01/23/16

11:48 p.m.

Por: P. Sergio A. Córdova | Fuente: Catholic.net

Del santo Evangelio según san Lucas 1, 1-4. 4, 14-21
Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas, tal como nos lo enseñaron los que desde el principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra, me ha parecido también a mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo, para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido.Y Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea, y se difundió su fama por toda la tierra de alrededor. Y enseñaba en las sinagogas de ellos, y era glorificado por todos. Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer. Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres, me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón, a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, a predicar el año de gracia del Señor. Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros.

Oración introductoria
Señor, en Cristo te has hecho presente en nuestra historia, por eso es relativamente fácil tener el deseo de seguirte, pero qué difícil es continuar con entusiasmo cuando se empiezan a experimentar las exigencias de tu seguimiento. Para perseverar en la fidelidad necesito de tu gracia, te la pido en esta oración.

Petición
Señor, ayúdame a tomar cada día como una oportunidad para crecer en el amor, en la imitación, en el seguimiento de tu Hijo Jesucristo.

Meditación del Papa Francisco

Comúnmente se habla del sacramento de la “Confirmación”, palabra que significa "unción". Y, de hecho, a través del aceite llamado "sagrado Crisma", somos conformados, en la potencia del Espíritu, a Jesucristo, el cual es el único y verdadero "ungido", el "Mesías", el Santo de Dios. Hemos escuchado en el Evangelio como Jesús lo lee en Isaías. Es el ungido. Soy enviado y estoy ungido para esta misión.

El término "Confirmación" nos recuerda que este Sacramento aporta un crecimiento de la gracia bautismal: nos une más firmemente a Cristo; lleva a cumplimiento nuestro vínculo con la Iglesia; nos da una especial fuerza del Espíritu Santo para difundir y defender la fe, para confesar el nombre de Cristo y para no avergonzarnos nunca de su cruz. Y por eso es importante ocuparse de que nuestros niños y nuestros jóvenes reciban este sacramento. Todos nosotros nos ocupamos de que sean bautizados y esto es bueno, pero, quizás, no le damos tanta importancia a que reciban la Confirmación. ¡Se quedan a mitad camino y no reciben el Espíritu Santo! Que es tan importante para la vida cristiana, porque nos da la fuerza para seguir adelante.  (Homilía de S.S. Francisco, 29 de enero de 2014).

Reflexión
El evangelio de hoy tiene algo de "mágico" y de seductor. Mejor diré, de "místico", de histórico y de poético a la vez. Trataré de explicarme.

Creo que a todos nos gusta remontarnos a nuestras propias “raíces”: recordar nuestra infancia, o que nuestros padres nos narren anécdotas y aventuras de cuando éramos pequeños. A quienes tienen un cierto aire de romanticismo, les fascina saber cómo, cuándo, dónde y en qué circunstancias se conocieron sus papás, cómo se enamoraron, cómo fue su noviazgo, su matrimonio, su luna de miel y cómo fueron llegando los hijos.

Más aún, a los que son más curiosos por naturaleza o tienen cierta vena poética, les encanta saber cómo eran sus papás de chiquitos, y piden a los abuelos que les cuenten de esas historias como para poder juguetear y reír con ellos cuando eran todavía infantes. Y, si se puede ir todavía más lejos -conocer la vida de los abuelos, de los bisabuelos, de la tierra natal, las costumbres de entonces, etc.- tanto mejor. Todo este mundo queda como envuelto por una atmósfera intimista y llena del calor familiar. Por eso alguien ha dicho que "recordar es como volver a revivir el pasado".

Pues, sin temor a exagerar, yo creo que esto es lo que Lucas logra con sus narraciones. Nadie mejor que él nos transmite algunos hechos entrañables sobre la infancia de Jesús -sin duda, recuerdos y narraciones recogidas directamente de los labios de la Madre, la Santísima Virgen María-. Todavía hoy, a distancia de dos mil años, tienen toda esa frescura, ese candor y esa fragancia encantadora que brotan del corazón de una madre. Y, aunque en el pasaje de hoy no encontramos nada expresamente sobre la infancia del Salvador, con un poco de intuición podemos trasladarnos, de la mano del evangelista, a aquellos años maravillosos de la niñez y adolescencia de Jesús, y llegar con el espíritu hasta su pueblo natal.

"Fue Jesús a Nazaret, donde se había criado –nos cuenta Lucas- entró en la sinagoga, como era su costumbre los días de sábado, y se puso en pie para hacer la lectura”. Es sabido que este "médico de almas" escribió su evangelio hacia el año 65 ó 70 de nuestra era. Eso significa que nos está relatando una historia ya pasada, pero muy entrañable para él y para la entera comunidad cristiana de los inicios. ¡Había que conservar por escrito el tesoro de esos recuerdos tan valiosos para que sirvieran de enseñanza a las futuras generaciones de cristianos! Pero, además, el evangelista está evocando algo que había sucedido veinte o veinticinco años atrás, cuando Jesús era todavía niño o adolescente, y María lo acompañaba a la "escuela" -a la casa del rabino o a la sinagoga— para que aprendiera a leer y a comprender las Escrituras, como todo israelita piadoso. ¡Qué sabroso imaginar al Jesús adolescente, al lado de su Madre, yendo a la sinagoga, allá en Nazaret, en su pueblo natal!

