
Como la obediencia perfecciona todas mis obras, es necesario que, entre ustedes, haya siempre alguien que se ocupe de ser superiora. A veces será una, a veces será otra. Es lo que hacemos en las misiones; ¿esto no les parece necesario? ¡Que Dios encuentre agradable la sumisión que ustedes le hacen para honrar la sumisión de su Hijo a San José y a la Santa Virgen! Estén alerta, hijas mías, de mirar siempre a la que sea superiora como a la Virgen María; vean incluso a Dios en ella, y se beneficiarán más en un mes que lo que harían en un año sin esto. Obedeciendo aprenderán la santa humildad; y ordenando por obediencia, enseñarán a las demás de forma útil. Quiero decirles, para animarlas a practicar la santa obediencia, que, cuando Dios me puso ante la Señora Superiora General, me propuse obedecerle como a la Santa Virgen, y Dios sabe cuánto bien me hizo.