enero 2016

11:01 a.m.
Cuando David recibió esta noticia: "Todos los hombres de Israel están de parte de Absalón", dijo a todos sus servidores que estaban con él en Jerusalén: "¡Rápido huyamos! Si Absalón se nos pone delante, no tendremos escapatoria. ¡Apúrense a partir, no sea que él nos sorprenda, que precipite la desgracia sobre nosotros y pase la ciudad al filo de la espada!". David subía la cuesta de los Olivos; iba llorando, con la cabeza cubierta y los pies descalzos. Todo el pueblo que lo acompañaba también llevaba la cabeza cubierta, y lloraba mientras subía. Cuando el rey llegaba a Bajurím salió de allí un hombre del mismo clan que la casa de Saúl, llamado Simei, hijo de Guerá. Mientras salía, iba lanzando maldiciones, y arrojaba piedras contra David y contra sus servidores, a pesar de que todo el pueblo y todos los guerreros marchaban a la derecha y a la izquierda del rey. Y al maldecirlo, decía: "¡Fuera, fuera, hombre sanguinario y canalla! El Señor hace recaer sobre ti toda la sangre de la casa de Saúl, a quien tú has usurpado el reino. ¡El Señor ha puesto la realeza en manos de tu hijo Absalón, mientras que tú has caído en desgracia, porque eres un sanguinario!". Abisai, hijo de Seruiá, dijo al rey: "¿Cómo ese perro muerto va a maldecir a mi señor, el rey? ¡Deja que me cruce y le cortaré la cabeza!". Pero el rey replicó: "¿Qué tengo que ver yo con ustedes, hijos de Seruiá? Si él maldice, es porque el Señor le ha dicho: "¡Maldice a David!". ¿Quién podrá entonces reprochárselo?". Luego David dijo a Abisai y a todos sus servidores: "Si un hijo mío, nacido de mis entrañas, quiere quitarme la vida, ¡cuánto más este benjaminita! Déjenlo que maldiga, si así se lo ha dicho el Señor. Quizá el Señor mire mi humillación y me devuelva la felicidad, a cambio de esta maldición que hoy recibo de él". David siguió con sus hombres por el camino, mientras Simei iba por la ladera de la montaña, al costado de él; y a medida que avanzaba, profería maldiciones, arrojaba piedras y levantaba polvo.

11:01 a.m.
Señor, ¡qué numerosos son mis adversarios, cuántos los que se levantan contra mí! ¡Cuántos son los que dicen de mí: “Dios ya no quiere salvarlo”! Pero tú eres mi escudo protector y mi gloria, tú mantienes erguida mi cabeza. Invoco al Señor en alta voz y él me responde desde su santa Montaña. Yo me acuesto y me duermo, y me despierto tranquilo porque el Señor me sostiene. No temo a la multitud innumerable, apostada contra mí por todas partes.

11:01 a.m.
Llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gerasenos. Apenas Jesús desembarcó, le salió al encuentro desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu impuro. El habitaba en los sepulcros, y nadie podía sujetarlo, ni siquiera con cadenas. Muchas veces lo habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarlo. Día y noche, vagaba entre los sepulcros y por la montaña, dando alaridos e hiriéndose con piedras. Al ver de lejos a Jesús, vino corriendo a postrarse ante él, gritando con fuerza: "¿Qué quieres de mí, Jesús, Hijo de Dios, el Altísimo? ¡Te conjuro por Dios, no me atormentes!". Porque Jesús le había dicho: "¡Sal de este hombre, espíritu impuro!". Después le preguntó: "¿Cuál es tu nombre?". El respondió: "Mi nombre es Legión, porque somos muchos". Y le rogaba con insistencia que no lo expulsara de aquella región. Había allí una gran piara de cerdos que estaba paciendo en la montaña. Los espíritus impuros suplicaron a Jesús: "Envíanos a los cerdos, para que entremos en ellos". El se lo permitió. Entonces los espíritus impuros salieron de aquel hombre, entraron en los cerdos, y desde lo alto del acantilado, toda la piara -unos dos mil animales- se precipitó al mar y se ahogó. Los cuidadores huyeron y difundieron la noticia en la ciudad y en los poblados. La gente fue a ver qué había sucedido. Cuando llegaron adonde estaba Jesús, vieron sentado, vestido y en su sano juicio, al que había estado poseído por aquella Legión, y se llenaron de temor. Los testigos del hecho les contaron lo que había sucedido con el endemoniado y con los cerdos. Entonces empezaron a pedir a Jesús que se alejara de su territorio. En el momento de embarcarse, el hombre que había estado endemoniado le pidió que lo dejara quedarse con él. Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: "Vete a tu casa con tu familia, y anúnciales todo lo que el Señor hizo contigo al compadecerse de ti". El hombre se fue y comenzó a proclamar por la región de la Decápolis lo que Jesús había hecho por él, y todos quedaban admirados.

11:01 a.m.
El hecho del poder del mal en el corazón humano y en la humanidad es innegable. La pregunta permanece: ¿cómo explicar este mal? La fe nos dice que existen dos misterios de luz y un misterio de noche, el cual, sin embargo, se encuentra envuelto por los misterios de luz. El primer misterio de luz es éste: la fe nos dice que no hay dos principios, uno bueno y el otro malo, sino un único principio: Dios creador, y este principio es bueno, es sólo bueno, sin sombra alguna de mal. Por eso el ser no puede ser una mezcla de bien y de mal: el ser, como tal, es bueno, y por ello pues, es bueno ser, es bueno vivir. Este es el gozoso anuncio de la fe: no hay más que una sola fuente, buena, el Creador... Viene después un misterio de oscuridad, de noche. El mal no proviene de la fuente misma del ser, no es igualmente original. El mal proviene de una libertad creada, de una libertad mal utilizada. ¿Cómo ha sido posible esto? ¿Cómo se produjo? Las cosas permanecen oscuras. El mal no es lógico. Tan solo Dios y el bien son lógicos, son luz. El mal permanece siendo misterioso... Lo podemos atisbar, pero no explicar; no se puede narrar como un hecho al que le sigue otro hecho porque se trata de una realidad más profunda. Sigue siendo un misterio de oscuridad, de noche. Pero inmediatamente se le añade un misterio de luz. El mal viene de una fuente subordinada. Dios, con su luz, es más fuerte. Por eso el mal puede ser sobrepasado. Es decir, que la criatura, el hombre, puede curar... De tal manera que, al fin, en última instancia vemos que no sólo puede ser curado, sino que, efectivamente, es curado. Es Dios quien ha introducido la curación. Él mismo en persona entró en la historia. A la fuente permanente de mal opuso la fuente del bien puro. Cristo crucificado y resucitado, nuevo Adán, opone al río contaminado del mal un río de luz. Y este río sigue estando presente en la historia: miremos a los santos, los grandes santos pero también los santos más sencillos, los simples fieles y vemos que el río de luz que viene de Cristo es poderoso y está presente en ellos.

