02/09/14

11:53 p.m.
Del santo Evangelio según san Marcos 6, 53-56.

Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret y atracaron. Apenas desembarcaron, le reconocieron en seguida, recorrieron toda aquella región y comenzaron a traer a los enfermos en camillas adonde oían que él estaba. Y dondequiera que entraba, en pueblos, ciudades o aldeas, colocaban a los enfermos en las plazas y le pedían que tocaran siquiera la orla de su manto; y cuantos la tocaron quedaban salvados.


Oración introductoria


Señor Jesús, que me amas tanto. Tú, misericordioso, que has derramado tu sangre para salvarnos del pecado y de la muerte. Derrama con abundancia tu gracia redentora sobre todos los hombres, especialmente sobre los más alejados de Ti por el pecado. Te ofrezco esta meditación por todos mis seres queridos. Abre nuestros corazones para acoger tu gracia con fervor y constancia, para cumplir tu voluntad en nuestra vida y alcanzar la salvación.


Petición


Señor, dispón nuestros corazones a la acción constante de tu gracia salvadora.


Meditación del Papa Francisco


La mirada de Jesús nos levanta siempre; nos eleva, nos alza; nunca nos deja ahí, donde estábamos antes de encontrarle. Ni tampoco quita algo: Nunca te abaja, nunca te humilla, te invita a alzarte, y haciendo oír su amor da el valor necesario para poderle seguir. Pero ¿cómo era esta mirada de Jesús? No era una mirada mágica, porque Cristo no era un especialista en hipnosis, sino algo muy distinto. Basta pensar en cómo miraba a los enfermos y los curaba o en cómo miraba a la multitud que le conmovía, porque la sentía como ovejas sin pastor. Es necesario reflexionar no sólo en cómo miraba Jesús, sino también en cómo se sentían mirados los destinatarios de aquellas miradas. Porque Jesús miraba a cada uno y cada uno se sentía mirado por Él, como si llamara a cada uno por su propio nombre. Por esto la mirada de Cristo cambia la vida. A todos y en toda situación. (S.S. Francisco, 21 de septiembre de 2013, homilía en misa matutina en capilla de Santa Marta).


Reflexión


La Voluntad de Dios es que todos los hombres se salven mediante la gracia redentora de Cristo. Nuestra entrega a la Misión tiene que ser un secundar esta gracia en nuestra vida y en la vida de los que nos rodean. Cristo nos llama a ser instrumentos de su gracia, corredentores con Él, apóstoles de su amor y misericordia. Que nuestra vida cotidiana esté siempre envuelta en ese ambiente redentor en el que Cristo está siempre al centro y que todas nuestras acciones tengan el dulce olor de Cristo salvador.


Propósito


En todas mis actividades tendré presente el fin último de mi vida que es llegar a Dios.


Diálogo con Cristo


¡Jesús, qué alegría saberme salvado por tu gracia! Gracias por concederme sentirme renovado y fortificado con tu gracia santificante. Concédeme acercarme siempre a Ti con la fe y la sencillez del niño que todo lo espera de su padre. Que mi amor a tu amistad vaya siempre en aumento y el deseo de poseerte eternamente sea mi única ilusión.


"Dios no se deja condicionar por nuestros prejuicios humanos, sino que ve en cada uno un alma que es preciso salvar, y le atraen especialmente aquellas almas a las que se considera perdidas y que así lo piensan ellas mismas."
(Benedicto XVI, Ángelus, 31 de octubre de 2010)



