2020


Leamos y escuchemos la Palabra de Dios de cada día.
Todos los días encuentre aquí el pasaje del Evangelio correspondiente a la Liturgia de Hoy así como una reflexión del mismo, hecho por sacerdotes de diversos lugares, en español.

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11:26 a.m.


El Señor dijo a Moisés: Habla en estos términos a Aarón y a sus hijos: Así bendecirán a los israelitas. Ustedes les dirán: Que el Señor te bendiga y te proteja. Que el Señor haga brillar su rostro sobre ti y te muestre su gracia. Que el Señor te descubra su rostro y te conceda la paz. Que ellos invoquen mi Nombre sobre los israelitas, y yo los bendeciré.

11:26 a.m.


El Señor tenga piedad y nos bendiga, haga brillar su rostro sobre nosotros, para que en la tierra se reconozca su dominio, y su victoria entre las naciones. Que canten de alegría las naciones, porque gobiernas a los pueblos con justicia y guías a las naciones de la tierra. ¡Que los pueblos te den gracias, Señor, que todos los pueblos te den gracias! Que Dios nos bendiga, y lo teman todos los confines de la tierra.

11:26 a.m.


Hermanos: Cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la Ley, para redimir a los que estaban sometidos a la Ley y hacernos hijos adoptivos. Y la prueba de que ustedes son hijos, es que Dios infundió en nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama a Dios llamándolo" ¡Abba!, es decir, ¡Padre! Así, ya no eres más esclavo, sino hijo, y por lo tanto, heredero por la gracia de Dios.

11:26 a.m.


Los pastores fueron rápidamente y encontraron a María, a José, y al recién nacido acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que habían oído decir sobre este niño, y todos los que los escuchaban quedaron admirados de lo que decían los pastores. Mientras tanto, María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón. Y los pastores volvieron, alabando y glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído, conforme al anuncio que habían recibido. Ocho días después, llegó el tiempo de circuncidar al niño y se le puso el nombre de Jesús, nombre que le había sido dado por el Angel antes de su concepción.

11:26 a.m.


¿María no es la Madre de Dios? Es también nuestra madre. Un principio a establecer es que Jesús, Verbo hecho carne, es al mismo tiempo el Salvador del género humano. Tiene un cuerpo como los otros hombres en tanto que Dios-Hombre. En tanto que Redentor de nuestra raza, tiene un cuerpo espiritual, místico, que es la sociedad de cristianos ligados a él por la fe. “Todos nosotros formamos un solo cuerpo en Cristo” (Rom 12,5). La Virgen concibió al Hijo de Dios no sólo para que recibiendo de ella la naturaleza humana se hiciera hombre. También, para que por medio de la naturaleza recibida de ella, fuera el Salvador de los hombres. Esto explica la palabra de los ángeles a los pastores: “Les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor” (Lc 2,11). En el casto seno de la Virgen, dónde Jesús ha tomado una carne mortal, ahí mismo se ha unido un cuerpo espiritual de todos los que debían creer en él. Podemos decir que, teniendo a Jesús en su seno, María tenía también a aquellos para quienes la vida del Salvador contenía la vida. Nosotros, que unidos a Cristo somos “los miembros de su cuerpo” (Ef 5,30), conformados de su carne y sus huesos, tenemos origen en el seno de la Virgen, del que salimos un día, como cuerpo unido a su cabeza. Por eso, en sentido espiritual y místico, somos llamados hijos de María y ella es Madre nuestra. (…) Si la bienaventurada Virgen es a la vez Madre de Dios y de los hombres, sin dudas ella se ocupa con todas sus fuerzas, junto a su Hijo, “cabeza del cuerpo que es la Iglesia” (Col 1,18), para que sobre nosotros, sus miembros, derrame los dones de su gracia. Particularmente, aquellos para conocerla y para que “tengamos Vida por medio de él”, su Hijo. (1 Jn 4,9).

11:26 a.m.


Hijos míos, ha llegado la última hora. Ustedes oyeron decir que vendría el Anticristo; en realidad, ya han aparecido muchos anticristos, y por eso sabemos que ha llegado la última hora. Ellos salieron de entre nosotros, sin embargo, no eran de los nuestros. Si lo hubieran sido, habrían permanecido con nosotros. Pero debía ponerse de manifiesto que no todos son de los nuestros. Ustedes recibieron la unción del que es Santo, y todos tienen el verdadero conocimiento. Les he escrito, no porque ustedes ignoren la verdad, sino porque la conocen, y porque ninguna mentira procede de la verdad.

