11/16/20

12:26 p.m.


Yo, Juan, oí al Señor que me decía: Escribe al Angel de la Iglesia de Sardes: «El que posee los siete Espíritus de Dios y las siete estrellas, afirma: "Conozco tus obras: aparentemente vives, pero en realidad estás muerto. Permanece alerta y reanima lo que todavía puedes rescatar de la muerte, porque veo que tu conducta no es perfecta delante de mi Dios. Recuerda cómo has recibido y escuchado la Palabra: consérvala fielmente y arrepiéntete. Porque si no vigilas, llegaré como un ladrón, y no sabrás a qué hora te sorprenderé. Sin embargo, tienes todavía en Sardes algunas personas que no han manchado su ropa: ellas me acompañarán vestidas de blanco, porque lo han merecido. El vencedor recibirá una vestidura blanca, nunca borraré su nombre del Libro de la Vida y confesaré su nombre delante de mi Padre y de sus Angeles". El que pueda entender, que entienda lo que el Espíritu dice a las Iglesias. Escribe al Angel de la Iglesia de Laodicea: "El que es el Amén, el Testigo fiel y verídico, el Principio de las obras de Dios, afirma: "Conozco tus obras: no eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Por eso, porque eres tibio, te vomitaré de mi boca. Tú andas diciendo: Soy rico, estoy lleno de bienes y no me falta nada. Y no sabes que eres desdichado, digno de compasión, pobre, ciego y desnudo. Por eso, te aconsejo: cómprame oro purificado en el fuego para enriquecerte, vestidos blancos para revestirte y cubrir tu vergonzosa desnudez, y un colirio para ungir tus ojos y recobrar la vista. Yo corrijo y reprendo a los que amo. ¡Reanima tu fervor y arrepiéntete! Yo estoy junto a la puerta y llamo: si alguien oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos. Al vencedor lo haré sentar conmigo en mi trono, así como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono". El que pueda entender, que entienda lo que el Espíritu dice a las Iglesias.»

12:26 p.m.


El que procede rectamente y practica la justicia; el que dice la verdad de corazón y no calumnia con su lengua. El que no hace mal a su prójimo ni agravia a su vecino, y no calumnia con su lengua. El que no hace mal a su prójimo ni agravia a su vecino, y no calumnia con su lengua. El que no hace mal a su prójimo ni agravia a su vecino, el que no estima a quien Dios reprueba y honra a los que temen al Señor. El que no se retracta de lo que juró, aunque salga perjudicado; el que no presta su dinero a usura ni acepta soborno contra el inocente. El que procede así, nunca vacilará.

12:26 p.m.


Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos. El quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura. Entonces se adelantó y subió a un sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí. Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: "Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa". Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: "Se ha ido a alojar en casa de un pecador". Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: "Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más". Y Jesús le dijo: "Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido".

12:26 p.m.


Zaqueo oraba así en su corazón: «Dichoso el que es digno de recibir a este Justo en su casa». Nuestro Señor le dijo: «¡Zaqueo, baja en seguida!» Éste, viendo que el Señor conocía su pensamiento, se dijo: «Puesto que conoce lo que pienso, también conoce todo lo que he hecho». Por eso declaró: «Todo lo que he adquirido injustamente, lo restituiré cuatro veces más». «Baja en seguida de la higuera, porque hoy tengo que alojarme en tu casa». Gracias a esta segunda higuera, la de este jefe de publicanos, la primera higuera, la de Adán, cae en el olvido, e igualmente es olvidado el nombre de Adán, gracias al justo Zaqueo...: «Hoy ha sido la salvación de esta casa»... El que ayer no era más que un ladrón, hoy, por su prontitud en la obediencia, se ha convertido en bienhechor; el que ayer era un recolector de impuestos, hay se ha convertido en discípulo. Zaqueo dejó la ley antigua; y se subió sobre una higuera inerte, símbolo de la sordera de su espíritu. Pero esta misma ascensión es símbolo de su salvación. Abandonó la bajeza, y subió para ver a la divinidad en las alturas. Nuestro Señor se apresuró a hacerle bajar de la higuera seca, su antigua manera de ser, para que no quedara sordo para siempre. Mientras llameaba en él el amor de nuestro Señor, consumió en sí mismo al hombre antiguo para modelar en él a un hombre nuevo.