01/07/18

11:48 p.m.

Por: H. José Romero, L.C. | Fuente: missionkits.org

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, hoy vengo ante Ti para encontrarme contigo. Quiero estar atento para escuchar lo que me quieres decir. Eres mi Creador y mi Padre. Tú sabes cuánto te necesito y cuánto quiero seguirte. Ayúdame porque yo solo nada puedo.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Marcos 1, 14-20

Después de que arrestaron a Juan el Bautista, Jesús se fue a Galilea para predicar el Evangelio de Dios y decía: “Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios ya está cerca. Conviértanse y crean en el Evangelio”

Caminaba Jesús por la orilla del lago de Galilea, cuando vio a Simón y a su hermano, Andrés, echando las redes en el lago, pues eran pescadores. Jesús les dijo: “Síganme y haré de ustedes pescadores de hombres”. Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.

Un poco más adelante, vio a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que estaban en una barca, remendando sus redes. Los llamó, y ellos, dejando en la barca a su padre con los trabajadores, se fueron con Jesús.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

¡Dios es una persona! No es una especie de niebla que se mueve alrededor de nosotros sin saber lo que es, ¡no! Dios es una persona que está constantemente pasando por la orilla del mar que llamamos vida. Jesús nos está viendo y nos invita a ir con Él.

Dios hace una invitación personal. Dios todopoderoso camina y va hacia donde estamos para pedir. Nos pide que vayamos con Él, que estemos con Él, y espera nuestra repuesta para seguir caminando, espera nuestro sí para ser su discípulo.

Los apóstoles nos dan un ejemplo de cómo debemos responderle a Jesús. No es un sí que se queda en palabras, incluso no vemos el sí de ellos, vemos el sí de la acción. Porque se le responde a Cristo con un sí de amor, nuestra repuesta no ha de ser una palabra sino un amar.

Solamente este sí de amor es posible darlo cuando nos encontramos con Él, cuando lo vemos pasando por nuestra vida diciéndonos "Venid conmigo", porque sólo con el encuentro con Él podemos ser sus discípulos; sólo con el encuentro con Cristo podemos ser discípulos del Amor que regala amor.

Veamos a ese mendigante de amor y empecemos a amarle, digamos un sí real, un sí que sobrepasa las palabras y llega a ser amor, para que sean dos personas las que caminan en la orilla del mar que llamamos vida.

Pensemos en tantos hijos e hijas de vuestro pueblo: en los mártires, que han hecho resplandecer la fuerza inerme del Evangelio; en las personas sencillas y también extraordinarias que han sabido dar testimonio del amor del Señor en medio de grandes pruebas; en los anunciadores mansos y fuertes de la misericordia, como san Juan Pablo II y santa Faustina. A través de estos "canales" de su amor, el Señor ha hecho llegar dones inestimables a toda la Iglesia y a toda la humanidad.
(Homilía de S.S. Francisco, 28 de julio de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Pensaré qué quiere Dios de mí, hoy y esforzarme por hacer su voluntad.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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10:28 p.m.
Bloch-Sermon_On_The_Mount

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              *”Verbum Spei”*

      _”Palabra de Esperanza”_

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*El Bautismo del Señor*

*El Evangelio de hoy*

*Marcos 1, 7-11*
En aquel tiempo, predicaba Juan: “Ya viene detrás de mí otro que es más poderoso que yo, uno a quien no merezco ni siquiera inclinarme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con Espíritu Santo”.

Por esos días vino Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. Al salir Jesús del agua, vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu en figura de paloma, descendía sobre él. Se oyó entonces una voz del cielo que decía: “Tú eres mi Hijo amado; yo tengo en ti mis complacencias”.

*Reflexión:*

El bautismo de Jesús marca para Él, el inicio de su vida pública. Vida en la que se manifestaría como el Hijo de Dios, revestido de gracia y de poder. Ciertamente esto no ocurrió en él por el hecho de ser bautizado por Juan, ya que Él es el Hijo de Dios y lo que era antes del bautismo continuó siéndolo después. Sin embargo, esto no ocurre en nuestro bautismo en el cual, nuestra naturaleza humana verdaderamente se ve revestida de gracia y de poder; dejamos de ser creaturas para convertirnos en hijos gracias a que el Espíritu Santo, a partir de ese momento, empieza a habitar en nosotros como si fuera su propia casa. Esto, obviamente, cambia todo en nuestra vida.