February 09, 2014 at 11:48PM

11:08 a.m.
Entonces Salomón reunió junto a él en Jerusalén, a los ancianos de Israel, a todos los jefes de las tribus y a los príncipes de las casas paternas de los israelitas, para subir el Arca de la Alianza del Señor desde la Ciudad de David, o sea, desde Sión. Todos los hombres de Israel se reunieron junto al rey Salomón en el mes de Etaním - el séptimo mes - durante la Fiesta. Cuando llegaron todos los ancianos de Israel, los sacerdotes levantaron el Arca, y subieron el Arca del Señor, con la Carpa del Encuentro y todos los objetos sagrados que había en la Carpa. Los que trasladaron todo eso fueron los sacerdotes y los levitas. Mientras tanto, el rey Salomón y toda la comunidad de Israel reunida junto a él delante del Arca, sacrificaban carneros y toros, en tal cantidad que no se los podía contar ni calcular. Los sacerdotes introdujeron el Arca de la Alianza en su sitio, en el lugar santísimo de la Casa - el Santo de los santos - bajo las alas de los querubines. Porque los querubines desplegaban sus alas sobre el sitio destinado al Arca, y resguardaban por encima el Arca y sus andas. En el Arca se encontraban únicamente las dos tablas de piedra que Moisés, en el Horeb, había depositado allí: las tablas de la Alianza que el Señor había hecho con los israelitas a su salida de Egipto. Mientras los sacerdotes salían del Santo, la nube llenó la Casa del Señor, de manera que los sacerdotes no pudieron continuar sus servicios a causa de la nube, porque la gloria del Señor llenaba la Casa. Entonces Salomón dijo: "El Señor ha decidido habitar en la nube oscura. Sí, yo te he construido la Casa de tu señorío, un lugar donde habitarás para siempre". February 08, 2014 at 05:00PM

11:08 a.m.
Hemos sabido que el Arca está en Efrata, la encontramos en los campos de Jaar. Entremos, pues, en su morada, postrémonos ante la tarima de sus pies. ¡Levántate, Señor, y ven a tu reposo, tú y el Arca de tu fuerza! ¡Que tus sacerdotes se revistan de justicia y tus fieles griten de alegría! Por amor a David, tu servidor, no apartes la cara de tu ungido. February 08, 2014 at 05:00PM

11:08 a.m.
Después de atravesar el lago, llegaron a Genesaret y atracaron allí. Apenas desembarcaron, la gente reconoció en seguida a Jesús, y comenzaron a recorrer toda la región para llevar en camilla a los enfermos, hasta el lugar donde sabían que él estaba. En todas partes donde entraba, pueblos, ciudades y poblados, ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que los dejara tocar tan sólo los flecos de su manto, y los que lo tocaban quedaban curados. February 08, 2014 at 05:00PM

11:08 a.m.
Misericordia divina, que nos acompañas toda la vida, confío en ti. Misericordia divina, que nos rodeas particularmente en la hora de la muerte, confío en ti. Misericordia divina, que nos das la vida eterna, confío en ti. Misericordia divina, presente en cada instante de nuestra vida, confío en ti. Misericordia divina, que nos proteges del fuego del infierno, confío en ti. Misericordia divina, que conviertes a los pecadores recalcitrantes, confío en ti. Misericordia divina, maravilla para los ángeles, inconcebible para los santos, confío en ti. Misericordia divina, insondable en todos, los misterios divinos, confío en ti. Misericordia divina, que nos levantas de toda miseria, confío en ti. Misericordia divina, fuente de nuestra felicidad y nuestro gozo, confío en ti. Misericordia divina, que nos llamas de la nada a la existencia, confío en ti. Misericordia divina, que sostienes en tus manos cuanto existe, confío en ti. Misericordia divina, que coronas todo lo que existe y existirá, confío en ti. Misericordia divina, en la cual estamos sumergidos, confío en ti. Misericordia divina, dulce quietud de los corazones atormentados, confío en ti. Misericordia divina, la sola esperanza de las almas desesperadas, confío en ti. Misericordia divina, descanso de los corazones, paz en el espanto, confío en ti. Misericordia divina, delicia y maravilla de las almas santas, confío en ti. Misericordia divina, que nos das la esperanza contra toda esperanza, confío en ti. Oh Dios eterno, en quien la misericordia es insondable e inagotable el tesoro de la compasión, míranos con bondad y llénanos de tu misericordia a fin de que en los momentos difíciles no desesperemos jamás, no perdamos el valor, sino que nos sometamos con total confianza a tu santa voluntad ya que es el mismo amor y misericordia February 08, 2014 at 05:00PM

12:25 a.m.
Del santo Evangelio según san Mateo 5, 13-16

Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres. " Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.


Oración introductoria


Señor, el día de hoy dispusiste todo para que pueda tener este momento de intimidad contigo. Me invitas a ser sal de la tierra, luz para los demás, y yo quiero hacerlo, dame la gracia que necesito y la fortaleza para ser fiel a tu amor.