12:31 a.m.

Por: P. Sergio A. Córdova LC | Fuente: Catholic.net

Del santo Evangelio según san Lucas 4, 21-30
En aquel tiempo comenzó Jesús a decir en la sinagoga: - Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy. Y todos daban testimonio de él y estaban admirados de las palabras llenas de gracia que salían de su boca. Y decían: ¿No es éste el hijo de José? Él les dijo: Seguramente me vais a decir el refrán: Médico, cúrate a ti mismo. Todo lo que hemos oído que ha sucedido en Cafarnaúm, hazlo también aquí en tu patria. Y añadió: En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria. Os digo de verdad: Muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses, y hubo gran hambre en todo el país; y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda de Sarepta de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue purificado sino Naamán, el sirio. Oyendo estas cosas, todos los de la sinagoga se llenaron de ira; y, levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad, y le llevaron a una altura escarpada del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad, para despeñarle. Pero él, pasando por medio de ellos, se marchó.

Oración introductoria
Espíritu Santo, acompaña e inspira esta oración para que me identifique con los sentimientos y con la voluntad de nuestro Señor Jesucristo, reconociéndolo, glorificándolo y siguiendo fielmente la voluntad del Padre.

Petición
Jesús, dame la fe para saber reconocerte y seguirte con generosidad a donde quiera que vayas.

Meditación del Papa Francisco

Jesús recrimina a los habitantes de Nazaret por su falta de fe: al principio es escuchado con admiración, pero después explota la ira, la indignación. Esta gente escuchaba con gusto lo que decía Jesús, pero no a uno, dos o tres no le ha gustado lo que decía, y quizás algún murmurador se levantó y dijo: ‘¿Pero éste de qué viene a hablarnos? ¿Dónde ha estudiado para decirnos estas cosas? ¡Que nos enseñe la licenciatura! ¿En qué Universidad ha estudiado? Este es el hijo del carpintero y le conocemos bien’. Y estalló la furia, también la violencia. Y le echaron fuera de la ciudad y lo llevaron al borde del monte. Querían despeñarlo.

Recordemos en nuestra vida las muchas veces que hemos oído estas cosas: la humildad de Dios es su estilo; la sencillez de Dios es su estilo. Y también en la celebración litúrgica, en los sacramentos, lo bonito es que se manifieste la humildad de Dios y no el espectáculo mundano. Nos hará bien recorrer nuestra vida y pensar en las muchas veces que el Señor nos ha visitado con su gracia, y siempre con este estilo humilde, el estilo que también Él nos pide que tengamos: la humildad. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 9 de marzo de 2015, en Santa Marta).

Reflexión
El evangelio de hoy me hace recordar una de tantas series de televisión que vi cuando era pequeño. La película se interrumpía en un momento de clímax: casi siempre cuando el héroe, después de varios "golpes" y peripecias exitosas, se llegaba a encontrar en un trance difícil, rodeado o apresado por sus enemigos, o en un peligro inminente. De esta suerte, se agudizaba el interés de los espectadores dejándolos por una semana en "suspense".

La narración del evangelio del domingo pasado se nos quedó interrumpida, partida por la mitad, para quedar completada con la escena que nos presenta hoy la liturgia. El texto de la otra semana, en efecto, concluía con estas palabras de Jesús: "Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír". Y hoy inicia con estas mismas palabras, como retomando la escena, para hacernos recordar dónde nos habíamos quedado.

"Todos en la sinagoga -nos dice Lucas- le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios". Todo iba tan bien cuando, de pronto, comienzan los problemas para Jesús. Pero lo curioso es que, leyendo el evangelio, parece que es Jesús el que "provoca" a sus paisanos y les dirige una diatriba, echándoles en cara su incredulidad: "Sin duda me recitaréis aquel refrán -les reprocha nuestro Señor-: "Médico, cúrate a ti mismo"; haz también aquí en tu tierra los milagros que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm".

Un buen político o un hábil orador se hubiera ahorrado cuidadosamente de poner en contra suya a sus oyentes. Una de las técnicas en la oratoria es tratar de ganar siempre al inicio la "benevolencia" del auditorio. Y, sin embargo, nuestro Señor se enfrenta abiertamente con ellos. ¿Por qué? Seguramente porque Él no venía a halagar a nadie y no tenía reparo en desenmascarar actitudes ficticias y falsas, como lo hizo muchas otras veces con los fariseos o con los judíos que no creían en Él.

Pero no sólo. También aquí hay que tener en cuenta otro elemento importante que aparece más claro en la narración paralela que nos ofrecen Mateo y Marcos. Nos refieren que sus paisanos, al ver llegar a Jesús a Nazaret, comenzaron a murmurar de él y a criticarlo: "No es éste –comentaban con un tono despectivo- el hijo del carpintero? ¿Su madre no se llama María y sus hermanos no viven aquí con nosotros?"... Y añaden los evangelistas: "Y se escandalizaban de él".

