06/20/17

11:48 p.m.

Por: H. Rubén Tornero, LC | Fuente: www.missionkits.org

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Jesús, gracias por el inmenso amor que me has tenido. Te doy las gracias de todo corazón por este momento de encuentro personal contigo. Aumenta mi fe. Creo en Ti, Jesús, pero bien sabes que mi fe es débil. No la dejes desfallecer. Confío en Ti, Jesús. Quiero abandonarme totalmente a tus paternales manos; todo lo que tengo y lo que soy, te lo doy. Te amo, pero dame la gracia de aprender a recibir tu inmenso amor. Dame la gracia de dejarme amar por Ti, de amarte y de ser un reflejo de tu amor para los demás.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Mateo 6, 1-6. 16-18

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Tengan cuidado de no practicar sus obras de piedad delante de los hombres, para que los vean. De lo contrario, no tendrán recompensa con su Padre celestial.

Por lo tanto, cuando des limosna, no lo anuncies con trompeta, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, para que los alaben los hombres. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. En cambio, cuando tú des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará.

Cuando ustedes hagan oración, no sean como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora ante tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará.

Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como esos hipócritas que descuidan la apariencia de su rostro, para que la gente note que están ayunando. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara para que no sepa la gente que estás ayunando, sino tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará".

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Jesús, hoy me pides que todo lo que haga sea de manera humilde, escondida, allí donde sólo tu mirada puede penetrar.

Me dices que allí es donde el Padre me recompensará… y yo me pregunto, ¿qué he hecho de extraordinario para que Tú me recompenses?, ¿qué puedo darte yo que no haya recibido de Ti? Nada; y sin embargo, Tú me quieres dar la mejor recompensa: Tu amor.

¿Acaso no me amas ya aunque no ayune, ore ni dé limosna? ¡Claro que sí! Me amas por lo que soy, y no por lo que hago. Y entonces, ¿para qué hacer todo lo que me dices? Tú me pides todo esto, no para que Tú me regales tu amor, sino para que yo pueda recibirlo.

Me pides orar en lo secreto, en medio del silencio, ya que sabes que sólo allí, en la intimidad, puedo escuchar tu voz que dice: "Te amo".

Me pides dar limosna sin esperar que me pongan una estatua en la ciudad o un comercial en la tv… pues sabes cuán presto los hombres olvidamos. Tú, en cambio, quieres darme un amor sin fecha de caducidad, un amor que dure para siempre…, pero yo no puedo recibirlo si estoy lleno de alabanzas humanas, del mismo modo que sólo puedo llenar una copa con un buen vino si está vacía.

Tú me pides ayunar sin poner cara de viernes santo, pues sabes que la verdadera felicidad no me la dan los banquetes, sino el privarme de algo para dárselo al que está a mi lado.

Jesús, ¡yo no quiero otra recompensa que no seas Tú! Mírame. Dame la gracia de aprender a cifrar mi felicidad sólo en Ti.

"Bienaventurados los que soportan con fe los males que otros les infligen y perdonan de corazón; bienaventurados los que miran a los ojos a los descartados y marginados mostrándoles cercanía; bienaventurados los que reconocen a Dios en cada persona y luchan para que otros también lo descubran; bienaventurados los que protegen y cuidan la casa común; bienaventurados los que renuncian al propio bienestar por el bien de otros; bienaventurados los que rezan y trabajan por la plena comunión de los cristianos... Todos ellos son portadores de la misericordia y ternura de Dios, y recibirán ciertamente de él la recompensa merecida."
(Homilía de S.S. Francisco, 1 de noviembre de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy voy a privarme de alguna cosa que me guste y se la voy a regalar a alguien.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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11:34 a.m.
Sepan que el que siembra mezquinamente, tendrá una cosecha muy pobre; en cambio, el que siembra con generosidad, cosechará abundantemente. Que cada uno dé conforme a lo que ha resuelto en su corazón, no de mala gana o por la fuerza, porque Dios ama al que da con alegría. Por otra parte, Dios tiene poder para colmarlos de todos sus dones, a fin de que siempre tengan lo que les hace falta, y aún les sobre para hacer toda clase de buenas obras. Como dice la Escritura: El justo ha prodigado sus bienes: dio a los pobres y su justicia permanece eternamente. El que da al agricultor la semilla y el pan que lo alimenta, también les dará a ustedes la semilla en abundancia, y hará crecer los frutos de su justicia. Así, serán colmados de riquezas y podrán dar con toda generosidad; y esa generosidad, por intermedio nuestro, se transformará en acciones de gracias a Dios.

11:34 a.m.
Feliz el hombre que teme al Señor y se complace en sus mandamientos. Su descendencia será fuerte en la tierra: la posteridad de los justos es bendecida. En su casa habrá abundancia y riqueza, generosidad permanecerá para siempre. Para los buenos brilla una luz en las tinieblas: es el Bondadoso, el Compasivo y el Justo. Él da abundantemente a los pobres: su generosidad permanecerá para siempre, y alzará su frente con dignidad.

11:34 a.m.
Jesús dijo a sus discípulos: Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre que está en el cielo. Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa. Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

11:34 a.m.
No se trata de concebir la oración interior como libre de todas las formas tradicionales, como si fuera una piedad simplemente subjetiva y en oposición a la liturgia, que sería la oración objetiva de la Iglesia. Toda verdadera oración es oración de la Iglesia; a través de toda verdadera oración pasa alguna cosa en la Iglesia y es la misma Iglesia la que ora porque es el Espíritu Santo quien, viviendo en ella y en cada alma de manera única, “intercede por nosotros con gemidos inefables” (Rm 8,26). Y esa es, precisamente, la verdadera oración, porque “sin el Espíritu Santo, nadie es capaz de decir ‘Jesús es Señor’” (1C 12,3). ¿Qué sería la oración de la Iglesia si no fuera la ofrenda de aquellos que, ardiendo en amor, se dan a Dios que es amor? El don de sí a Dios, por amor y sin límites, y el don divino que se nos da a cambio, la unión plena y constante, es la más alta elevación del corazón a la que podemos llegar, el grado más alto de oración. Las almas que han llegado a ella son, en verdad, el corazón de la Iglesia; vive en ellas el amor de Jesús, gran sacerdote. Escondidas con Cristo en Dios (Col 3,3), hacen llegar a otros corazones el amor divino del cual están llenas y colaboran, así, en Jesús, a la unidad perfecta de todos en Dios, que fue y es el deseo más grande de Jesús.