11:26 a.m.


Canten al Señor un canto nuevo, cante al Señor toda la tierra; canten al Señor, bendigan su Nombre, día tras día, proclamen su victoria. Alégrese el cielo y exulte la tierra, resuene el mar y todo lo que hay en él; regocíjese el campo con todos sus frutos, griten de gozo los árboles del bosque. Griten de gozo delante del Señor, porque él viene a gobernar la tierra: Él gobernará al mundo con justicia, y a los pueblos con su verdad.

11:26 a.m.


Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Al principio estaba junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron. Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. El no era la luz, sino el testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre. Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios. Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo". De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia: porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre.

11:26 a.m.


Dios, que ha dado el ser a las criaturas, ha vinculado todo a su providencia. El Señor que se hizo esclavo (cf. Flp 2,6), ha revelado a la creación la cumbre de su providencia. Dios el Verbo, que sin cambiar se encarnó, se ha unido a toda la creación en la carne. Un milagro extraño tiene lugar en el cielo y sobre la tierra: Dios está sobre la tierra y el hombre en el cielo. Después de haber unido los ángeles a los hombres, concede la deificación a todo el mundo creado. El conocimiento de la Trinidad santa y consustancial es la santificación y deificación de ángeles y hombres. Cuando el Verbo se hace carne (cf. Jn 1,14) en su amor por el hombre, no cambia lo que era, ni modifica lo que ha devenido. Igualmente que decimos que el único Cristo nació de la divinidad y de la humanidad y existe en su divinidad y su humanidad, igualmente decimos que nació de dos naturalezas y existe en dos naturalezas. (…) Jesús es el Cristo, uno de la Trinidad. De él debes ser también el heredero (cf. Rom 8,17).

11:26 a.m.


Hijos, les escribo porque sus pecados han sido perdonados por el nombre de Jesús. Padres, les escribo porque ustedes conocen al que existe desde el principio. Jóvenes, les escribo porque ustedes han vencido al Maligno. Hijos, les he escrito porque ustedes conocen al Padre. Padres, les he escrito porque ustedes conocen al que existe desde el principio. Jóvenes, les he escrito porque son fuertes, y la Palabra de Dios permanece en ustedes, y ustedes han vencido al Maligno. No amen al mundo ni las cosas mundanas. Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo -los deseos de la carne, la codicia de los ojos y la ostentación de la riqueza.- Todo esto no viene del Padre, sino del mundo. Pero el mundo pasa, y con él, sus deseos. En cambio, el que cumple la voluntad de Dios permanece eternamente.

11:26 a.m.


Aclamen al Señor, familias de los pueblos, aclamen la gloria y el poder del Señor; aclamen la gloria del nombre del Señor. Entren en sus atrios trayendo una ofrenda. aclamen la gloria del nombre del Señor. Entren en sus atrios trayendo una ofrenda. aclamen la gloria del nombre del Señor. Entren en sus atrios trayendo una ofrenda, adoren al Señor al manifestarse su santidad: ¡que toda la tierra tiemble ante él! Digan entre las naciones: “¡El Señor reina! el mundo está firme y no vacilará. El Señor juzgará a los pueblos con rectitud”.

11:26 a.m.


Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, Estaba también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido. Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones. Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.

11:26 a.m.