Petición


Jesús, que la tibieza y mediocridad se mantengan alejadas de mi vida, quiero ser la luz y la sal en mi entorno familiar y social.


Meditación del Papa Francisco


El cristiano, según la metáfora evangélica, está llamado a ser la sal de la tierra. Pero si no transmite el sabor que el Señor le ha dado, se transforma en "sal insípida" y se convierte en "un cristiano de museo". ¿Cómo hacer para que la sal no se vuelva insípida?

El sabor de la sal cristiana nace de la certeza de la fe, de la esperanza y de la caridad que brota de la consciencia de que Jesús resucitó por nosotros y nos ha salvado. Pero esta certeza no se nos dio simplemente para conservarla.

La sal que hemos recibido es para darla; es para dar sabor, para ofrecerla. De otro modo se vuelve insípida y no sirve. Pero la sal tiene también otra particularidad: cuando se usa bien no se percibe el sabor de la sal misma ni altera el sabor de las cosas. Esta es la originalidad cristiana: cuando nosotros anunciamos la fe, con esta sal, cada uno la recibe en su peculiaridad, como los alimentos. Y es que la originalidad cristiana no es una uniformidad. Consiste en que cada uno sigue siendo lo que es, con los dones que el Señor le ha dado». (S.S. Francisco, 31 de mayo de 2013, homilía en misa matutina en capilla de Santa Marta).


Reflexión


Lucas nos cuenta que, cuando nació Jesús en Belén, se apareció un ejército celestial a un grupo de pastores para darles la buena nueva y la gloria del Señor los envolvió con su luz (Lc 2, 9). Y el anciano Simeón, cuando ve entrar a María y a José al templo para presentar el Niño al Señor, lo toma en brazos y lo llama “luz para iluminar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel” (Lc 2, 32).


San Juan, por su parte, nos dice que en Cristo, "estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz luce en las tinieblas, pero las tinieblas no la acogieron" (Jn 1, 4). Y, un poco más adelante: "Él era la luz verdadera que, viniendo a este mundo, ilumina a todo hombre. Estaba en el mundo y por Él fue hecho el mundo, pero el mundo no le conoció" (Jn 1, 9-10).


Aparece aquí nuevamente el tema de la luz y de las tinieblas, del que hablamos hace dos semanas. San Juan trata repetidamente de esta realidad en su evangelio y en sus cartas. Efectivamente, Cristo mismo se definió "el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn 14, 6); y afirmó que "el que crea en Él, no perecerá, sino tendrá la vida eterna... El que cree en Él, no es juzgado, pero el que no cree en Él ya está juzgado porque no creyó en el nombre del Unigénito Hijo de Dios. Y el juicio consiste en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas" (Jn 3, 16.18-19).


La luz es la fe, el amor y la vida de cara a la verdad. Las tinieblas son la incredulidad, la hipocresía, la mentira, el odio, el no abrir el corazón ni aceptar a Cristo. El mismo Juan resume así todo el objetivo de su evangelio: "Estas cosas (semeia) fueron escritas para que creáis que Jesús es el Mesías, Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre" (Jn 20, 31). Éste es como el núcleo central y el "leitmotiv" de su mensaje.


Pero no basta con que Jesús sea la luz del mundo. Él quiere que también nosotros, cada cristiano, sea también luz del mundo: "Vosotros sois la luz del mundo; vosotros sois la sal de la tierra" (Mt 5, 13-14).


Y enseguida nos explica este apoftegma: "Si la sal se desvirtúa, ¿con qué se salará? Para nada sirve ya, sino para tirarla y que la pisen los hombres". Está claro que la sal es para salar y para dar sazón a la comida. En nuestra sociedad consumista, la sal es un ingrediente que carece prácticamente de valor porque nos hemos acostumbrado a tenerla. Y, además, es muy fácil conseguirla y cuesta poco. Pero si, por enfermedad o por algún otro motivo, nos vemos privados temporalmente de ella, nos damos cuenta de cuán necesaria es en la vida.


Pero no sólo. Hoy en día contamos con refrigeradores, neveras y conservantes. En el tiempo de Jesús nada de esto existía. La sal era usada también para conservar los alimentos –sobre todo las carnes y el pescado- y era un elemento indispensable para que no se descompusieran.