Bueno, pues llegado el momento de su vida pública, vuelve Jesús al lugar donde se había criado, y vuelve a hacer la lectura, como seguramente ya lo habría hecho cantidad de veces durante su vida. Y tal vez también su Madre acudiría, santamente orgullosa -como cualquier madre-, a escuchar a su Hijo a hacer la lectura y la explicación del texto sagrado. "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque Él me ha ungido -comenzó a leer con voz clara y sonora-. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; para dar la libertad a los oprimidos; para anunciar un año de gracia del Señor".

Palabras solemnes del profeta Isaías, promesas de Yahvé a su pueblo. Nos hablan de la llegada de un Redentor, del Mesías ungido por el Espíritu del Señor y de su misión: la liberación de Israel. ¿Podemos imaginar la profunda conmoción interior que experimentaría Jesús en su alma? ¡Estas Escrituras se referían a Él, por supuesto, y estaban para cumplirse en esos precisos momentos!... Jesús se sentó. Breves instantes de meditación personal. Sin duda ponderaba muy bien la solemnidad y la trascendencia histórica del momento. "Todo el mundo tenía los ojos fijos en Él" -nos refiere el evangelista—. Y enseguida comenzó a hablarles: "HOY se cumple esta Escritura que acabáis de oír". ¡Nadie mejor que Él podía explicar estas profecías y nunca mejor que entonces se aplicaban al pie de la letra!.. "HOY”, hoy se cumplen las promesas de Yahvé.

Pues también en el "hoy" de nuestra vida de cada día, a través de la Iglesia y de los sacramentos, se cumplen esas promesas de salvación. Es en los sacramentos y en la liturgia sagrada -la oración "pública y oficial" de la Iglesia— en donde esa maravillosa historia pasada se hace "eternamente presente". En cada Santa Misa, en cada confesión, en cada Eucaristía, en la celebración de la liturgia se "actualiza" nuestra Redención. No son simples recuerdos o evocaciones de nuestra memoria o de nuestra fantasía, sino acontecimientos que vuelven a revivirse y a realizarse en el tiempo como si estuviesen sucediendo en el momento presente. Dios es eterno y para Él no hay tiempo ni distancias. Para Él existe sólo el "HOY".

Propósito
¡Ojalá que nuestra fe y nuestro amor nos ayuden a alcanzar los frutos benditos de la Redención que Cristo nos adquirió con su Pasión, muerte y resurrección, y que se actualizan en los sacramentos! Si sabemos aprovechar esas gracias, también hoy nos llega a nosotros la salvación de Jesucristo.

Diálogo con Cristo
Señor, me has dado muchos medios para conocerte: tu Palabra en la Escritura, los sacramentos, el buen ejemplo de otros cristianos; gracias por ayudarme a buscarte con fe, esperanza y amor. Dame la gracia de seguirte con sinceridad y transparencia para cumplir la misión que me has encomendado.
 

Preguntas o comentarios al autor   P. Sergio Cordova LC


10:52 p.m.
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3° Domingo Tiempo Ordinario
El Evangelio de hoy
Lucas 1,1-4.4,14-21

Muchos han tratado de relatar ordenadamente los acontecimientos que se cumplieron entre nosotros, tal como nos fueron transmitidos por aquellos que han sido desde el comienzo testigos oculares y servidores de la Palabra. Por eso, después de informarme cuidadosamente de todo desde los orígenes, yo también he decidido escribir para ti, excelentísimo Teófilo, un relato ordenado, a fin de que conozcas bien la solidez de las enseñanzas que has recibido. Jesús volvió a Galilea con el poder del Espíritu y su fama se extendió en toda la región. Enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan. Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. El me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor.” Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Entonces comenzó a decirles: “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de escuchar”