    “Dios prepara una ciudad para ellos” (cf. Hb 11,16): fe y bien común. Al presentar la historia de los patriarcas y de los justos del Antiguo Testamento, la Carta a los Hebreos pone de relieve un aspecto esencial de su fe. La fe no sólo se presenta como un camino, sino también como una edificación, como la preparación de un lugar en el que el hombre pueda convivir con los demás… Si el hombre de fe se apoya en el Dios del Amén, en el Dios fiel (cf. Is 65,16), y así adquiere solidez, podemos añadir que la solidez de la fe se atribuye también a la ciudad que Dios está preparando para el hombre. La fe revela hasta qué punto pueden ser sólidos los vínculos humanos cuando Dios se hace presente en medio de ellos. No se trata sólo de una solidez interior, una convicción firme del creyente; la fe ilumina también las relaciones humanas, porque nace del amor y sigue la dinámica del amor de Dios. El Dios digno de fe construye para los hombres una ciudad fiable.     Precisamente por su conexión con el amor (cf. Ga 5,6), la luz de la fe se pone al servicio concreto de la justicia, del derecho y de la paz. La fe nace del encuentro con el amor originario de Dios, en el que se manifiesta el sentido y la bondad de nuestra vida... La luz de la fe permite valorar la riqueza de las relaciones humanas, su capacidad de mantenerse, de ser fiables, de enriquecer la vida común. La fe no aparta del mundo ni es ajena a los afanes concretos de los hombres de nuestro tiempo.     Sin un amor fiable, nada podría mantener verdaderamente unidos a los hombres. La unidad entre ellos se podría concebir sólo como fundada en la utilidad, en la suma de intereses, en el miedo, pero no en la bondad de vivir juntos, ni en la alegría que la sola presencia del otro puede suscitar… Sí, la fe es un bien para todos, es un bien común; su luz no luce sólo dentro de la Iglesia ni sirve únicamente para construir una ciudad eterna en el más allá; nos ayuda a edificar nuestras sociedades, para que avancen hacia el futuro con esperanza.

11:26 a.m.


Queridos hermanos: La señal de que lo conocemos, es que cumplimos sus mandamientos. El que dice: "Yo lo conozco", y no cumple sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él. Pero en aquel que cumple su palabra, el amor de Dios ha llegado verdaderamente a su plenitud. Esta es la señal de que vivimos en él. El que dice que permanece en él, debe proceder como él. Queridos míos, no les doy un mandamiento nuevo, sino un mandamiento antiguo, el que aprendieron desde el principio: este mandamiento antiguo es la palabra que ustedes oyeron. sin embargo, el mandamiento que les doy es nuevo. Y esto es verdad tanto en él como en ustedes, porque se disipan las tinieblas y ya brilla la verdadera luz. El que dice que está en la luz y no ama a su hermano, está todavía en las tinieblas. El que ama a su hermano permanece en la luz y nada lo hace tropezar. Pero el que no ama a su hermano, está en las tinieblas y camina en ellas, sin saber a dónde va, porque las tinieblas lo han enceguecido.

11:26 a.m.


Canten al Señor un canto nuevo, cante al Señor toda la tierra; canten al Señor, bendigan su Nombre, día tras día, proclamen su victoria. canten al Señor, bendigan su Nombre, día tras día, proclamen su victoria. canten al Señor, bendigan su Nombre. Día tras día, proclamen su victoria. Anuncien su gloria entre las naciones, y sus maravillas entre los pueblos. Los dioses de los pueblos no son más que apariencia, pero el Señor hizo el cielo. No son más que apariencia, en su presencia hay esplendor y majestad, en su Santuario, poder y hermosura.

11:26 a.m.


Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor. También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor. Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor. Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo: "Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel". Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él. Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: "Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos".

11:26 a.m.


«El Reino de Dios está cerca» (Lc 21,31). El Reino de Dios, muy queridos hermanos, ya desde ahora está cerca. Junto con el fin del mundo se anuncia ya la recompensa de la vida, el gozo de la salvación eterna, la seguridad sin fin y el gozo del paraíso que antiguamente habíamos perdido. Y las realidades del cielo suceden a las realidades humanas, las grandes a las pequeñas, las eternas a las temporales. ¿Hay de qué inquietarse, razones para temer el futuro?... En efecto, está escrito "el justo vivirá por su fe". Si sois justos, si vivís de la fe, si creéis verdaderamente en Jesucristo, ¿por qué no os alegráis de estar llamados a ir al encuentro de Cristo..., puesto que creéis firmemente en la promesa de Dios y estáis destinados a estar con Cristo? Tomad como ejemplo a Simeón, el justo: ha sido verdaderamente justo y ha cumplido los mandamientos de Dios. Una inspiración divina le había enseñado que no moriría sin antes ver a Cristo, de tal manera que cuando Cristo niño fue al Templo con su madre, Simeón iluminado por el Espíritu Santo, vio claro que había nacido el Salvador, tal como se le había predicho; y en tal situación comprendió que su muerte era inminente. Gozoso ante esta perspectiva y seguro desde entonces de ser llamado por Dios para estar con Él, tomó al niño en sus brazos y, bendiciendo al Señor, exclamó: "Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador". Entonces experimentó y dio testimonio de que la paz de Dios es para sus siervos, que éstos gozan de las dulzuras de la quietud y la libertad cuando, alejados de los tormentos mundanos, adquieren el refugio y la seguridad eternas... Es solamente entonces cuando el alma encuentra la verdadera paz, el descanso total, las seguridad duradera y perpetua.