El problema entonces no estaba en Jesús, sino en la incredulidad de sus oyentes. Y cuando una persona está cerrada en sus prejuicios y actitudes, tristemente, no hay nada que hacer, a menos que cambie de postura. Y éste fue el escenario con el que se encontró nuestro Señor. Por eso Jesús no hizo allí ningún milagro: porque les faltaba fe. Y enseguida comenzó a recordarles el ejemplo de la viuda de Sarepta y de Naamán el sirio. Esa gente había recibido favores especiales de parte de Dios, y no eran del pueblo judío. Pero tenían fe.

"Está claro -diría Pedro, después de Pentecostés, hablando a los judíos convertidos de la primitiva Iglesia- que Dios no hace acepción de personas, sino que acepta a todo el que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea" (Hech 10, 35). Dios no hace distinciones por motivos de linaje, raza, cultura o religión. Los judíos se sentían superiores a los demás porque ellos eran el "pueblo elegido". Y a los nazaretanos les pasaba ahora algo semejante: los típicos celos y rivalidades de pueblo, las envidias, riñas y pleitos partidistas tan propios de las aldeas… y no sólo de las aldeas, pues también se dan entre ciudades y entre países vecinos. ¡Es un mal que todos llevamos metido en la médula de los huesos!

Pero éste no era un criterio válido para Jesús, por supuesto. Juan Bautista también había echado en cara este mismo defecto a los judíos que no querían convertirse porque se consideraban superiores y con derechos adquiridos: "Raza de víboras -les apostrofaba con energía- ¿quién os ha enseñado a huir de la ira de Dios? Haced dignos frutos de penitencia y no os jactéis diciéndoos: "Tenemos por padre a Abraham", porque yo os digo que Dios puede hacer surgir de estas piedras hijos de Abraham” (Mt 3, 8-9).

"A oír estas palabras de Jesús -continúa la narración- todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo con la intención de despeñarlo". ¡Hasta dónde es capaz de llegar la soberbia, el odio y la cerrazón del corazón del hombre! Aquel encuentro, que comenzó como un poema o un idilio, estuvo a punto de convertirse en una tragedia. Lo que inició en aprobación y admiración, termina en rechazo y en odio. Así sucede cuando no se tiene fe.

Propósitos
Bueno, y nosotros, ¿qué enseñanzas y aplicaciones podemos sacar de este pasaje para nuestras vidas? Muchas. Pero yo sólo voy a proponer aquí dos sugerencias:
Primera: la llamada a la conversión –es decir, a acercarnos más a Dios, a la vida de gracia y a los sacramentos—, basada en la fe y en una humildad profunda de alma. No seamos nosotros como esos judíos, incrédulos y duros de corazón, que no hacen caso a Dios porque se sienten superiores a los demás y con derechos adquiridos. "Yo no necesito confesarme" –dice mucha gente, más por pereza, superficialidad e indiferencia que por verdadera malicia-.

Y segunda: aceptar a los demás con sencillez y caridad, sin criticar ni murmurar del prójimo, pues nosotros no conocemos sus motivos ni sus intenciones. No juzguemos por el exterior, porque casi siempre nos equivocamos. El hombre mira las apariencias, pero Dios mira el corazón.

Diálogo con Cristo
Señor, este domingo, tu día, será especial para mi familia si me decido a vivirlo con plenitud, poniendo todo lo que esté de mi parte para hacer más agradable la vida a todos y propiciando un ambiente que los lleve a participar en la Eucaristía. Con tu gracia, sé que lo podré lograr.

Preguntas o comentarios al autor  P. Sergio Cordova LC


12:05 a.m.
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                  “Verbum Spei”     
           “Palabra de Esperanza” 
        
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4° Domingo Tiempo Ordinario
El Evangelio de hoy
Lucas 4, 21-30

En aquel tiempo, después de que Jesús leyó en la sinagoga un pasaje del libro de Isaías, dijo: «Hoy se ha cumplido este pasaje de la escritura que ustedes acaban de oír». Todos le daban su aprobación y admiraban la sabiduría de las palabras que salían de sus labios, y se preguntaban: «¿No es éste el hijo de José?»
Jesús les dijo: «Seguramente me dirán aquél refrán: “Médico, cúrate a ti mismo”; y haz aquí, en tu propia tierra, todos esos prodigios que hemos oído que has hecho en Cafarnaún». Y añadió: «Yo les aseguro que nadie es profeta en su tierra. Había ciertamente en Israel muchas viudas en los tiempos de Elías, cuando faltó la lluvia durante tres años y medio y hubo un hambre terrible en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda que vivía en Sarepta, ciudad de Sidón. Había muchos leprosos en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, sino Naamán que era de Siria».
Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se llenaron de ira y, levantándose, lo sacaron de la ciudad y lo llevaron hasta un barranco del monte sobre el que estaba construida la ciudad, para despeñarlo. Pero él, pasando por en medio de ellos, se alejó de ahí.

Reflexión:
La presencia de Jesús en la sinagoga de Nazaret levantó murmullos de asombro en la concurrencia. No podían comprender cómo aquel humilde artesano, el hijo de José el carpintero, hablara en aquellos términos y que se aplicara, además, a sí mismo las palabras del profeta Isaías. Son palabras que expresan la grandeza de ese hombre, varón justo, que supo seguir con fidelidad los planes de Dios. Muestran la condición sencilla que quiso asumir él que es el Redentor del mundo.
Las palabras de los paisanos de Jesús muestran una profunda incredulidad. Él les adivina sus pensamientos y les recuerda que sólo en su patria es despreciado un profeta. Al oír esto se llenan de indignación y tratan de arrojar a Jesús por el barranco del monte sobre el que se alzaba Nazaret.
También nosotros, como los paisanos de Jesucristo, vemos a menudo las cosas de Dios con ojos carnales, perdemos la visión de fe y lo trascendental de los acontecimientos, y juzgamos y cuestionamos a la Iglesia con una mentalidad cerrada. Con esta actitud quedamos incapacitados para comprender el hondo sentido de esos acontecimientos que intentamos juzgar. Es cierto que, como Jesús, también la Iglesia y los que la gobiernan presentan a veces un aspecto externo demasiado humano, poco divino. Pero eso no puede ser obstáculo para que nosotros sepamos, por la fuerza de la fe, elevar nuestro punto de vista y juzgar con una visión trascendental y sobrenatural. Sólo así será posible una correcta visión de las cosas que se refieren a Dios y a nuestra salvación eterna.