Sin embargo, para que se manifieste este cambio es necesario alimentar la gracia recibida. En el momento de nuestro bautismo, aunque nosotros no lo oigamos, resuenan también para cada uno las mismas palabras, no como una presentación, como es el caso de Jesús, sino como una información para todos. Nosotros, sí, cada uno de nosotros, es un hijo de Dios por lo que hemos sido enviados, igual que Jesús, para llevar la Buena Nueva a los pobres y para liberar a los cautivos. 

Esto no supone que tengamos que dejar nuestra vida actual para ser como Jesús. Cada uno ha sido llamado por Dios para realizar estos ministerios desde diferentes estados de vida: unos casados, otros soleros, incluso, esto no tiene, como en Jesús, una edad para manifestarse, sino que en nosotros la acción del Espíritu puede empezar desde pequeños, basta con que le demos espacio en nuestra vida y alimentemos nuestro corazón con una vida intensa de oración y en comunión con la Iglesia. Si hoy tenemos tanta gente que no conoce el amor de Dios y gente que vive atada a sus vicios y debilidades, es porque una importante parte de los bautizados no se han hecho conscientes de ser hijos de Dios, sus elegidos y por ello no han asumido su papel en la vida evangélica.

(Evangelización Activa).

*Oración:*

Señor Jesús, al ser bautizado te hiciste solidario con nuestra naturaleza humana, para vencer al pecado e iniciar el Reino de Dios, y así tener una sociedad justa y fraterna y también nosotros ser colaboradores de la construcción del Reino. Amén.
*Acción:*

En un momento de mi día me detendré unos cuantos segundos, para ponerme en presencia de Dios y haré esta oración en mi mente “Soy un hijo de Dios”, y recordaré el día de mi bautizo. 

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      *”Nuntium Verbi Dei”*

_”Mensaje de la palabra de Dios”_

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10:57 a.m.
Había un hombre de Ramataim, un sufita de la montaña de Efraím, que se llamaba Elcaná, hijo de Ierojám, hijo de Eliú, hijo de Toju, hijo de Suf, efraimita. El tenía dos mujeres: una se llamaba Ana y la otra Peniná. Peniná tenía hijos, pero Ana no tenía ninguno. Este hombre subía cada año desde su ciudad, para adorar y ofrecer sacrificios al Señor en Silo. Allí eran sacerdotes del Señor, Jofni y Pinjás, los dos hijos de Elí. El día en que Elcaná ofrecía su sacrificio, daba a su esposa Peniná, y a todos sus hijos e hijas, porciones de la víctima. Pero a Ana le daba una porción especial, porque la amaba, aunque el Señor la había hecho estéril. Su rival la afligía constantemente para humillarla, porque el Señor la había hecho estéril. Así sucedía año tras año cada vez que ella subía a la Casa del Señor, la otra la afligía de la misma manera. Entonces Ana se ponía a llorar y no quería comer. Pero Elcaná, su marido, le dijo: "Ana, ¿por qué lloras y no quieres comer? ¿Por qué estás triste? ¿No valgo yo para ti más que diez hijos?".

10:57 a.m.
¿Con qué pagaré al Señor todo el bien que me hizo? Alzaré la copa de la salvación e invocaré el nombre del Señor. Cumpliré mis votos al Señor en presencia de todo su pueblo. ¡Qué penosa es para el Señor la muerte de sus amigos! Yo, Señor, soy tu servidor, tu servidor, lo mismo que mi madre: por eso rompiste mis cadenas. tu servidor, lo mismo que mi madre: por eso rompiste mis cadenas. Te ofreceré un sacrificio de alabanza, e invocaré el nombre del Señor. Cumpliré mis votos al Señor, en presencia de todo su pueblo. en los atrios de la casa del Señor, en medio de ti, Jerusalén. ¡Aleluya!