11:26 a.m.


La noticia que hemos oído de él y que nosotros les anunciamos, es esta: Dios es luz, y en él no hay tinieblas. Si decimos que estamos en comunión con él y caminamos en las tinieblas, mentimos y no procedemos conforme a la verdad. Pero si caminamos en la luz, como el mismo está en la luz, estamos en comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos purifica de todo pecado. Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonarnos y purificarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos pasar por mentiroso, y su palabra no está en nosotros. Hijos míos, les he escrito estas cosas para que no pequen. Pero si alguno peca, tenemos un defensor ante el Padre: Jesucristo, el Justo. El es la Víctima propiciatoria por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero.

11:26 a.m.


Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte, cuando los hombres se alzaron contra nosotros, nos habrían devorado vivos. Cuando ardió su furor contra nosotros, las aguas nos habrían inundado, un torrente nos habría sumergido, nos habrían sumergido las aguas turbulentas. Nuestra vida se salvó como un pájaro de la trampa del cazador: la trampa se rompió y nosotros escapamos. de la trampa del cazador Nuestra ayuda está en el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.

11:26 a.m.


Después de la partida de los magos, el Angel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: "Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo". José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto. Allí permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio del Profeta: Desde Egipto llamé a mi hijo. Al verse engañado por los magos, Herodes se enfureció y mandó matar, en Belén y sus alrededores, a todos los niños menores de dos años, de acuerdo con la fecha que los magos le habían indicado. Así se cumplió lo que había sido anunciado por el profeta Jeremías: En Ramá se oyó una voz, hubo lágrimas y gemidos: es Raquel, que llora a sus hijos y no quiere que la consuelen, porque ya no existen.

11:26 a.m.


El apóstol Juan escribe: “Quien dice que permanece en Él, debe caminar como Él caminó" (1Jn 2,6); y san Pablo: " Ese mismo Espíritu da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios, y, si hijos, también herederos de Dios y coherederos con Cristo; de modo que, si sufrimos con él, seremos también glorificados con Él” (Rm 8,16s)… Hermanos queridísimos, imitemos a Abel el justo, que inauguró el martirio, sufriendo el primero la muerte por la justicia (Gn 4,8)…; imitemos a los tres jóvenes, Ananias, Azarias, Misael, que vencieron a un rey por la valentía de su fe (Dn 3) … ¿ Los profetas a los que el Espíritu Santo había dado el conocimiento del futuro y los apóstoles a los que el Señor había escogido, acaso estas personas justas no nos enseñan, dejándose matar, a morir cuando nos toque por la justicia? El nacimiento de Cristo queda marcado en seguida por el martirio de los niños menores de dos años, a causa de su nombre; incapaces de combatir, consiguieron conquistar la corona. Para que quede bien claro, que aquellos a los que se mata por Cristo son inocentes, niños inocentes han sido matados por su nombre… ¡Qué grave sería para un siervo que llevara el nombre de cristiano, no querer sufrir cuando su dueño, Cristo, sufrió primero! ¿El Hijo de Dios sufrió para hacernos hijos de Dios, y los hijos de los hombres no quieren sufrir para continuar siendo hijos de Dios? El Señor del mundo nos lo recuerda: " si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo… Recordad lo que os dije: “No es el siervo más que su amo” (Jn 15,18-20)… Dios nos contempla, Cristo y sus ángeles nos miran, mientras luchamos por la fe. ¡Qué dignidad tan grande, qué felicidad tan plena es luchar bajo la mirada de Dios y ser coronados por Cristo! Revistámonos de fuerza, hermanos amadísimos, y preparémonos para la lucha con un espíritu sin tacha, con una fe sincera, con una total entrega.

11:26 a.m.