Oración:
Señor Jesús, dame la fe para saber reconocerte y seguirte con generosidad a donde quiera que vayas.

Acción:
Hoy aceptaré a los demás con sencillez y caridad, sin criticar ni murmurar, tampoco juzgaré por el exterior, porque casi siempre nos equivocamos. El hombre mira las apariencias, pero Dios mira el corazón.
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            “Nuntium Verbi Dei  
“Mensaje de la palabra de Dios”
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11:01 a.m.
La palabra del Señor llegó a mí en estos términos: "Antes de formarte en el vientre materno, yo te conocía; antes de que salieras del seno, yo te había consagrado, te había constituido profeta para las naciones". En cuanto a ti, cíñete la cintura, levántate y diles todo lo que yo te ordene. No te dejes intimidar por ellos, no sea que te intimide yo delante de ellos. Mira que hoy hago de ti una plaza fuerte, una columna de hierro, una muralla de bronce, frente a todo el país: frente a los reyes de Judá y a sus jefes, a sus sacerdotes y al pueblo del país. Ellos combatirán contra ti, pero no te derrotarán, porque yo estoy contigo para librarte -oráculo del Señor-".

11:01 a.m.
Yo me refugio en Ti, Señor, ¡que nunca tenga que avergonzarme! Por tu justicia, líbrame y rescátame, inclina tu oído hacia mí, y sálvame. Sé para mí una roca protectora, tú que decidiste venir siempre en mi ayuda, porque tú eres mi Roca y mi fortaleza. Líbrame, oh Dios, de la mano del impío, de las garras del malvado y del violento, Porque tú, Señor, eres mi esperanza y mi seguridad desde mi juventud. En ti me apoyé desde mis primeros pasos, tú me atrajiste desde el seno de mi madre, y para ti va siempre mi alabanza. Mi boca anunciará incesantemente tus actos de justicia y salvación, aunque ni siquiera soy capaz de enumerarlos. Dios mío, tú me enseñaste desde mi juventud, y hasta hoy he narrado tus maravillas.

11:01 a.m.
Hermanos: Aspiren a los dones más perfectos. Y ahora voy a mostrarles un camino más perfecto todavía. Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe. Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada. Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada. El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasará jamás. Las profecías acabarán, el don de lenguas terminará, la ciencia desaparecerá; porque nuestra ciencia es imperfecta y nuestras profecías, limitadas. Cuando llegue lo que es perfecto, cesará lo que es imperfecto. Mientras yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño, pero cuando me hice hombre, dejé a un lado las cosas de niño. Ahora vemos como en un espejo, confusamente; después veremos cara a cara. Ahora conozco todo imperfectamente; después conoceré como Dios me conoce a mí. En una palabra, ahora existen tres cosas: la fe, la esperanza y el amor, pero la más grande de todas es el amor.

11:01 a.m.
Entonces comenzó a decirles: "Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír". Todos daban testimonio a favor de él y estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca. Y decían: "¿No es este el hijo de José?". Todos daban testimonio a favor de él y estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca. Pero él les respondió: "Sin duda ustedes me citarán el refrán: 'Médico, cúrate a ti mismo'. Realiza también aquí, en tu patria, todo lo que hemos oído que sucedió en Cafarnaún". Después agregó: "Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra. Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país. Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón. También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio". Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo. Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino.

11:01 a.m.
Cristo ha querido que el mundo le siguiera y así conducir a Dios Padre todos los habitantes de la tierra... Los venidos del paganismo, enriquecidos por la fe de Cristo, se han beneficiado del tesoro divino de la proclamación que trae la salvación. Por ella han llegado a ser partícipes del Reino de los cielos y compañeros de los santos, herederos de las realidades inexpresables (Ef 2,19.3.6)... Cristo promete la curación y el perdón de los pecados a los que tiene roto el corazón, y devuelve la vista a los ciegos. ¿Cómo no van a ser ciegos los que no reconocen a aquél que es el Dios verdadero? ¿No está su corazón privado de la luz divina y espiritual?. Es a ellos a quienes el Padre envía la luz del verdadero conocimiento de Dios. Llamados por la fe, lo han conocido; más aún, han sido conocidos por él. Habiendo sido hijos de la noche y de las tinieblas, han llegado a ser hijos de la luz (Ef 5,8) porque el día les ha iluminado, el Sol de justicia ha amanecido para ellos (Ml 3,20), y la estrella de la mañana se les ha aparecido en todo su esplendor (Ap 22,16). Sin embargo, nada se opone a que apliquemos todo lo que acabamos de decir a los descendientes de Israel. En efecto, también ellos tenían el corazón destrozado, eran pobres y estaban como encarcelados y llenos de tinieblas... Pero Cristo ha venido a anunciar la gracia de su venida, precisamente a los hijos de Israel antes que a los otros, y proclamar juntamente el año de gracia del Señor (Lc 4,19) y el día de la recompensa. El año de gracia es aquel en que Cristo ha sido crucificado por nosotros. Porque es entonces cuando hemos llegado a ser agradables a Dios Padre. Y es por él que damos fruto tal como él mismo nos lo enseñó: “Os aseguro, que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere da mucho fruto” (Jn 12,24). Y dice más todavía: “Cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí” (Jn 12,32). Realmente, él volvió a la vida al tercer día después de haber triturado con sus pies el poder de la muerte. Después dijo a sus santos discípulos: “Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos” (Mt 28,18-19).

