al hijo pródigo que ha regresado, que comienza a confesar sus culpas, el padre le cierra la boca con un abrazo. ¡Este es Dios: así nos ama!».
(Audiencia de S.S. Francisco, 25 de octubre de 2017).


Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Perdonar a alguien que me haya hecho algún mal.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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11:07 p.m.
Bloch-Sermon_On_The_Mount

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_”Verbum Spei”_
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*30° Domingo Tiempo Ordinario*
*El Evangelio de hoy*
*Lucas 18, 9-14*

En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola a algunos que se sentían seguros de sí mismos por creerse a paz y salvo con Dios y despreciaban a los demás:
“Una vez subieron al templo dos hombres a orar; uno era un fariseo y el otro un recaudador. El fariseo se colocó aparte y empezó a orar así: ‘Oh Dios, te doy gracias de que no soy como los demás, ladrones, desleales, adúlteros; ni como ese recaudador. Ayuno dos veces por semana, y pago el diezmo de todo lo que tengo’. En cambio el recaudador se quedó atrás y ni siquiera se atrevía a levantar la vista al cielo, sino que se golpeaba el pecho y decía: ‘¡Oh Dios, ten compasión de este pecador!’. Pues bien, les digo que al volver a su casa, el que estaba a paz y salvo con Dios era el recaudador y no el fariseo. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”.

*Reflexión*
El Evangelio de este domingo nos propone la parábola del fariseo y del publicano. Allí donde los demás solo ven la ruina, Jesús lograba ver una revelación de Dios. Ve algo positivo en el publicano, de quien todos decían: “No sabe rezar”. Jesús vivía de tal modo unido al Padre por medio de la oración, que para Él todo se convertía en una expresión de oración. Hoy las personas sencillas del pueblo que dicen que no saben rezar, saben hablar con Jesús, conversan todo el tiempo con Dios. ¿Conoces personas así? El pueblo tiene muchas maneras de expresar su devoción y su oración.
El discípulo misionero, gracias a la oración, siempre se incluye en la necesidad de la salvación que está llamado a anunciar y en los sacramentos que debe comunicar. Lo que es cierto es que la misión de evangelización que nos ha sido confiada como Iglesia no podría ser completada si adoptásemos una actitud dominante en el encuentro con los demás, seguros y convencidos de nuestra superioridad moral y religiosa. La misión tiene que ofrecer una propuesta humilde de la amistad de Cristo, en el respeto infinito de la libertad religiosa de los hombres y mujeres de nuestra época, de sus culturas y de su historia.

*Oración*
Señor Jesús, enséñanos a orar con humildad y confianza al Padre; que no nos dejemos llevar por el orgullo y la autosuficiencia. Que tu Santo Espíritu nos enseñe a orar. Amén.

*Acción*
Hoy reflexionaré: ¿Qué actitudes en relación con nuestros hermanos bloquean la autenticidad de nuestra oración? ¿Nos sentimos superiores a los demás solo por el cumplimiento de ritos externos?
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_”Nuntium Verbi Dei”_
_“Mensaje de la palabra de Dios”_
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10:37 p.m. ,


Reflexión breve de Lc 18,9-14: En aquel tiempo, a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola: "Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: "¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo." El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador. " Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido."


10:19 p.m. ,


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10:46 a.m.


Porque el Señor es juez y no hace distinción de personas: no se muestra parcial contra el pobre y escucha la súplica del oprimido; no desoye la plegaria del huérfano, ni a la viuda, cuando expone su queja. El que rinde el culto que agrada al Señor, es aceptado, y su plegaria llega hasta las nubes. La súplica del humilde atraviesa las nubes y mientras no llega a su destino, él no se consuela: no desiste hasta que el Altísimo interviene, para juzgar a los justos y hacerles justicia.

10:46 a.m.


Bendeciré al Señor en todo tiempo, su alabanza estará siempre en mis labios. Mi alma se gloría en el Señor: que lo oigan los humildes y se alegren. pero el Señor rechaza a los que hacen el mal para borrar su recuerdo de la tierra. Cuando ellos claman, el Señor los escucha y los libra de todas sus angustias. El Señor está cerca del que sufre y salva a los que están abatidos. Pero el Señor rescata a sus servidores, y los que se refugian en El no serán castigados.

10:46 a.m.


Querido hermano: Yo ya estoy a punto de ser derramado como una libación, y el momento de mi partida se aproxima: he peleado hasta el fin el buen combate, concluí mi carrera, conservé la fe. Y ya está preparada para mí la corona de justicia, que el Señor, como justo Juez, me dará en ese Día, y no solamente a mí, sino a todos los que hayan aguardado con amor su Manifestación. Cuando hice mi primera defensa, nadie me acompañó, sino que todos me abandonaron. ¡Ojalá que no les sea tenido en cuenta! Pero el Señor estuvo a mi lado, dándome fuerzas, para que el mensaje fuera proclamado por mi intermedio y llegara a oídos de todos los paganos. Así fui librado de la boca del león. Pero el Señor estuvo a mi lado, dándome fuerzas, para que el mensaje fuera proclamado por mi intermedio y llegara a oídos de todos los paganos. El Señor me librará de todo mal y me preservará hasta que entre en su Reino celestial. ¡A él sea la gloria por los siglos de los siglos! Amén.