01/06/18

11:23 p.m.

Por: H. Adrián Olvera, L.C. | Fuente: missionkits.org

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, dame la gracia de callar, por un momento, los ruidos externos y también los internos de mis pensamientos y de mi corazón para poder escuchar... para poder escucharte.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Marcos 1, 7-11

En aquel tiempo, predicaba Juan: "Ya viene detrás de mí otro que es más poderoso que yo, uno a quien no merezco ni siquiera inclinarme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con Espíritu Santo".

Por esos días vino Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. Al salir Jesús del agua, vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu en figura de paloma, descendía sobre él. Se oyó entonces una voz del cielo que decía: "Tú eres mi Hijo amado; yo tengo en ti mis complacencias".

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Hay momentos en la vida en que suceden cosas inesperadas..., pero muchas veces cuando éstas suceden nos damos cuenta que las necesitábamos.

Una plática, una conversación, una mirada o, a veces, tan sólo basta escuchar una palabra dicha desde el corazón.

Nos es imposible imaginar, meditar o contemplar el amor que el Padre tenía al Hijo y el Hijo al Padre, pues si lo pensamos bien es un amor que nos supera, nos sobrepasa. Sin embargo, Jesús no quiere mostrarnos su amor como una especie de obra de arte, que si bien nos puede gustar, nos puede maravillar, sigue siendo algo externo a nosotros.

Jesús vino a dar plenitud, vino a enseñarnos el camino..., pues su misión consistía en no perder nada de aquello que se le había dado, de aquello que se le ha dado (Jn 6-39), pero sobre todo, vino a mostrarnos que Dios es Padre, nuestro Padre..., mi Padre.

Aquí ya no se trata de mirar y admirar una obra de arte; se trata de vivirla, pues yo soy aquél de quién se dice que es hijo..., y no sólo un hijo sino que soy un hijo que es amado.

Es difícil de creer, sin embargo es así.

Hay que callar..., hay que empezar a escuchar pues puede que aquello que necesitamos sea escuchar: "Tú eres mi hijo amado en quien me complazco".

Aunque no seamos conscientes muchas veces, aunque estemos distraídos..., esto es verdad.

“Todos somos hijos de Dios”. Esto es lo que el Santo Niño nos dice. Nos recuerda nuestra identidad más profunda. Todos somos hijos de Dios, miembros de la familia de Dios. Hoy san Pablo nos ha dicho que hemos sido hechos hijos adoptivos de Dios, hermanos y hermanas en Cristo. Eso es lo que somos. Ésa es nuestra identidad.
(Homilía de S.S. Francisco, 18 de enero de 2015).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

En un momento de mi día detenerme unos cuantos segundos, para ponerme en presencia de Dios y traer a la mente la jaculatoria "Soy un hijo de Dios".

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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10:52 a.m.
Así habla el Señor: ¡Vengan a tomar agua, todos los sedientos, y el que no tenga dinero, venga también! Coman gratuitamente su ración de trigo, y sin pagar, tomen vino y leche. ¿Por qué gastan dinero en algo que no alimenta y sus ganancias, en algo que no sacia? Háganme caso, y comerán buena comida, se deleitarán con sabrosos manjares. Presten atención y vengan a mí, escuchen bien y vivirán. Yo haré con ustedes una alianza eterna, obra de mi inquebrantable amor a David. Yo lo he puesto como testigo para los pueblos, jefe y soberano de naciones. Tú llamarás a una nación que no conocías, y una nación que no te conocía correrá hacia ti, a causa del Señor, tu Dios, y por el Santo de Israel, que te glorifica. ¡Busquen al Señor mientras se deja encontrar, llámenlo mientras está cerca! Que el malvado abandone su camino y el hombre perverso, sus pensamientos; que vuelva el Señor, y él le tendrá compasión, a nuestro Dios, que es generoso en perdonar. Porque los pensamientos de ustedes no son los míos, ni los caminos de ustedes son mis caminos -oráculo del Señor-. Como el cielo se alza por encima de la tierra, así sobrepasan mis caminos y mis pensamientos a los caminos y a los pensamientos de ustedes. Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo y no vuelven a él sin haber empapado la tierra, sin haberla fecundado y hecho germinar, para que dé la semilla al sembrador y el pan al que come, así sucede con la palabra que sale de mi boca: ella no vuelve a mí estéril, sino que realiza todo lo que yo quiero y cumple la misión que yo le encomendé.