12:50 a.m.
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                  “Verbum Spei”     
           “Palabra de Esperanza” 
        
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3° Sábado Tiempo Ordinario
El Evangelio de hoy
Marcos 4, 35-41

Un día, al atardecer, Jesús dijo a sus discípulos: “Vamos a la otra orilla del lago”. Entonces los discípulos despidieron a la gente y condujeron a Jesús en la misma barca en que estaba. Iban además otras barcas. 
De pronto se desató un fuerte viento y las olas se estrellaban contra la barca y la iban llenando de agua. Jesús dormía en la popa, reclinado sobre un cojín. Lo despertaron y le dijeron: “Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?” Él se despertó, reprendió al viento y dijo al mar: “¡Cállate, enmudece!”
Entonces el viento cesó y sobrevino una gran calma. Jesús les dijo: “¿Por qué tenían tanto miedo? ¿Aún no tienen fe?” Todos se quedaron espantados y se decían unos a otros: “¿Quién es éste, a quien hasta el viento y el mar obedecen?”

Reflexión:
Han pasado más de dos mil años desde que Jesucristo fundó la Iglesia. Han pasado más de dos mil años de cristianismo y parece que todo se viene abajo; parece que las nuevas doctrinas religiosas están tomando el puesto de la Iglesia, pero no es así.
La Iglesia parece naufragar en la tempestad del mundo y en los problemas que se le presentan; pero cada vez que los hombres dudamos se alza una voz que parece despertar de un largo sueño: ¡No temáis, tened fe! Y el mar vuelve a la calma; la barca de Pedro sigue su rumbo a través de los años, los siglos y los milenios.
Cristo no está lejos de nosotros; duerme junto al timón, para que cuando nuestra fe desfallezca, cuando estemos tristes y desamparados, Él tome el timón de nuestra vida.
Además en el mar de nuestra vida brilla una estrella; relampaguea en el cielo de nuestra alma la estrella de María, para que no perdamos el rumbo.

Oración:
Señor Jesús, la tormenta más grande que debo combatir diariamente es el pecado. Necesito esforzarme constantemente para no caer en la tentación y decidirme, con entusiasmo y confianza, a conquistar la santidad mediante la caridad. Por eso te pido me ayudes a ser perseverante en mis propósitos. Amén.

Acción:
Cuando me encuentre en dificultades, preocupaciones y angustias de la vida, puedo repetir está jaculatoria: ¡Jesús, en ti confío!
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“Mensaje de la palabra de Dios”
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11:01 a.m.
Entonces el Señor le envió al profeta Natán. El se presentó a David y le dijo: "Había dos hombres en una misma ciudad, uno rico y el otro pobre. El rico tenía una enorme cantidad de ovejas y de bueyes. El pobre no tenía nada, fuera de una sola oveja pequeña que había comprado. La iba criando, y ella crecía junto a él y a sus hijos: comía de su pan, bebía de su copa y dormía en su regazo. ¡Era para él como una hija! Pero llegó un viajero a la casa del hombre rico, y este no quiso sacrificar un animal de su propio ganado para agasajar al huésped que había recibido. Tomó en cambio la oveja del hombre pobre, y se la preparó al que le había llegado de visita". David se enfureció contra aquel hombre y dijo a Natán: "¡Por la vida del Señor, el hombre que ha hecho eso merece la muerte! Pagará cuatro veces el valor de la oveja, por haber obrado así y no haber tenido compasión". Entonces Natán dijo a David: "¡Ese hombre eres tú! Así habla el Señor, el Dios de Israel: Yo te ungí rey de Israel y te libré de las manos de Saúl; Por eso, la espada nunca más se apartará de tu casa, ya que me has despreciado y has tomado por esposa a la mujer de Urías, el hitita. Así habla el Señor: 'Yo haré surgir de tu misma casa la desgracia contra ti. Arrebataré a tus mujeres ante tus propios ojos y se las daré a otro, que se acostará con ellas en pleno día. Porque tú has obrado ocultamente, pero yo lo haré delante de todo Israel y a la luz del sol'". David dijo a Natán: "¡He pecado contra el Señor!". Natán le respondió: "El Señor, por su parte, ha borrado tu pecado: no morirás. No obstante, porque con esto has ultrajado gravemente al Señor, el niño que te ha nacido morirá sin remedio". Y Natán se fue a su casa. El Señor hirió al niño que la mujer de Urías había dado a David, y él cayó gravemente enfermo. David recurrió a Dios en favor del niño: ayunó rigurosamente, y cuando se retiraba por la noche, se acostaba en el suelo. Los ancianos de su casa le insistieron para que se levantara del suelo, pero él se negó y no quiso comer nada con ellos.

11:01 a.m.
Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu. No me arrojes lejos de tu presencia ni retires de mí tu santo espíritu. Devuélveme la alegría de tu salvación, que tu espíritu generoso me sostenga: yo enseñaré tu camino a los impíos y los pecadores volverán a ti. ¡Líbrame de la muerte, Dios, salvador mío, y mi lengua anunciará tu justicia! Abre mis labios, Señor, y mi boca proclamará tu alabanza.

11:01 a.m.
Al atardecer de ese mismo día, les dijo: "Crucemos a la otra orilla". Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron a la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya. Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua. Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal. Lo despertaron y le dijeron: "¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?". Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: "¡Silencio! ¡Cállate!". El viento se aplacó y sobrevino una gran calma. Después les dijo: "¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?". Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: "¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?".

11:01 a.m.
Ánimo, ánimo, hijas mías; acuérdense que no da Dios a ninguno más trabajos de los que puede sufrir y que está Su Majestad con los atribulados. Pues esto es cierto, no hay que temer sino esperar en su misericordia que ha de descubrir la  verdad de todo y se han de entender algunas marañas que el demonio ha tenido encubiertas para revolver, de lo que yo he tenido más pena que tengo ahora de lo que pasa. Oración, oración, hermanas mías, y resplandezca ahora la humildad y obediencia en que no haya ninguna que más la tenga a la vicaria que han puesto que vuestras caridades, en especial la madre priora pasada. (...)      ¡Oh, qué buen tiempo para que se coja fruto de las determinaciones que han tenido de servir a nuestro Señor! Miren que muchas veces quiere probar si conforman las obras con ellos y con las palabras. Saquen con honra a las hijas de la Virgen y hermanas suyas en esta gran persecución, que si se ayudan el buen Jesús las ayudará, que aunque duerme en la mar, cuando crece la tormenta hace parar los vientos. Quiere que le pidamos, y quiérenos tanto que siempre busca en qué nos aprovechar. Bendito sea su nombre para siempre, amén, amén, amén.      En todas estas casas las encomiendan mucho a Dios, y así espero en su bondad que lo ha de remediar presto todo. Por eso procuren estar alegres y considerar que, bien mirad, todo es poco lo que se padece por tan buen Dios y por quien tanto pasó por nosotras, que aun no han llegado a verter sangre por El (He 12,4). (...) Dejen hacer a su Esposo y verán cómo antes de mucho se tragará el mar a los que nos hacen la guerra, como hizo al rey Faraón.

