10/27/21

11:24 a.m.


Hermanos: Ustedes ya no son extranjeros ni huéspedes, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios. Ustedes están edificados sobre los apóstoles y los profetas, que son los cimientos, mientras que la piedra angular es el mismo Jesucristo. En él, todo el edificio, bien trabado, va creciendo para constituir un templo santo en el Señor. En él, también ustedes son incorporados al edificio, para llegar a ser una morada de Dios en el Espíritu.

11:24 a.m.


El cielo proclama la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos; un día transmite al otro este mensaje y las noches se van dando la noticia. Sin hablar, sin pronunciar palabras, sin que se escuche su voz, resuena su eco por toda la tierra y su lenguaje, hasta los confines del mundo. Allí puso una carpa para el sol

11:24 a.m.


Jesús se retiró a una montaña para orar, y pasó toda la noche en oración con Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió a doce de ellos, a los que dio el nombre de Apóstoles: Simón, a quien puso el sobrenombre de Pedro, Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, Simón, llamado el Zelote, Judas, hijo de Santiago, y Judas Iscariote, que fue el traidor. Al bajar con ellos se detuvo en una llanura. Estaban allí muchos de sus discípulos y una gran muchedumbre que había llegado de toda la Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, para escucharlo y hacerse curar de sus enfermedades. Los que estaban atormentados por espíritus impuros quedaban curados; y toda la gente quería tocarlo, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos.

11:24 a.m.


La Verdad dijo a todos los apóstoles reunidos: “El Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo” (Jn 14,26). (…) En el momento que los apóstoles han visto aparecer las lenguas de fuego divino que se posó sobre cada uno de ellos (cf. Hech 2,3), percibieron de una sola mirada todas las Escrituras y todos los profetas, por iluminación interior. (…) Penetraron los secretos que permanecían cerrados a escribas y fariseos, a sabios y doctores de la Ley. Así se cumplió la palabra del Señor: “Has ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y las has revelado a los pequeños” (Mt 11,25). Estos hombres sin letras no eran enseñados por hombres, sino instruidos maravillosamente por el Espíritu Santo, el Espíritu de inteligencia (cf. Is 11,2) que les abría el tesoro de las Escrituras. Por eso, tienen el derecho de ser recibidos y escuchados por nosotros como si fueran la boca del mismo Dios (cf. Lc 10,16). (…) Nuestra fe está fundada sobre ellos, así como sobre los patriarcas y los profetas, a quienes el Espíritu mismo hizo oír la Palabra de Dios, sin mediar un hombre. Nosotros guardamos este fundamento. En cuanto a los que no estaban ahí, que no han aprendido de esa forma, creemos que no hablan por su opinión personal, sino que se apoyan sobre el testimonio de los apóstoles. La Revelación fue hecha a los apóstoles (…). A ellos fue revelado por el Espíritu Santo lo que hombres sin él no podían enseñar o saber.

Hermanos Franciscanos

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