En aquellos días, la palabra del Señor llegó a Abrám en una visión, en estos términos: "No temas, Abrám. Yo soy para ti un escudo. Tu recompensa será muy grande". "Señor, respondió Abrám, ¿para qué me darás algo, si yo sigo sin tener hijos, y el heredero de mi casa será Eliezer de Damasco?". Después añadió: "Tú no me has dado un descendiente, y un servidor de mi casa será mi heredero". Entonces el Señor le dirigió esta palabra: "No, ese no será tu heredero; tu heredero será alguien que nacerá de ti. Luego lo llevó afuera y continuó diciéndole: "Mira hacia el cielo y si puedes, cuenta las estrellas". Y añadió: "Así será tu descendencia". Abrám creyó en el Señor, y el Señor se lo tuvo en cuenta para su justificación. Y ya no te llamarás más Abrám: en adelante tu nombre será Abraham, para indicar que yo te he constituido padre de una multitud de naciones. El Señor visitó a Sara como lo había dicho, y obró con ella conforme a su promesa. En el momento anunciado por Dios, Sara concibió y dio un hijo a Abraham, que ya era anciano. Cuando nació el niño que le dio Sara, Abraham le puso el nombre de Isaac.

11:26 a.m.


¡Den gracias al Señor, invoquen su Nombre, hagan conocer entre los pueblos sus proezas; canten al Señor con instrumentos musicales, pregonen todas sus maravillas! ¡Gloríense en su santo Nombre, alégrense los que buscan al Señor! ¡Recurran al Señor y a su poder, busquen constantemente su rostro! recuerden las maravillas que él obró, sus portentos y los juicios de su boca! Descendientes de Abraham, su servidor, hijos de Jacob, su elegido: El se acuerda eternamente de su alianza, de la palabra que dio por mil generaciones, del pacto que selló con Abraham, del juramento que hizo a Isaac.

11:26 a.m.


Hermanos: Por la fe, Abraham, obedeciendo al llamado de Dios, partió hacia el lugar que iba a recibir en herencia, sin saber a dónde iba. También por la fe, Sara recibió el poder de concebir, a pesar de su edad avanzada, porque juzgó digno de fe al que se lo prometía. Y por eso, de un solo hombre, y de un hombre ya cercano a la muerte, nació una descendencia numerosa como las estrellas del cielo e incontable como la arena que está a la orilla del mar. Por la fe, Abraham, cuando fue puesto a prueba, presentó a Isaac como ofrenda: él ofrecía a su hijo único, al heredero de las promesas, a aquel de quien se había anunciado: De Isaac nacerá la descendencia que llevará tu nombre. Y lo ofreció, porque pensaba que Dios tenía poder, aun para resucitar a los muertos. Por eso recuperó a su hijo, y esto fue como un símbolo.

11:26 a.m.


Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor. También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor. Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor. Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo: "Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel". Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él. Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: "Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos". Estaba también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido. Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones. Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.

11:26 a.m.


Podéis orar a la Sagrada Familia por vuestra familia: Padre nuestro que estás en el cielo, tú nos has dado un modelo de vida en la Sagrada Familia de Nazaret.      Ayúdanos, Padre amantísimo, a hacer de nuestra familia un nuevo Nazaret donde reine la alegría y la paz. Que sea profundamente contemplativa, intensamente eucarística y vibrante de gozo. Ayúdanos a permanecer unidos en los gozos y en las penas gracias a la oración familiar. Enséñanos a reconocer a Jesús en cada miembro de nuestra familia, particularmente cuando sufre y está herida. Que el Corazón eucarístico de Jesús haga nuestros corazones suaves y humildes, semejantes al suyo (Mt 11,29). Ayúdanos a cumplir santamente nuestra vocación familiar. Que nos podamos amar los unos a los otros como Dios nos ama a cada uno cada día más, y nos perdonemos mutuamente nuestras faltas así como tú perdonas nuestros pecados. Ayúdanos, Padre amantísimo, a acoger todo lo que nos das con una amplia sonrisa. Corazón inmaculado de María, causa de nuestra alegría, ora por nosotros. Santos ángeles de la guardia, permaneced junto a nosotros, guiadnos, protegednos. Amén.

11:26 a.m.


Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y signos en el pueblo. Algunos miembros de la sinagoga llamada "de los Libertos", como también otros, originarios de Cirene, de Alejandría, de Cilicia y de la provincia de Asia, se presentaron para discutir con él. Pero como no encontraban argumentos, frente a la sabiduría y al espíritu que se manifestaba en su palabra, Al oír esto, se enfurecieron y rechinaban los dientes contra él. Esteban, lleno del Espíritu Santo y con los ojos fijos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús, que estaba de pie a la derecha de Dios. Entonces exclamó: "Veo el cielo abierto y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios". Ellos comenzaron a vociferar y, tapándose los oídos, se precipitaron sobre él como un solo hombre; y arrastrándolo fuera de la ciudad, lo apedrearon. Los testigos se quitaron los mantos, confiándolos a un joven llamado Saulo. Mientras lo apedreaban, Esteban oraba, diciendo: "Señor Jesús, recibe mi espíritu". Después, poniéndose de rodillas, exclamó en alta voz: "Señor, no les tengas en cuenta este pecado". Y al decir esto, expiró.

11:26 a.m.


Inclina tu oído hacia mí, date prisa en liberarme. Sé para mí una roca de refugio, el recinto amurallado que me salve. inclina tu oído hacia mí y ven pronto a socorrerme. Sé para mí una roca protectora, un baluarte donde me encuentre a salvo, porque tú eres mi Roca y mi baluarte: por tu Nombre, guíame y condúceme. Yo pongo mi vida en tus manos: tú me rescatarás, Señor, Dios fiel. Aborreces a los que adoran ídolos vanos, pero yo confío en el Señor. Confío en el Señor. Gozaré y me alegraré de tu bondad porque has mirado mi aflicción y comprendido la angustia de mi alma; mi destino está en tus manos.» Líbrame del poder de mis enemigos y de aquellos que me persiguen. Que brille tu rostro sobre tu servidor, sálvame por tu misericordia.

11:26 a.m.


Jesús dijo a sus apóstoles: Cuídense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en las sinagogas. A causa de mí, serán llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos. Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes. El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir. Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará.

11:26 a.m.


Imitemos al Señor y roguemos por los enemigos... Imita al Señor: ¡fue crucificado y rogó al Padre por los que lo crucificaban! Preguntarás ¿cómo puedo yo imitar al Señor? ¡Si quieres, puedes! Porque si no lo pudieras imitar ¿para qué habría dicho El, «aprended de mí que soy manso y humilde de corazón?" Si no lo pudieras imitar no habría dicho Pablo: ¡Sed imitadores míos, como yo lo soy de Cristo! Por lo demás, si no puedes imitar al Señor, imita a tu consiervo; es decir, al apóstol Esteban. Porque él imitó al Señor. Y, a la manera de Cristo, puesto en medio de los que lo crucificaban, rogaba al Padre por los que lo crucificaban; así el siervo, puesto entre los que lo apedreaban, cuando todos lo acometían, mientras recibía las heridas de las piedras, olvidado del dolor que de eso le provenía, exclamaba: ¡Señor! ¡no les tengas en cuenta este pecado! ¿Observas cómo ora el Señor? ¿observas cómo ora el siervo? Aquél dice: ¡Padre! ¡Perdónales este pecado, porque no saben lo que hacen! Este dice: ¡No les imputes este pecado! Y para que conozcas cómo éste suplica empeñosamente, no ora simplemente cuando es lapidado, y de pie, sino puestas las rodillas en tierra y hablando con dolor y con grande conmiseración. Cristo dijo: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen». En otro lugar dice: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado». Pablo dijo: «Ofrezco este sacrificio por mis hermanos, más cercanos según la carne» (cf Rm 9,3). Moisés dijo: «Si quieres puedes perdonar sus pecados, sino bórrame del Libro de la vida que has escrito» (Ex 32,32). David dijo: «Que tu mano caiga sobre mi y mi familia» (2S 24,17)... ¿Qué perdón pensamos poder obtener, si hacemos lo contrario de lo que se nos ha pedido hacer contra nuestros enemigos, cuando el mismo Señor y los servidores del Antiguo y Nuevo Testamento nos han exhortado a pedir en su favor?

11:26 a.m.


¡Qué hermosos son sobre las montañas los pasos del que trae la buena noticia, del que proclama la paz, del que anuncia la felicidad, del que proclama la salvación, y dice a Sión: "¡Tu Dios reina!". ¡Escucha! Tus centinelas levantan la voz, gritan todos juntos de alegría, porque ellos ven con sus propios ojos el regreso del Señor a Sión, ¡Prorrumpan en gritos de alegría, ruinas de Jerusalén, porque el Señor consuela a su Pueblo, Él redime a Jerusalén! El Señor desnuda su santo brazo a la vista de todas las naciones, verán la salvación de nuestro Dios.