11:50 p.m.
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                  “Verbum Spei”     
           “Palabra de Esperanza” 
       
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3° Viernes Tiempo Ordinario
El Evangelio de hoy 
Marcos 4, 26-34

En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: “El Reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre siembra la semilla en la tierra: que pasan las noches y los días, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece; y la tierra, por sí sola, va produciendo el fruto: primero los tallos, luego las espigas y después los granos en las espigas. Y cuando ya están maduros los granos, el hombre echa mano de la hoz, pues ha llegado el tiempo de la cosecha”.
Les dijo también: “¿Con qué compararemos el Reino de Dios? ¿Con qué parábola lo podremos representar? Es como una semilla de mostaza que, cuando se siembra, es la más pequeña de las semillas; pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los arbustos y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar a su sombra”.
Y con otras muchas parábolas semejantes les estuvo exponiendo su mensaje, de acuerdo con lo que ellos podían entender. Y no les hablaba sino en parábolas; pero a sus discípulos les explicaba todo en privado.

Reflexión:
Jesús nos presenta cómo es que crece el Reino. Nos deja ver que no es nuestro esfuerzo el que hace crecer el reino sino la fuerza y la vida que ya está en él. A veces pensamos que nuestro esfuerzo de evangelización no está resultando y no da fruto. 
Sin embargo, la acción escondida de Dios en el corazón de aquellos con los que compartimos la Palabra y nuestro testimonio cristiano, va haciendo germinar en ellos la vida del Espíritu. Por otro lado, parecería que nuestro esfuerzo es muy pequeño, sin embargo, ese pequeño grano, ese esfuerzo por hacer que Dios sea conocido y amado, crecerá con la gracia de Dios, hasta ser un gran árbol. 
Por lo que no debemos desanimarnos; lo que Dios espera de nosotros es que ayudemos a esparcir la semilla y que tengamos fe en el poder que encierra en sí mismo el Evangelio y el testimonio cristiano. 
(Evangelización Activa).

Oración:
Señor Jesús, envía tu Espíritu Santo a nuestros corazones para que, siendo dóciles a sus mociones, hagamos siempre tu voluntad y cuanto te agrada, y así, cuando la ocasión de pecado llame a nuestra puerta, podamos permancer fieles a tu gracia y en tu amor. Amén.

Acción:
El día de hoy dedicaré unos segundos antes de decir alguna palabra o llevar a cabo una obra, para decidir si dicha palabra o acción son conformes con la voluntad de Dios.
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            “Nuntium Verbi Dei  
“Mensaje de la palabra de Dios”
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11:09 a.m.
Al comienzo del año, en la época en que los reyes salen de campaña, David envió a Joab con sus servidores y todo Israel, y ellos arrasaron a los amonitas y sitiaron Rabá. Mientras tanto, David permanecía en Jerusalén. Una tarde, después que se levantó de la siesta, David se puso a caminar por la azotea del palacio real, y desde allí vio a una mujer que se estaba bañando. La mujer era muy hermosa. David mandó a averiguar quién era esa mujer, y le dijeron: "¡Pero si es Betsabé, hija de Eliám, la mujer de Urías, el hitita!". Entonces David mandó unos mensajeros para que se la trajeran. La mujer vino, y David se acostó con ella, que acababa de purificarse de su menstruación. Después ella volvió a su casa. La mujer quedó embarazada y envió a David este mensaje: "Estoy embarazada". Entonces David mandó decir a Joab: "Envíame a Urías, el hitita". Joab se lo envió, y cuando Urías se presentó ante el rey, David le preguntó cómo estaban Joab y la tropa y cómo iba la guerra. Luego David dijo a Urías: "Baja a tu casa y lávate los pies". Urías salió de la casa del rey y le mandaron detrás un obsequio de la mesa real. Pero Urías se acostó a la puerta de la casa del rey junto a todos los servidores de su señor, y no bajó a su casa. Cuando informaron a David que Urías no había bajado a su casa, el rey le dijo: "Tú acabas de llegar de viaje. ¿Por qué no has bajado a tu casa?". David lo invitó a comer y a beber en su presencia y lo embriagó. A la noche, Urías salió y se acostó junto a los servidores de su señor, pero no bajó a su casa. A la mañana siguiente, David escribió una carta a Joab y se la mandó por intermedio de Urías. En esa carta, había escrito lo siguiente: "Pongan a Urías en primera línea, donde el combate sea más encarnizado, y después déjenlo solo, para que sea herido y muera". Joab, que tenía cercada la ciudad, puso a Urías en el sitio donde sabía que estaban los soldados más aguerridos. Los hombres de la ciudad hicieron una salida y atacaron a Joab. Así cayeron unos cuantos servidores de David, y también murió Urías, el hitita.

11:09 a.m.
¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad, por tu gran compasión, borra mis faltas! ¡Lávame totalmente de mi culpa y purifícame de mi pecado! Porque yo reconozco mis faltas y mi pecado está siempre ante mí. contra ti, contra ti sólo pequé, lo que es malo a tus ojos yo lo hice. Por eso en tu sentencia tú eres justo, no hay reproche en el juicio de tus labios. contra ti, contra ti sólo pequé, lo que es malo a tus ojos yo lo hice. Por eso en tu sentencia tú eres justo, no hay reproche en el juicio de tus labios. Contra ti, contra ti sólo pequé e hice lo que es malo a tus ojos. Por eso, será justa tu sentencia y tu juicio será irreprochable; yo soy culpable desde que nací; pecador me concibió mi madre. Anúnciame el gozo y la alegría: que se alegren los huesos quebrantados. Aparta tu vista de mis pecados y borra todas mis culpas.