10:52 a.m.
Este es el Dios de mi salvación: yo tengo confianza y no temo, porque el Señor es mi fuerza y mi protección; él fue mi salvación. Ustedes sacarán agua con alegría de las fuentes de la salvación. Y dirán en aquel día: Den gracias al Señor, invoquen su Nombre, anuncien entre los pueblos sus proezas, proclamen qué sublime es su Nombre. Canten al Señor porque ha hecho algo grandioso: ¡que sea conocido en toda la tierra! ¡Aclama y grita de alegría, habitante de Sión, porque es grande en medio de ti el Santo de Israel!

10:52 a.m.
Queridos hermanos: El que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y el que ama al Padre ama también al que ha nacido de él, La señal de que amamos a los hijos de Dios es que amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. El amor a Dios consiste en cumplir sus mandamientos, y sus mandamientos no son una carga, porque el que ha nacido de Dios, vence al mundo. Y la victoria que triunfa sobre el mundo es nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? Jesucristo vino por el agua y por la sangre; no solamente con el agua, sino con el agua y con la sangre. Y el Espíritu da testimonio porque el Espíritu es la verdad. Son tres los que dan testimonio: el Espíritu, el agua y la sangre; y los tres están de acuerdo. Si damos fe al testimonio de los hombres, con mayor razón tenemos que aceptar el testimonio de Dios. Y Dios ha dado testimonio de su Hijo.

10:52 a.m.
Juan predicaba, diciendo: "Detrás de mí vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo". En aquellos días, Jesús llegó desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. Y al salir del agua, vio que los cielos se abrían y que el Espíritu Santo descendía sobre él como una paloma; y una voz desde el cielo dijo: "Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección."

10:52 a.m.
«Y fue bautizado en el Jordán por Juan». Grande es su misericordia: aquel que no había cometido ningún pecado es bautizado por un pecador. Por el bautismo del Señor todos los pecados son perdonados. Pero es solamente una forma de prefiguración, ya que la verdadera redención de los pecados está en la sangre de Cristo, en el misterio de la Trinidad. «En cuanto salió del agua, vio que los cielos se rasgaban». Todo esto está escrito para nosotros. Antes de recibir el bautismo, tenemos los ojos cerrados, no podemos ver las realidades celestiales. «Vio el Espíritu en forma de paloma que bajaba sobre él. Entonces se oyó una voz que venía de los cielos: tú eres mi Hijo Amado; en ti me complazco». Vemos el misterio de la Trinidad: Jesús es bautizado, el Espíritu Santo desciende bajo la forma de una paloma, el Padre habla desde lo alto del cielo. «Vio que los cielos se rasgaban». La expresión “vio” nos muestra que los otros no lo vieron. No nos imaginemos que los cielos simple y materialmente se rasgaron: nosotros mismos estamos en ese lugar, según la diversidad de nuestros méritos, vemos los cielos abiertos o cerrados. Una fe total ve los cielos abiertos, pero una fe que duda los ve cerrados. «Vio que los cielos se rasgaban, y el Espíritu en forma de paloma se quedaba sobre él» (Jn 1:32). Miren lo que dice la Escritura: quedarse, es decir que no se fue. Sobre Cristo, descendió el Espíritu Santo y en él moró; por lo que sobre los hombres, desciende pero no mora. En efecto, ¿esperamos que el Espíritu Santo more en nosotros cuando odiamos a nuestro hermano, o cuando tenemos malos pensamientos? Si tenemos buenos pensamientos, es porque el Espíritu Santo vive en nosotros, pero si son malos, es signo de que el Espíritu Santo se ha retirado de nosotros. Es por eso que se dice del Salvador: «Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es él» (Jn 1:33).