11:26 a.m.


Canten al Señor un canto nuevo, porque él hizo maravillas: su mano derecha y su santo brazo le obtuvieron la victoria. El Señor manifestó su victoria, reveló su justicia a los ojos de las naciones: se acordó de su amor y su fidelidad en favor del pueblo de Israel. Los confines de la tierra han contemplado el triunfo de nuestro Dios. se acordó de su amor y su fidelidad en favor del pueblo de Israel. Los confines de la tierra han contemplado el triunfo de nuestro Dios. se acordó de su amor y su fidelidad en favor del pueblo de Israel. Los confines de la tierra han contemplado el triunfo de nuestro Dios. Aclame al Señor toda la tierra, prorrumpan en cantos jubilosos. Canten al Señor con el arpa y al son de instrumentos musicales; con clarines y sonidos de trompeta aclamen al Señor, que es Rey.

11:26 a.m.


Después de haber hablado antiguamente a nuestros padres por medio de los Profetas, en muchas ocasiones y de diversas maneras, ahora, en este tiempo final, Dios nos habló por medio de su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas y por quien hizo el mundo. El es el resplandor de su gloria y la impronta de su ser. El sostiene el universo con su Palabra poderosa, y después de realizar la purificación de los pecados, se sentó a la derecha del trono de Dios en lo más alto del cielo. Así llegó a ser tan superior a los ángeles, cuanto incomparablemente mayor que el de ellos es el Nombre que recibió en herencia. ¿Acaso dijo Dios alguna vez a un ángel: "Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy?" ¿Y de qué ángel dijo: "Yo seré un padre para él y él será para mi un hijo?" Y al introducir a su Primogénito en el mundo, Dios dice: "Que todos los ángeles de Dios lo adoren."

11:26 a.m.


Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Al principio estaba junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron. Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. El no era la luz, sino el testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre. Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios. Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo". De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia: porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre.

11:26 a.m.


Por una admirable condescendencia, por un amor sorprendente e increíble, Dios descendió en un cuerpo y habiéndose hecho carne, ha visitado a los hijos de Adán. (…) El hijo de Dios se convirtió en Hijo del hombre, por lo cual, en la unidad de la persona es a la vez Dios y hombre: Dios engendrado de la sustancia del Padre antes de los siglos y hombre nacido de la sustancia de su madre en el curso de los siglos. Gigante de doble naturaleza, ha saltado con alegría para cantar en la cítara de nuestro cuerpo, con palabras melodiosas y acentos harmoniosos. Produce sonidos suaves y hermosos con el instrumento formado por nuestra carne, haciendo surgir una música de inefable harmonía. Ella endereza las piedras, sacude los árboles, domestica las bestias salvajes y conduce a las alturas a los hombres liberados de su carne. Con la suavidad de esta música admirable, de piedras hizo hijos de Abraham y a los árboles de los bosques -el corazón de los paganos- los puso en movimiento hacia la fe. Las bestias feroces - pasiones salvajes y ruda barbarie- las domesticó hasta una buena conducta. Los hombres surgidos entre los hombres, los estableció en el rango de los dioses. Es con razón que (…) cantos resuenan hasta las extremidades de la tierra.

11:26 a.m.


El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz; sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz. Tú has multiplicado la alegría, has acrecentado el gozo; ellos se regocijan en tu presencia. como se goza en la cosecha, como cuando reina la alegría por el reparto del botín. Porque el yugo que pesaba sobre él, la barra sobre su espalda y el palo de su carcelero, todo eso lo has destrozado como en el día de Madián. Porque todas las botas usadas en la refriega y las túnicas manchadas de sangre, serán presa de las llamas, pasto del fuego. Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado. La soberanía reposa sobre sus hombros y se le da por nombre: "Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz". Su soberanía será grande, y habrá una paz sin fin para el trono de David y para su reino; él lo establecerá y lo sostendrá por el derecho y la justicia, desde ahora y para siempre. El celo del Señor de los ejércitos hará todo esto.

11:26 a.m.