Reflexión:
“Hoy se cumplen estas profecías que acaban de escuchar”. Jesús no vino a leer la Biblia. Vino a cumplirla. Un hoy que hace referencia a la actualidad, a nuestra situación personal y comunitaria: “hoy se cumple esta Escritura”; “hoy ha nacido el salvador”; “hoy estarás conmigo en el paraíso”. Hoy debe cumplirse lo que es la Buena Noticia. El cristiano vive siempre en el hoy de Dios siempre presente, siempre buscándolos.
La palabra y los actos no deben presentar ruptura. Este hoy del que nos habla el Evangelio, nos sigue cuestionando. Si bien es cierto que la liberación de Jesús tiene un matiz de interioridad y afecta al corazón mismo de la persona, también es cierto que esa liberación tiene un marcado acento social, que realiza y quiere hacer presente el Reino de Dios; negarlo sería negar prácticamente todo el Evangelio. Hoy, también para nosotros, puede ser ese gran día si la Palabra de Dios que hemos escuchado comienza a ser viva y eficaz, porque es espíritu y vida.
Hoy se puede cumplir esta Escritura que acabamos de escuchar. En este año del jubileo de la misericordia, también nosotros, los cristianos, los discípulos de Jesús de Nazaret, debemos hacer el propósito de predicar con nuestras palabras y con nuestras obras la gracia y la paz de Dios, su misericordia. Durante este año de la misericordia seamos nosotros predicadores de la paz y de la misericordia de Dios, como el Papa Francisco nos recuerda y nos recomienda todos los días.
Jesús mismo es «el hoy» de la salvación en nuestra historia.

Oración:
Señor, tu Palabra me llena de vida y de esperanza, y me deja una gran promesa de amor que, sólo a un Dios vivo y glorioso, podría habérsele ocurrido algo tan alejado de todo entendimiento humano: comer tu cuerpo y beber tu sangre para la vida eterna. Amén.

Acción:
Hoy haré un examen de conciencia evaluando cómo ha sido mi caridad hacia los demás, especialmente con aquellos a los que debo amar más.
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            “Nuntium Verbi Dei  
“Mensaje de la palabra de Dios”
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12:05 p.m.
El sacerdote Esdras trajo la Ley ante la Asamblea, compuesta por los hombres, las mujeres y por todos los que podían entender lo que se leía. Era el primer día del séptimo mes. Luego, desde el alba hasta promediar el día, leyó el libro en la plaza que está ante la puerta del Agua, en presencia de los hombres, de las mujeres y de todos los que podían entender. Y todo el pueblo seguía con atención la lectura del libro de la Ley. Esdras, el escriba, estaba de pie sobre una tarima de madera que habían hecho para esa ocasión. Junto a él, a su derecha, estaban Matitías, Semá, Anaías, Urías, Jilquías y Maaseías, y a su izquierda Pedaías, Misael, Malquías, Jasúm, Jasbadaná, Zacarías y Mesulám. Esdras abrió el libro a la vista de todo el pueblo - porque estaba más alto que todos - y cuando lo abrió, todo el pueblo se puso de pie. Esdras bendijo al Señor, el Dios grande y todo el pueblo, levantando las manos, respondió: "¡Amén! ¡Amén!". Luego se inclinaron y se postraron delante del Señor con el rostro en tierra. Ellos leían el libro de la Ley de Dios, con claridad, e interpretando el sentido, de manera que se comprendió la lectura. Entonces Nehemías, el gobernador, Esdras, el sacerdote escriba, y los levitas que instruían al pueblo, dijeron a todo el pueblo: "Este es un día consagrado al Señor, su Dios: no estén tristes ni lloren". Porque todo el pueblo lloraba al oír las palabras de la Ley. Después añadió: "Ya pueden retirarse; coman bien, beban un buen vino y manden una porción al que no tiene nada preparado, porque este es un día consagrado a nuestro Señor. No estén tristes, porque la alegría en el Señor es la fortaleza de ustedes".

12:05 p.m.
La ley del Señor es perfecta, reconforta el alma; el testimonio del Señor es verdadero, da sabiduría al simple. Los preceptos del Señor son rectos, alegran el corazón; los mandamientos del Señor son claros, iluminan los ojos. La palabra del Señor es pura, permanece para siempre; los juicios del Señor son la verdad, enteramente justos. ¡Ojalá sean de tu agrado las palabras de mi boca, y lleguen hasta ti mis pensamientos, Señor, mi Roca y mi redentor!