11:09 a.m.
Y decía: "El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga. Cuando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha". También decía: "¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo? Se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra, pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra". Y con muchas parábolas como estas les anunciaba la Palabra, en la medida en que ellos podían comprender. No les hablaba sino en parábolas, pero a sus propios discípulos, en privado, les explicaba todo.

11:09 a.m.
La vida presente es un camino que conduce al término de nuestra esperanza tal como vemos sobre las yemas el fruto que comienza a salir de la flor y que, gracias a ella, llega a término como fruto, aunque la flor no sea el fruto. Igualmente, la cosecha que nace de las semillas no aparece inmediatamente con su espiga, sino que lo primero que crece es la hierba; después, muerta la hierba, surge el tallo del trigo y de esta manera sale el fruto maduro en la espiga. (...)      Nuestro Creador no nos ha destinado a una vida embrionaria; el fin de la naturaleza no es la vida de los recién nacidos. Tampoco apunta a las edades sucesivas que con el transcurso del tiempo reviste a través del proceso de crecimiento que cambia su forma, ni la disolución del cuerpo que sobreviene con la muerte. Todos estos estados son etapas en el camino sobre el que avanzamos. El fin y término del camino, a través de estas etapas, es la semejanza con el Divino (...); el término que la vida aguarda es la beatitud. Pero hoy, todo esto que concierne al cuerpo –la muerte, la vejez, la juventud, la infancia y la formación del embrión- todos estos estados, como otras hierbas, tallos y espigas, forman un camino, una sucesión y un potencial que permite la maduración esperada.

11:29 p.m.
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 3° Jueves Tiempo Ordinario
El Evangelio de hoy 
Marcos 4, 21-25

En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: “¿Acaso se enciende una vela para meterla debajo de una olla o debajo de la cama? ¿No es para ponerla en el candelero? Porque si algo está escondido, es para que se descubra; y si algo se ha ocultado, es para que salga a la luz. El que tenga oídos para oír, que oiga”.
Siguió hablándoles y les dijo: “Pongan atención a lo que están oyendo. La misma medida que utilicen para tratar a los demás, esa misma se usará para tratarlos a ustedes, y con creces. Al que tiene, se le dará; pero al que tiene poco, aun eso poco se le quitará”.

Reflexión:
Jesús en este pasaje nos da dos enseñanzas, la primera sobre nuestro ser cristiano, el cual debe notarse y la segunda, sobre la caridad y el respeto a los demás. Quisiera insistir en la primera, que es la base para la segunda. 
No basta ser bautizados, dentro de nosotros se esconde un misterio que tiene que manifestarse a los demás. Dios ha puesto su Espíritu Santo y su Palabra, en cada uno de nosotros, como una luz que no puede quedarse sólo en nuestro corazón, sino que ha de ser conocida y amada por toda la humanidad. En la medida que dejemos que el Espíritu dirija nuestra vida y hablemos de Jesús a los que nos rodean, en esa medida la luz brilla y el reino de los cielos va siendo una realidad. 
No tengamos miedo de dejar que Jesús y la vida en el Espíritu se transparenten en nosotros. Somos el instrumento por el cual el mundo conocerá de una manera más clara a Dios. ¿Es tu vida un reflejo de la vida del Espíritu? 
(Evangelización Activa).

Oración:
Señor Jesús, bendito y alabado seas porque siempre y en cada momento de nuestras vidas, te muestras rico en misericordia, fiel, paciente y amoroso con nosotros. Haz, pues, que agradecidos por tus dones, seamos dóciles a las mociones de tu Espíritu para que podamos compartir nuestros bienes con nuestros hermanos. Amén.

Acción:
El día de hoy mostraré mi gratitud por todos los dones de Dios, a través de acciones de solidaridad con mis hermanos necesitados.
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            “Nuntium Verbi Dei  
“Mensaje de la palabra de Dios”
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11:01 a.m.
Entonces el rey David fue a sentarse delante del Señor y exclamó: "¿Quién soy yo, Señor, y qué es mi casa para que me hayas hecho llegar hasta aquí? Y como esto te pareció demasiado poco, también le has hecho una promesa a la casa de tu servidor, para un futuro lejano. ¿Es esto lo que haces habitualmente con los hombres, Señor? Tú has establecido a tu pueblo Israel para que sea tu pueblo eternamente, y tú, Señor, eres su Dios. Y ahora, Señor Dios, confirma para siempre la palabra que has pronunciado acerca de tu servidor y de su casa, y obra conforme a lo que has dicho. Que tu Nombre sea engrandecido para siempre, y que se diga: '¡El Señor de los ejércitos es el Dios de Israel!'. Y que la casa de David, tu servidor, esté bien afianzada delante de ti. Porque tú mismo, Señor de los ejércitos, Dios de Israel, te has revelado a tu servidor, diciendo: 'Yo te edificaré una casa'. Por eso tu servidor se ha atrevido a dirigirte esta plegaria. Ahora, Señor, tú eres Dios, tus palabras son leales y has prometido estos bienes a tu servidor. Dígnate, entonces, bendecir la casa de tu servidor, para que ella permanezca siempre en tu presencia. Porque tú, Señor, has hablado, y con tu bendición la casa de tu servidor será bendita para siempre".

11:01 a.m.
Acuérdate, Señor, en favor de David, de todos sus desvelos, del juramento que prestó al Señor, del voto que hizo al Fuerte de Jacob: “No entraré bajo el techo de mi casa ni me acostaré en mi propio lecho; no daré descanso a mis ojos ni reposo a mis párpados, hasta que encuentre un lugar para el Señor, una Morada para el Fuerte de Jacob”. El Señor hizo un juramento a David, una firme promesa, de la que no se retractará: “Yo pondré sobre tu trono a uno de tus descendientes. Si tus descendientes observan mi alianza y los preceptos que yo les enseñaré, también se sentarán sus hijos en tu trono para siempre”. Porque el Señor eligió a Sión, y la deseó para que fuera su Morada. «Este es mi Reposo para siempre; aquí habitaré, porque lo he deseado.