Canten al Señor un canto nuevo, cante al Señor toda la tierra; canten al Señor, bendigan su Nombre, día tras día, proclamen su victoria. canten al Señor, bendigan su Nombre, día tras día, proclamen su victoria. canten al Señor, bendigan su Nombre. Día tras día, proclamen su victoria. Anuncien su gloria entre las naciones, y sus maravillas entre los pueblos. Alégrese el cielo y exulte la tierra, resuene el mar y todo lo que hay en él; regocíjese el campo con todos sus frutos, griten de gozo los árboles del bosque. Griten de gozo delante del Señor, porque él viene a gobernar la tierra: Él gobernará al mundo con justicia, y a los pueblos con su verdad.

11:26 a.m.


La gracia de Dios, que es fuente de salvación para todos los hombres, se ha manifestado. Ella nos enseña a rechazar la impiedad y los deseos mundanos, para vivir en la vida presente con sobriedad, justicia y piedad, mientras aguardamos la feliz esperanza y la Manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador, Cristo Jesús. El se entregó por nosotros, a fin de librarnos de toda iniquidad, purificarnos y crear para sí un Pueblo elegido y lleno de celo en la práctica del bien.

11:26 a.m.


En aquella época apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo. Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria. Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen. José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada. Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue. En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche. De pronto, se les apareció el Angel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor, pero el Angel les dijo: "No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre". Y junto con el Angel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: "¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!".

11:26 a.m.


Cuando María dio a luz, los cielos se alegraron y la tierra exultó. El infierno, sacudido, se espantó. En su alegría, los cielos dieron la estrella centellante y la gloriosa armada de los ángeles que canta esta alabanza: “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra, paz a los hombres amados por él” (Lc 2,14). En su alegría, la tierra ha dado los pastores que glorifican y los magos que adoran ofreciendo sus presentes: oro, incienso y mirra. (…) La noche ha derramado la luz en las tinieblas y, en vez de oscuridad, ha irradiado una luz resplandeciente. Esta noche dio la luz antes que se levante el sol, luz que por su brillo extraordinario, eclipsa el esplendor del sol. De esta noche, el salmista comenta: “la noche será para mi luz de mis delicias”. Después, volviéndose hacia el Señor prosigue: “Si dijera: “¡Que me cubran las tinieblas y la luz sea como la noche a mi alrededor!”, las tinieblas no serían oscuras para ti y la noche será clara como el día” (Sal 139 (138),11-12). (…) Recibiendo al recién nacido, el Emanuel, María contempla una luz incomparablemente más bella que el sol, resiente un fuego que las aguas no pueden apagar. En el cuerpo que dio a luz, María recibió el resplandor que todo ilumina, pudo llevar en brazos al Verbo que lleva al universo.

11:26 a.m.


Así habla el Señor Dios. Yo envío a mi mensajero, para que prepare el camino delante de mí. Y en seguida entrará en su Templo el Señor que ustedes buscan; y el Angel de la alianza que ustedes desean ya viene, dice el Señor de los ejércitos. ¿Quién podrá soportar el Día de su venida? ¿Quién permanecerá de pie cuando aparezca? Porque él es como el fuego del fundidor y como la lejía de los lavanderos. El se sentará para fundir y purificar: purificará a los hijos de Leví y los depurará como al oro y la plata; y ellos serán para el Señor los que presentan la ofrenda conforme a la justicia. La ofrenda de Judá y de Jerusalén será agradable al Señor, como en los tiempos pasados, como en los primeros años. Yo les voy a enviar a Elías, el profeta, antes que llegue el Día del Señor, grande y terrible. El hará volver el corazón de los padres hacia sus hijos y el corazón de los hijos hacia sus padres, para que yo no venga a castigar el país con el exterminio total.

11:26 a.m.


Muéstrame, Señor, tus caminos, enséñame tus senderos. Muéstrame, Señor, tus caminos, enséñame tus senderos. Guíame por el camino de tu fidelidad; enséñame, porque tú eres mi Dios y mi salvador, Yo espero en ti todo el día, El Señor es bondadoso y recto: por eso muestra el camino a los extraviados; él guía a los humildes para que obren rectamente y enseña su camino a los pobres. Todos los senderos del Señor son amor y fidelidad, para los que observan los preceptos de su alianza. El Señor da su amistad a los que lo temen y les hace conocer su alianza.

11:26 a.m.


Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo. Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella. A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre dijo: "No, debe llamarse Juan". Ellos le decían: "No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre". Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran. Este pidió una pizarra y escribió: "Su nombre es Juan". Todos quedaron admirados. Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios. Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea. Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: "¿Qué llegará a ser este niño?". Porque la mano del Señor estaba con él.