12:05 p.m.
Hermanos: Así como el cuerpo tiene muchos miembros, y sin embargo, es uno, y estos miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también sucede con Cristo. Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo Cuerpo -judíos y griegos, esclavos y hombres libres- y todos hemos bebido de un mismo Espíritu. El cuerpo no se compone de un solo miembro sino de muchos. Si el pie dijera: "Como no soy mano, no formo parte del cuerpo", ¿acaso por eso no seguiría siendo parte de él? Y si el oído dijera: "Ya que no soy ojo, no formo parte del cuerpo", ¿acaso dejaría de ser parte de él? Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿dónde estaría el oído? Y si todo fuera oído, ¿dónde estaría el olfato? Pero Dios ha dispuesto a cada uno de los miembros en el cuerpo, según un plan establecido. Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? De hecho, hay muchos miembros, pero el cuerpo es uno solo. El ojo no puede decir a la mano: "No te necesito", ni la cabeza, a los pies: "No tengo necesidad de ustedes". Más aún, los miembros del cuerpo que consideramos más débiles también son necesarios, y los que consideramos menos decorosos son los que tratamos más decorosamente. Así nuestros miembros menos dignos son tratados con mayor respeto, ya que los otros no necesitan ser tratados de esa manera. Pero Dios dispuso el cuerpo, dando mayor honor a los miembros que más lo necesitan, a fin de que no haya divisiones en el cuerpo, sino que todos los miembros sean mutuamente solidarios. ¿Un miembro sufre? Todos los demás sufren con él. ¿Un miembro es enaltecido? Todos los demás participan de su alegría. Ustedes son el Cuerpo de Cristo, y cada uno en particular, miembros de ese Cuerpo. En la Iglesia, hay algunos que han sido establecidos por Dios, en primer lugar, como apóstoles; en segundo lugar, como profetas; en tercer lugar, como doctores. Después vienen los que han recibido el don de hacer milagros, el don de curar, el don de socorrer a los necesitados, el don de gobernar y el don de lenguas. ¿Acaso todos son apóstoles? ¿Todos profetas? ¿Todos doctores? ¿Todos hacen milagros? ¿Todos tienen el don de curar? ¿Todos tienen el don de lenguas o el don de interpretarlas?

12:05 p.m.
Muchos han tratado de relatar ordenadamente los acontecimientos que se cumplieron entre nosotros, tal como nos fueron transmitidos por aquellos que han sido desde el comienzo testigos oculares y servidores de la Palabra. Por eso, después de informarme cuidadosamente de todo desde los orígenes, yo también he decidido escribir para ti, excelentísimo Teófilo, un relato ordenado, a fin de que conozcas bien la solidez de las enseñanzas que has recibido. Jesús volvió a Galilea con el poder el Espíritu y su fama se extendió en toda la región. Enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan. Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. El me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor. Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Entonces comenzó a decirles: "Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír".

12:05 p.m.
Cuando leéis: “Enseñaba en las sinagogas y todo el mundo hablaba bien de él.” (Lc 4,15) no penséis que aquella gente era especialmente afortunada porque oía a Cristo, ni que vosotros estáis privados de estas enseñanzas. Si la Escritura es la verdad, Dios no ha hablado sólo en las asambleas de los judíos de entonces, sino que habla hoy todavía en nuestra asamblea. Y no sólo aquí, entre nosotros, sino en otras reuniones y en el mundo entero, Jesús enseña y busca los instrumentos para transmitir su doctrina. Rogad por mí para que me encuentre dispuesto y apto para cantar sus alabanzas. Del mismo modo que Dios encontró a los profetas, Isaías, Jeremías, Ezequiel, Daniel en tiempos en que los hombres estaban privados de las profecías, asimismo Jesús busca instrumentos para transmitir su palabra y “enseñar a los pueblos en sus sinagogas, y todos hablaban bien de él.” Hoy Jesús es glorificado por muchos más que en aquel tiempo en que fue conocido sólo por la gente de su provincia.

5:23 a.m.
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2° Sábado Tiempo Ordinario
El Evangelio de hoy
Marcos 3, 20-21

En aquel tiempo volvió Jesús con sus discípulos a casa y se juntó tanta gente, que no los dejaban ni comer. Se enteraron sus parientes y fueron a hacerse cargo de él, pues decían: Está loco.

Reflexión:
A primera vista parece que este Evangelio habla mal de Cristo en vez de hablar bien. Pero si leemos entre líneas encontraremos que no es así. Cristo se consagró al Padre para cumplir una misión dada, concreta e importantísima, que era precisamente la salvación de todos los hombres. Y Cristo, sabiendo la responsabilidad que tenía y teniendo un amor infinito hacia el Padre, no dudaba en sacrificar nada para cumplir su misión, por amor al Padre y a los hombres.
Si tenía que predicar todo el día, lo hacía, aunque esto implicara quedarse sin comer, aunque no durmiera, aunque apenas tuviera tiempo para descansar. Hasta cierto punto, es normal que sus parientes, al verle, dijeran “está fuera de sí.” Y claro, una persona apasionada por llevar el Evangelio a todas las gentes no puede hacer otra cosa que aparecer como un loco delante de los hombres. Pero delante de Dios, es un héroe, pues su principal motivación es el amor. Contemplemos el ejemplo de Cristo e imitémosle en esa locura por hacer el bien a los que nos rodean, por amor a Cristo y su Reino.

Oración:
Señor Jesús, tú me has mostrado el camino, nada fácil, pero seguro a la felicidad. Quiero enamorarme y ser fiel a mi vocación, por eso te suplico el don de vivir solamente para Ti. Amén.

Acción:
Hoy examinaré qué tanto dejo que me influya el qué dirán de los demás en mis decisiones.
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