11:01 a.m.
Jesús les decía: "¿Acaso se trae una lámpara para ponerla debajo de un cajón o debajo de la cama? ¿No es más bien para colocarla sobre el candelero? Porque no hay nada oculto que no deba ser revelado y nada secreto que no deba manifestarse. ¡Si alguien tiene oídos para oír, que oiga!". Y les decía: "¡Presten atención a lo que oyen! La medida con que midan se usará para ustedes, y les darán más todavía. Porque al que tiene, se le dará, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene".

11:01 a.m.
Procurad reuniros con más frecuencia para celebrar la acción de gracias y la alabanza divina. Cuando os reunís con frecuencia en un mismo lugar, se debilita el poder de Satanás, y la concordia de vuestra fe le impide causaros mal alguno. ¿Hay algo mejor que la paz para poner fin a toda discordia en el cielo y en la tierra? Nada de esto os es desconocido, si mantenéis de un modo perfecto, en Jesucristo, la fe y la caridad, que son el principio y el fin de la vida: el principio es la fe, el fin es la caridad. Cuando ambas virtudes van a la par, se identifican con el mismo Dios, y todo lo demás que contribuye al bien obrar se deriva de ellas. El que profesa la fe no peca, y el que posee la caridad no odia. «Por el fruto se conoce el árbol» (Mt 12,33); del mismo modo, los que hacen profesión de pertenecer a Cristo se distinguen por sus obras. Lo que nos interesa ahora, más que hacer una profesión de fe, es mantenernos firmes en esa fe hasta el fin. Es mejor callar y obrar que hablar y no obrar. Buena cosa es enseñar, si el que enseña también obra. Uno solo es el maestro (Mt 23,8), que «lo dijo y existió» (Sl 32,9): pero también es digno del Padre lo que enseñó sin palabras. El que posee la palabra de Jesús es capaz de entender lo que él enseñó sin palabras y llegar así a la perfección, obrando según lo que habla y dándose a conocer por lo que hace sin hablar. Nada hay escondido para el Señor, sino que aún nuestros secretos más íntimos no escapan a su presencia. Obremos, pues, siempre conscientes de que él habita en nosotros, para que seamos templos suyos y él sea nuestro Dios en nosotros.

11:50 p.m.
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3° Miércoles Tiempo Ordinario
El Evangelio de hoy 
Marcos 4, 1-20

En aquel tiempo, Jesús se puso a enseñar otra vez junto al lago, y se reunió una muchedumbre tan grande, que Jesús tuvo que subir en una barca; ahí se sentó, mientras la gente estaba en tierra, junto a la orilla. Les estuvo enseñando muchas cosas con parábolas y les decía:
“Escuchen. Salió el sembrador a sembrar. Cuando iba sembrando, unos granos cayeron en la vereda; vinieron los pájaros y se los comieron. Otros cayeron en terreno pedregoso, donde apenas había tierra; como la tierra no era profunda, las plantas brotaron en seguida; pero cuando salió el sol, se quemaron, y por falta de raíz, se secaron. Otros granos cayeron entre espinas; las espinas crecieron, ahogaron las plantas y no las dejaron madurar. Finalmente, los otros granos cayeron en tierra buena; las plantas fueron brotando y creciendo y produjeron el treinta, el sesenta o el ciento por uno”. Y añadió Jesús: “El que tenga oídos para oír, que oiga”.
Cuando se quedaron solos, sus acompañantes y los Doce le preguntaron qué quería decir la parábola. Entonces Jesús les dijo: “A ustedes se les ha confiado el secreto del Reino de Dios; en cambio, a los que están fuera, todo les queda oscuro; así, por más que miren, no verán; por más que oigan, no entenderán; a menos que se arrepientan y sean perdonados”.
Y les dijo a continuación: “Si no entienden esta parábola, ¿cómo van a comprender todas las demás? ‘El sembrador’ siembra la palabra.
‘Los granos de la vereda’ son aquellos en quienes se siembra la palabra, pero cuando la acaban de escuchar, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos.
‘Los que reciben la semilla en terreno pedregoso’, son los que, al escuchar la palabra, de momento la reciben con alegría; pero no tienen raíces, son inconstantes, y en cuanto surge un problema o una contrariedad por causa de la palabra, se dan por vencidos.
‘Los que reciben la semilla entre espinas’ son los que escuchan la palabra; pero por las preocupaciones de esta vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás, que los invade, ahogan la palabra y la hacen estéril. 
Por fin, ‘los que reciben la semilla en tierra buena’ son aquellos que escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha: unos, de treinta; otros, de sesenta; y otros, de ciento por uno”.

Reflexión:
Es curioso que a pesar de que Jesús ha sido muy, pero muy claro en la explicación de esta parábola, todavía después de tantos años muchos de nosotros seguimos con la actitud de sus oyentes, pues oyendo no entendemos. Si nosotros somos esa tierra fecunda, dispongámosla a la recepción de la Palabra. No cerremos nuestro corazón, ni dejemos que una vez sembrada sea ahogada por el mundo y sus seducciones.
Meditemos diariamente el mensaje que la Palabra, en sí misma, quiere darnos para nuestra vida cristiana. Vivir de acuerdo a la Palabra de Dios es nuestra única posibilidad de ser perfecta y santamente felices. Por ello, es una excelente costumbre cristiana el traer siempre consigo la Biblia. ¿Tú qué piensas? 
(Evangelización Activa).

Oración:
Señor Jesús, tu amor y tu misericordia son eternos, permíteme saber escucharte y aceptar de ti lo que pides para que, como David, sepa continuar tu obra salvadora haciendo tu voluntad cada día sin afectar ni interrumpir tu Plan de Salvación. Amén.

Acción:
Hoy dedicaré un tiempo del día a la convivencia, bienestar y educación familiar. 
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            “Nuntium Verbi Dei  
“Mensaje de la palabra de Dios”
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