03/26/17

10:38 a.m.
Así habla el Señor: Sí, yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva. No quedará el recuerdo del pasado ni se lo traerá a la memoria, sino que se regocijarán y se alegrarán para siempre por lo que yo voy a crear: porque voy a crear a Jerusalén para la alegría y a su pueblo para el gozo. Jerusalén será mi alegría, yo estaré gozoso a causa de mi pueblo, y nunca más se escucharán en ella ni llantos ni alaridos. Ya no habrá allí niños que vivan pocos días ni ancianos que no completen sus años, porque el más joven morirá a los cien años y al que no llegue a esa edad se lo tendrá por maldito. Edificarán casas y las habitarán, plantarán viñas y comerán sus frutos.

10:38 a.m.
Yo te glorifico, Señor, porque tú me libraste y no quisiste que mis enemigos se rieran de mí. Tú, Señor, me levantaste del Abismo y me hiciste revivir, cuando estaba entre los que bajan al sepulcro. Canten al Señor, sus fieles; den gracias a su santo Nombre, porque su enojo dura un instante, y su bondad, toda la vida: si por la noche se derraman lágrimas, por la mañana renace la alegría. «Escucha, Señor, ten piedad de mí; ven a ayudarme, Señor.» Tu has cambiado mi duelo en una danza, me quitaste el luto y me ceñiste de alegría. Así mi corazón te cantará sin callarse jamás. ¡Señor, mi Dios, por siempre te alabaré!

10:38 a.m.
Jesús partió hacia Galilea. El mismo había declarado que un profeta no goza de prestigio en su propio pueblo. Pero cuando llegó, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la Pascua; ellos también, en efecto, habían ido a la fiesta. Y fue otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había allí un funcionario real, que tenía su hijo enfermo en Cafarnaún. Cuando supo que Jesús había llegado de Judea y se encontraba en Galilea, fue a verlo y le suplicó que bajara a curar a su hijo moribundo. Jesús le dijo: "Si no ven signos y prodigios, ustedes no creen". El funcionario le respondió: "Señor, baja antes que mi hijo se muera". "Vuelve a tu casa, tu hijo vive", le dijo Jesús. El hombre creyó en la palabra que Jesús le había dicho y se puso en camino. Mientras descendía, le salieron al encuentro sus servidores y leanunciaron que su hijo vivía. El les preguntó a qué hora se había sentido mejor. "Ayer, a la una de la tarde, se le fue la fiebre", le respondieron. El padre recordó que era la misma hora en que Jesús le había dicho: "Tu hijo vive". Y entonces creyó él y toda su familia. Este fue el segundo signo que hizo Jesús cuando volvió de Judea a Galilea.

10:38 a.m.
«Todo el que invoca el nombre del Señor se salvará» (Jl 3,5; Rm 19,13). En cuanto a mi no sólo le invoco, sino que ante todo creo en su grandeza. No es por lo que me da que persevero en mis súplicas, sino porque es la Vida verdadera y es en él que respiro; sin él no hay movimiento ni progreso. No es tanto por los lazos de la esperanza que soy atraído sino por los lazos del amor. No es de los dones sino del Dador que siempre tengo nostalgia. No aspiro a la gloria, sino que quiero abrazarme al Señor de la gloria. No es la sed de la vida la que siempre me consume, sino el recuerdo de aquel que da la vida. No es por el deseo de felicidad que suspiro, que desde lo más profundo de mi corazón rompo en sollozos, sino por el deseo de aquel que lo prepara. No es el descanso lo que busco, sino el rostro de aquel que pacificará mi corazón suplicante. No es por el festín nupcial que languidezco, sino del deseo del Esposo. En la espera cierta de su poder a pesar de la carga de mis pecados, creo con una esperanza inquebrantable y me pongo confiadamente en la mano del Todopoderoso, de quien no solamente obtendré el perdón sino que le veré a él mismo en persona, gracias a su misericordia y a su compasión y, aunque merezco perfectamente ser proscrito, heredaré el cielo.

1:32 a.m.
Bloch-Sermon_On_The_Mount

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               *”Verbum Spei”*

        _”Palabra de Esperanza”_

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*4° Domingo de Cuaresma*

*El Evangelio de hoy*

*Juan 9, 1-41*
En aquel tiempo, Jesús vio al pasar a un ciego de nacimiento, y sus discípulos le preguntaron: “Maestro, ¿quién pecó para que éste naciera ciego, él o sus padres?”. Jesús respondió: “Ni él pecó, ni tampoco sus padres. Nació así para que en él se manifestaran las obras de Dios. Es necesario que yo haga las obras del que me envió, mientras es de día, porque luego llega la noche y ya nadie puede trabajar. Mientras esté en el mundo, yo soy la luz del mundo”.

Dicho esto, escupió en el suelo, hizo lodo con la saliva, se lo puso en los ojos al ciego y le dijo: “Ve a lavarte en la piscina de Siloé (que significa “enviado”). Él fue, se lavó y volvió con vista.

