12/31/14

10:46 a.m.
El Señor dijo a Moisés: Habla en estos términos a Aarón y a sus hijos: Así bendecirán a los israelitas. Ustedes les dirán: Que el Señor te bendiga y te proteja. Que el Señor haga brillar su rostro sobre ti y te muestre su gracia. Que el Señor te descubra su rostro y te conceda la paz. Que ellos invoquen mi Nombre sobre los israelitas, y yo los bendeciré.

10:46 a.m.
El Señor tenga piedad y nos bendiga, haga brillar su rostro sobre nosotros, para que en la tierra se reconozca su dominio, y su victoria entre las naciones. Que canten de alegría las naciones, porque gobiernas a los pueblos con justicia y guías a las naciones de la tierra. ¡Que los pueblos te den gracias, Señor, que todos los pueblos te den gracias! Que Dios nos bendiga, y lo teman todos los confines de la tierra.

10:46 a.m.
Hermanos: Cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la Ley, para redimir a los que estaban sometidos a la Ley y hacernos hijos adoptivos. Y la prueba de que ustedes son hijos, es que Dios infundió en nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama a Dios llamándolo" ¡Abba!, es decir, ¡Padre! Así, ya no eres más esclavo, sino hijo, y por lo tanto, heredero por la gracia de Dios.

10:46 a.m.
Los pastores fueron rápidamente y encontraron a María, a José, y al recién nacido acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que habían oído decir sobre este niño, y todos los que los escuchaban quedaron admirados de lo que decían los pastores. Mientras tanto, María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón. Y los pastores volvieron, alabando y glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído, conforme al anuncio que habían recibido. Ocho días después, llegó el tiempo de circuncidar al niño y se le puso el nombre de Jesús, nombre que le había sido dado por el Angel antes de su concepción.

10:46 a.m.
Hoy la Iglesia venera especialmente la Maternidad de María. Esta es como un mensaje final de la octava de la Navidad del Señor. El nacimiento hace referencia siempre a la que ha engendrado, a la que da la vida, a la que da al mundo al Hombre. El primer día del año nuevo es el día de la Madre. La vemos, pues, como en tantos cuadros y esculturas, con el Niño en brazos, con el Niño en su seno. (…) No hay imagen más conocida y que hable de modo más sencillo sobre el misterio del nacimiento del Señor, como la de la Madre con Jesús en brazos. ¿Acaso no es esta imagen la fuente de nuestra confianza singular? (…) Pero hay aún otra imagen de la Madre con el Hijo en brazos. Y se encuentra en esta basílica; es la "Piedad", María con Jesús bajado de la cruz, (…), y que después de la muerte vuelve a aquellos brazos que lo ofrecieron en Belén cual Salvador del mundo. Así, pues, quisiera unir hoy nuestra oración por la paz a esta doble imagen. Quisiera enlazarla con esta Maternidad que la Iglesia venera de modo particular en la octava del nacimiento del Señor. Por ello digo: «Madre, que sabes lo que significa estrechar entre los brazos el cuerpo muerto del Hijo, de Aquel a quien has dado la vida, ahorra a todas las madres de esta tierra la muerte de sus hijos, los tormentos, la esclavitud, la destrucción de la guerra, las persecuciones, los campos de concentración, las cárceles. Mantén en ellas el gozo del nacimiento, del sustento, del desarrollo del hombre y de su vida. En nombre de esta vida, en nombre del nacimiento del Señor, implora con nosotros la paz y la justicia en el mundo. Madre de la Paz, en toda la belleza y majestad de tu Maternidad que la Iglesia exalta y el mundo admira, te pedimos: “Permanece con nosotros en todo momento. Haz que este nuevo año sea año de paz en virtud del nacimiento y la muerte de tu Hijo.” Amén».

12:36 a.m.


Del santo Evangelio según san Juan 1, 1-8

En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios.

Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron. Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Este vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz. La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; la cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios. Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y clama: Este era del que yo dije: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo. Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia. Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado.


Oración introductoria

Señor Jesús, ante un año más que termina te suplico humildemente que me concedes vivir junto a Ti el nuevo año, que está por comenzar para que sea una nueva oportunidad de mejorar mi servicio a los demás. Ven, Espíritu Santo, y guía esta oración para que sepa encontrar en ella la luz que guíe mi propósito de crecer en el amor.


Petición

Jesús, no quiero pedirte nada, sino darte las gracias por todos tus beneficios, pues sé que todo lo que soy y todo lo que tengo es un don tuyo.


Meditación del Papa Francisco


Es urgente recuperar el carácter luminoso propio de la fe, pues cuando su llama se apaga, todas las otras luces acaban languideciendo. Y es que la característica propia de la luz de la fe es la capacidad de iluminar toda la existencia del hombre. Porque una luz tan potente no puede provenir de nosotros mismos; ha de venir de una fuente más primordial, tiene que venir, en definitiva, de Dios.


La fe nace del encuentro con el Dios vivo, que nos llama y nos revela su amor, un amor que nos precede y en el que nos podemos apoyar para estar seguros y construir la vida. Transformados por este amor, recibimos ojos nuevos, experimentamos que en él hay una gran promesa de plenitud y se nos abre la mirada al futuro. (Papa Francisco, encíclica Lumen fidei, n. 4)


Reflexión

Hoy nuestros ojos ven la luz para no andar en tinieblas. Cristo niño se nos presenta como la estrella que guiará nuestros pasos en la noche de la vida, pues cuando la noche es más negra es cuando más brillan las estrellas, es cuando más fuerte brilla Cristo en nuestro corazón.


El ambiente de la Navidad es uno de los períodos que más disfrutamos y que más deseamos. Tal vez si nos dieran a elegir por un estado permanente en nuestra vida escogeríamos la Navidad. No sólo por los regalos, fiestas, turrones y música, sino porque en el fondo resuenan palabras de amor, de esperanza, de perdón que nos gustaría escuchar más a menudo.


En este día nuestros ojos contemplan la imagen de un niño que como todo recién nacido, cautiva por su sencillez, por su hermosura, por su debilidad. Experimentamos la necesidad de prestarle nuestra ayuda y nuestra atención. Esto es lo que admiran nuestros ojos materiales: un niño que llora, duerme y sonríe. Pero nuestros ojos espirituales vislumbran por la fe al Verbo hecho carne por amor a nosotros los hombres.


Está de nuestra parte, por tanto, que nosotros aceptemos esa luz que viene a iluminar nuestro corazón, que viene a traernos la alegría y sobre todo la esperanza y el amor, a pesar de que muchos hombres se esfuercen por apretar los ojos para no ver la Luz que es Cristo. Podemos pensar la imagen de Cristo en el portal a través de un prisma en donde todos sus rayos son rayos que reflejan a un padre bueno, no tirano ni cruel, a un amigo con el que siempre podemos contar, a un hermano que nos prestará su apoyo incondicional para realizar nuestras pequeñas o grandes empresas. Así se nos presenta hoy el Verbo encarnado, como un destello de esperanza y de amor. Sólo necesitamos dejar que la luz de la cueva de Belén penetre en nuestro entendimiento y sobre todo en nuestro corazón.


Propósito

Como parte de la celebración del fin de año, leer un pasaje del Evangelio que hable sobre el amor de Dios.


Diálogo con Cristo

Señor, gracias por darme tu Palabra para conocer el camino que me puede llevar a la santidad. Gracias por tu amor y por todas las gracias que me has concedido. Me duele mucho el haberte fallado tantas veces, te pido perdón por esas ocasiones que no supe amar, confío en tu misericordia. Te suplico que mis actitudes y actos concretos estén siempre impregnados por el amor.


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Adios a la noche vieja Balance de fin de año. Sugerencias para despedir la Noche Vieja.



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