Cuando el Señor nos dice que los cristianos debemos ser sal de la tierra, nos está diciendo que tenemos que dar sabor y sazón al alimento; pero también que debemos servir como conservantes para que el mundo no se pudra en su pecado y en sus vicios. Tenemos que ser como la levadura en la masa, o como el alma en el cuerpo.


A este propósito, existe un bello texto espiritual de la época de los Padres, llamado "Carta a Diogneto", que habla sobre la misión de los cristianos en el mundo. Dice así:


Los cristianos no se distinguen de los demás hombres ni por el lugar en que viven, ni por su lenguaje, ni por sus costumbres. Ellos, en efecto, no tienen ciudades propias, ni utilizan un hablar insólito, ni llevan un género de vida distinto. Su sistema doctrinal no ha sido inventado gracias al talento y especulación de hombres estudiosos; ni profesan, como otros, una enseñanza basada en autoridad de hombres.


Viven en ciudades griegas y bárbaras, según les cupo en suerte; siguen las costumbres de los habitantes del país, tanto en el vestir como en todo su estilo de vida; y, sin embargo, dan muestras de un tenor de vida admirable y, a juicio de todos, increíble.


Habitan en su propia patria, pero como forasteros; toman parte en todo como ciudadanos, pero lo soportan todo como extranjeros; toda tierra extraña es patria para ellos, pero están en toda patria como en tierra extraña. Igual que todos, se casan y engendran hijos, pero no se deshacen de los hijos que conciben. Tienen la mesa en común, pero no el lecho.


Viven en la carne, pero no según la carne. Viven en la tierra, pero su ciudadanía está en el cielo. Obedecen las leyes establecidas, y con su modo de vivir superan esas leyes. Aman a todos, y todos los persiguen. Se les condena sin conocerlos. Se les da muerte, y con ello reciben la vida.


Son pobres, y enriquecen a muchos; carecen de todo, pero abundan en todo. Sufren la deshonra, y ello les sirve de gloria; sufren detrimento en su fama, y ello atestigua su justicia. Son maldecidos, y bendicen; son tratados con ignominia, y ellos, a cambio, devuelven honor. Hacen el bien, y son castigados como malhechores; y, al ser castigados con la muerte, se alegran como si se les diera la vida. Los judíos los combaten como a extraños y los gentiles los persiguen; y, sin embargo, los mismos que los aborrecen no saben explicar el motivo de su enemistad.


Para decirlo en pocas palabras: los cristianos son en el mundo lo que el alma en el cuerpo. El alma, en efecto, se halla esparcida por todos los miembros el cuerpo; así también los cristianos se encuentran dispersos por todas las ciudades del mundo.


El alma habita en el cuerpo, pero no procede del cuerpo; los cristianos viven en el mundo, pero no son del mundo. El alma invisible está encerrada en la cárcel del cuerpo visible; los cristianos viven visiblemente en el mundo, pero su religión es invisible. La carne aborrece y combate al alma, sin haber recibido de ella agravio alguno, sólo porque le impide disfrutar de los placeres; también el mundo aborrece a los cristianos, sin haber recibido agravio de ellos porque se oponen a sus placeres.


El alma ama al cuerpo y a sus miembros, a pesar de que éste la aborrece; también los cristianos aman a los que los odian. El alma está encerrada en el cuerpo; también los cristianos se hallan retenidos en el mundo como en una cárcel, pero ellos son los que mantienen la trabazón del mundo. El alma inmortal habita en una tienda mortal; también los cristianos viven como peregrinos en moradas corruptibles mientras esperan la incorrupción celestial. El alma se perfecciona con la mortificación en el comer y beber; también los cristianos, constantemente mortificados, se multiplican más y más. Tan importante es el puesto que Dios les ha asignado del que no les es lícito desertar (Carta a Diogneto, cap. 5-6).


Esto significa ser sal de la tierra. Esto significa ser luz del mundo.


Propósito


Ojalá que cada uno de los cristianos estemos a la altura de esta noble y excelsa misión para que, con nuestro testimonio y nuestra vida santa, hagamos que este mundo viva de un modo más humano y cada día más cerca de Dios.



February 08, 2014 at 11:52PM

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