02/13/21

11:26 a.m.


El Señor dijo a Moisés y a Aarón: Cuando aparezca en la piel de una persona una hinchazón, una erupción o una mancha lustrosa, que hacen previsible un caso de lepra, la persona será llevada al sacerdote Aarón o a uno de sus hijos, los sacerdotes, La persona afectada de lepra llevará la ropa desgarrada y los cabellos sueltos; se cubrirá hasta la boca e irá gritando: "¡Impuro, impuro!" Será impuro mientras dure su afección. Por ser impuro, vivirá apartado y su morada estará fuera del campamento.

11:26 a.m.


¡Feliz el que ha sido absuelto de su pecado y liberado de su falta! ¡Feliz el hombre a quien el Señor no le tiene en cuenta las culpas, y en cuyo espíritu no hay doblez! Pero yo reconocí mi pecado, no te escondí mi culpa, pensando: “Confesaré mis faltas al Señor”. ¡Y tú perdonaste mi culpa y mi pecado! ¡Alégrense en el Señor, regocíjense los justos! ¡Canten jubilosos los rectos de corazón!

11:26 a.m.


En resumen, sea que ustedes coman, sea que beban, o cualquier cosa que hagan, háganlo todo para la gloria de Dios. No sean motivo de escándalo ni para los judíos ni para los paganos ni tampoco para la Iglesia de Dios. Hagan como yo, que me esfuerzo por complacer a todos en todas las cosas, no buscando mi interés personal, sino el del mayor número, para que puedan salvarse. Sigan mi ejemplo, así como yo sigo el ejemplo de Cristo.

11:26 a.m.


Se acercó a Jesús un leproso para pedirle ayuda y, cayendo de rodillas, le dijo: "Si quieres, puedes purificarme". Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Lo quiero, queda purificado". En seguida la lepra desapareció y quedó purificado. Jesús lo despidió, advirtiéndole severamente: "No le digas nada a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio". Sin embargo, apenas se fue, empezó a proclamarlo a todo el mundo, divulgando lo sucedido, de tal manera que Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que debía quedarse afuera, en lugares desiertos. Y acudían a él de todas partes.

11:26 a.m.


Levanté los brazos al cielo, hacia la gracia del Señor. Echó mis cadenas lejos de mí. Mi protector me levantó conforme a su gracia y su salvación. Me despojé de la oscuridad y me revestí de la luz; mis miembros no experimentaron ningún sufrimiento, ni angustia, ni dolor. El pensamiento del Señor me socorrió; su luz me exaltó; caminé en su presencia; me acercaré a él alabándolo y glorificándolo. Mi corazón se desbordó, invadió toda mi boca, saltó hasta mis labios. El gozo del Señor y su alabanza despejan mi rostro. ¡Aleluya! ¡Me escapé de mis cadenas y huí hasta ti, Dios mío! Tú has sido mi derecha, mi salvación, mi ayuda. Tú has detenido a los que se levantaban contra mí y han desaparecido. Tu rostro estaba conmigo y tu gracia me salvaba. Era despreciado y rechazado a los ojos de la multitud. Pero tú me has dado fuerza y ayuda. Has colocado la luz a mi derecha y a mi izquierda. ¡Que en mí todo sea luz! Me he revestido con la vestidura de tu Espíritu, has quitado de mí los vestidos de piel (Gn 3,21). Tu derecha me ha levantado y ha echado lejos de mí mi enfermedad. Tu verdad me ha robustecido y tu justicia me ha santificado. He sido justificado por tu amor tan suave, y tu descanso es para mí por los siglos de los siglos. ¡Aleluya!