09/01/21

11:29 a.m.


Por eso, desde que nos enteramos de esto, oramos y pedimos sin cesar por ustedes, para que Dios les haga conocer perfectamente su voluntad, y les dé con abundancia la sabiduría y el sentido de las cosas espirituales. Así podrán comportarse de una manera digna del Señor, agradándolo en todo, fructificando en toda clase de obras buenas y progresando en el conocimiento de Dios. Fortalecidos plenamente con el poder de su gloria, adquirirán una verdadera firmeza y constancia de ánimo, y darán gracias con alegría al Padre, que nos ha hecho dignos de participar de la herencia luminosa de los santos. Porque él nos libró del poder de las tinieblas y nos hizo entrar en el Reino de su Hijo muy querido, en quien tenemos la redención y el perdón de los pecados.

11:29 a.m.


El Señor manifestó su victoria, reveló su justicia a los ojos de las naciones: se acordó de su amor y su fidelidad en favor del pueblo de Israel. Los confines de la tierra han contemplado el triunfo de nuestro Dios. se acordó de su amor y su fidelidad en favor del pueblo de Israel. Los confines de la tierra han contemplado el triunfo de nuestro Dios. se acordó de su amor y su fidelidad en favor del pueblo de Israel. Los confines de la tierra han contemplado el triunfo de nuestro Dios. Aclame al Señor toda la tierra, prorrumpan en cantos jubilosos. Canten al Señor con el arpa y al son de instrumentos musicales; con clarines y sonidos de trompeta aclamen al Señor, que es Rey.

11:29 a.m.


En una oportunidad, la multitud se amontonaba alrededor de Jesús para escuchar la Palabra de Dios, y él estaba de pie a la orilla del lago de Genesaret. Desde allí vio dos barcas junto a la orilla del lago; los pescadores habían bajado y estaban limpiando las redes. Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que se apartara un poco de la orilla; después se sentó, y enseñaba a la multitud desde la barca. Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: "Navega mar adentro, y echen las redes". Simón le respondió: "Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero si tú lo dices, echaré las redes". Así lo hicieron, y sacaron tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto de romperse. Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Ellos acudieron, y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo: "Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador". El temor se había apoderado de él y de los que lo acompañaban, por la cantidad de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: "No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres". Ellos atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo, lo siguieron.

11:29 a.m.


Estoy enormemente agradecido a Dios que me ha concedido una gracia tan grande que, por mi medio, como intermediario, “pueblos numerosos” han renacido para Dios...: “Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra”... Es así que quiero esperar lo que ha prometido, aquel que no falta nunca a su palabra, tal como nos lo asegura en el Evangelio: “Vendrán muchos de Oriente y Occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob”. Así confiamos que los creyentes vendrán de todas partes del mundo. Por eso es importante consagrarse a la pesca como es debido y vigilantes, según la exhortación y la enseñanza del Señor que dice: “Venid y seguidme y os haré pescadores de hombres”. Y dice también por los profetas: He aquí que envío pescadores y cazadores en gran número”. Por eso era importante lanzar nuestras redes, a fin de que “una gran multitud [de peces]”, que “una multitud” sea cogida por Dios y que, para bautizar y exhortar al pueblo, por todas partes haya presbíteros, según la palabra del Señor: “Id y haced discípulos de todos los pueblos bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándolos a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. (Referencias bíblicas: Ez 38,6; Is 49,6; Hch 1,4; Mt 8,11; Mt 4, 19; Jr 16,16; Lc 5,6; Lc 6,17; Mt 28,19)       

11:29 a.m.


    “La suegra de Simón estaba acostada; tenía fiebre”. Que Cristo pueda venir a nuestra casa, entrar y curar con una sola palabra la fiebre de nuestros pecados. Cada uno de nosotros tiene fiebre. Cada vez que nos encolerizamos, tenemos fiebre; todos nuestros defectos son otras tantas subidas de fiebre. Pidamos a los apóstoles que oren a Jesús para que venga a nosotros y nos coja de la mano; porque en cuanto él habrá tocado nuestra mano, la fiebre desaparecerá.     El jefe de los médicos es un médico eminente y serio. Moisés es médico, Isaías y todos los santos son médicos; pero Jesús es el jefe de todos los médicos. Sabe perfectamente coger el pulso y sondear los secretos de las enfermedades. No toca ni la frente, ni la oreja, ni ninguna otra parte del cuerpo, pero coge la mano… Cuando nuestra mano da a conocer los síntomas de nuestras malas acciones, no nos podemos levantar, somos incapaces de andar, porque estamos realmente enfermos. […] Pero este médico misericordioso, él mismo se acerca a la cama; él que llevó sobre sus hombros a la oveja enferma, se acerca ahora hacia nuestro lecho.