05/11/15

11:25 a.m.
La multitud se amotinó en contra de ellos, y los magistrados les hicieron arrancar la ropa y ordenaron que los azotaran. Después de haberlos golpeado despiadadamente, los encerraron en la prisión, ordenando al carcelero que los vigilara con mucho cuidado. Habiendo recibido esta orden, el carcelero los encerró en una celda interior y les sujetó los pies en el cepo. Cerca de la medianoche, Pablo y Silas oraban y cantaban las alabanzas de Dios, mientras los otros prisioneros los escuchaban. De pronto, la tierra comenzó a temblar tan violentamente que se conmovieron los cimientos de la cárcel, y en un instante, todas las puertas se abrieron y las cadenas de los prisioneros se soltaron. El carcelero se despertó sobresaltado y, al ver abiertas las puertas de la prisión, desenvainó su espada con la intención de matarse, creyendo que los prisioneros se habían escapado. Pero Pablo le gritó: "No te hagas ningún mal, estamos todos aquí". El carcelero pidió unas antorchas, entró precipitadamente en la celda y, temblando, se echó a los pies de Pablo y de Silas. Luego los hizo salir y les preguntó: "Señores, ¿qué debo hacer para alcanzar la salvación?". Ellos le respondieron: "Cree en el Señor Jesús y te salvarás, tú y toda tu familia". En seguida le anunciaron la Palabra del Señor, a él y a todos los de su casa. A esa misma hora de la noche, el carcelero los atendió y curó sus llagas. Inmediatamente después, fue bautizado junto con toda su familia. Luego los hizo subir a su casa y preparó la mesa para festejar con los suyos la alegría de haber creído en Dios.

11:25 a.m.
Te doy gracias, Señor, de todo corazón, te cantaré en presencia de los ángeles. y me postro ante tu Templo santo. Doy gracias a tu nombre por tu amor y tu verdad, pues tu palabra ha superado tu renombre. y me postro ante tu Templo santo. Doy gracias a tu nombre por tu amor y tu verdad, pues tu palabra ha superado tu renombre. Me postraré ante tu santo Templo. y daré gracias a tu Nombre por tu amor y tu fidelidad. poque tu promesa ha superado tu renombre. Me respondiste cada vez que te invoqué y aumentaste la fuerza de mi alma. Si en medio de angustias caminare, tú me harías vivir; con tu mano paras al enemigo y tu diestra me salva. Si en medio de angustias caminare, tú me harías vivir; Tu derecha me salva. El Señor lo hará todo por mí. Tu amor es eterno, Señor, ¡no abandones la obra de tus manos.

11:25 a.m.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Ahora me voy al que me envió, y ninguno de ustedes me pregunta: '¿A dónde vas?'. Pero al decirles esto, ustedes se han entristecido. Sin embargo, les digo la verdad: les conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a ustedes. Pero si me voy, se lo enviaré. Y cuando él venga, probará al mundo dónde está el pecado, dónde está la justicia y cuál es el juicio. El pecado está en no haber creído en mí. La justicia, en que yo me voy al Padre y ustedes ya no me verán. Y el juicio, en que el Príncipe de este mundo ya ha sido condenado."

11:25 a.m.
El Espíritu Santo es el trigo que nos reconforta en el camino hacia la patria, es el vino que nos alegra en la tribulación, el aceite que suaviza las amarguras de la vida. Era necesario a los apóstoles este triple auxilio porque debían ir a predicar al mundo entero. Es por eso que Jesús les envía el Espíritu Santo. Ellos quedan llenos de él –llenos a fin de que los espíritus impuros no tengan ningún poder sobre ellos: cuando un vaso está colmado, nada se le puede añadir. El Espíritu Santo “os enseñará” (Jn 16,13), para que sepáis; os sugerirá, para que queráis. Es él el que da el saber y el querer; añadamos nuestro “poder” según la medida de nuestras fuerzas, y seremos templos del Espíritu Santo (1C 6,19)

Hermanos Franciscanos

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