Entonces los vecinos y los que lo habían visto antes pidiendo limosna, preguntaban: “¿No es éste el que se sentaba a pedir limosna?”. Unos decían: “Es el mismo”. Otros: “No es él, sino que se le parece”. Pero él decía: “Yo soy”. Y le preguntaban: “Entonces, ¿cómo se te abrieron los ojos?”. Él les respondió: “El hombre que se llama Jesús hizo lodo, me lo puso en los ojos y me dijo: “Ve a Siloé y lávate”. Entonces fui, me lavé y comencé a ver”. Le preguntaron: “¿En dónde está él?”. Les contestó: “No lo sé”.

Llevaron entonces ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día en que Jesús hizo lodo y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaron cómo había adquirido la vista. Él les contestó: “Me puso lodo en los ojos, me lavé y veo”. Algunos de los fariseos comentaban: “Ese hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado”. Otros replicaban: “¿Cómo puede un pecador hacer semejantes prodigios?”. Y había división entre ellos. Entonces volvieron a preguntarle al ciego: “Y tú, ¿qué piensas del que te abrió los ojos?”. Él les contestó: “Que es un profeta”.

Pero los judíos no creyeron que aquel hombre, que había sido ciego, hubiera recobrado la vista. Llamaron, pues, a sus padres y les preguntaron: “¿Es éste su hijo, del que ustedes dicen que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?”. Sus padres contestaron: “Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego. Cómo es que ahora ve o quién le haya dado la vista, no lo sabemos. Pregúntenselo a él; ya tiene edad suficiente y responderá por sí mismo”. Los padres del que había sido ciego dijeron esto por miedo a los judíos, porque éstos ya habían convenido en expulsar de la sinagoga a quien reconociera a Jesús como el Mesías. Por eso sus padres dijeron: “Ya tiene edad; pregúntenle a él”.

Llamaron de nuevo al que había sido ciego y le dijeron: “Da gloria a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es pecador”. Contestó él: “Si es pecador, yo no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo”. Le preguntaron otra vez: “¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?”. Les contestó: “Ya se lo dije a ustedes y no me han dado crédito. ¿Para qué quieren oírlo otra vez? ¿Acaso también ustedes quieren hacerse discípulos suyos?”. Entonces ellos lo llenaron de insultos y le dijeron: “Discípulo de ése lo serás tú. Nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios. Pero ése, no sabemos de dónde viene”.

Replicó aquel hombre: “Es curioso que ustedes no sepan de dónde viene y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero al que lo teme y hace su voluntad, a ése sí lo escucha. Jamás se había oído decir que alguien abriera los ojos a un ciego de nacimiento. Si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder”. Le replicaron: “Tú eres puro pecado desde que naciste, ¿cómo pretendes darnos lecciones?”. Y lo echaron fuera.

Supo Jesús que lo habían echado fuera, y cuando lo encontró, le dijo: “¿Crees tú en el hijo del hombre?”. Él contestó: “¿Y quién es, Señor, para que yo crea en él?”. Jesús le dijo: “Ya lo has visto; el que está hablando contigo, ése es”. Él dijo: “Creo, Señor”. Y postrándose, lo adoró.

Entonces le dijo Jesús: “Yo he venido a este mundo para que se definan los campos: para que los ciegos vean, y los que ven queden ciegos”. Al oír esto, algunos fariseos que estaban con él le preguntaron: “¿Entonces, también nosotros estamos ciegos?”. Jesús les contestó: “Si estuvieran ciegos, no tendrían pecado; pero como dicen que ven, siguen en su pecado”.

*Reflexión:*

En el evangelio de este domingo, en concreto, el ciego de nacimiento, cuando se encontró con Jesús, recibió, además de la luz física para sus ojos, la luz espiritual para su alma. Jesús fue para él la Luz que iluminó sus ojos físicos e iluminó su alma para ver en Cristo la Luz de Dios y para ver todas las cosas del mundo bajo la luz de Cristo. Jamás se oyó decir, dice el ciego de nacimiento, que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento; si este no viniera de Dios no tendría ningún poder. 

En nuestro tiempo actual, podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que hay más ciegos espirituales que ciegos materiales. Nuestra sociedad es, en gran parte, atea e incrédula, incapaz de ver las cosas de este mundo bajo la luz de Dios, bajo la luz de Cristo. 

Los cristianos tenemos el gran reto de mostrar, con nuestros hechos y con nuestras palabras, a los muchos ciegos espirituales de hoy a ver las cosas de mundo bajo la luz de Dios, bajo la luz de Cristo. Para los ciegos espirituales todas las cosas de este mundo empiezan y terminan en este mundo. Lo único importante para ellos es tener buena salud física, triunfar en los negocios, gozar de los bienes materiales del sexo, de la vanagloria, del poder, etc.

*Oración:*

Señor Jesús, que tu presencia nos libre de la ceguera material y concédenos tu Luz para ver todas las cosas bajo la óptica de tu mirada. Amén.
*Acción:*

Que este día, a ejemplo del ciego, que aprendamos​ a ver las cosas de este mundo bajo la luz de Cristo, los bienes reales de la salud, del dinero, del poder, del goce material de los sentidos, sólo son totalmente valiosos si están subordinados a los bienes espirituales de la salud espiritual y, en definitiva, al amor de Dios y al amor al prójimo.

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         *”Nuntium Verbi Dei”*   

_”Mensaje de la palabra de Dios”_

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Hermanos Franciscanos

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