06/30/18

10:46 a.m.
Porque Dios no ha hecho la muerte ni se complace en el perdición de los vivientes. El ha creado todas las cosas para que subsistan; las criaturas del mundo son saludables, no hay en ellas ningún veneno mortal y la muerte no ejerce su dominio sobre la tierra. Porque la justicia es inmortal. Dios creó al hombre para que fuera incorruptible y lo hizo a imagen de su propia naturaleza, pero por la envidia del demonio entró la muerte en el mundo, y los que pertenecen a él tienen que padecerla.

10:46 a.m.
Yo te glorifico, Señor, porque tú me libraste y no quisiste que mis enemigos se rieran de mí. Tú, Señor, me levantaste del Abismo y me hiciste revivir, cuando estaba entre los que bajan al sepulcro. Canten al Señor, sus fieles; den gracias a su santo Nombre, porque su enojo dura un instante, y su bondad, toda la vida: si por la noche se derraman lágrimas, por la mañana renace la alegría. «Escucha, Señor, ten piedad de mí; ven a ayudarme, Señor.» Tu has cambiado mi duelo en una danza, me quitaste el luto y me ceñiste de alegría. Así mi corazón te cantará sin callarse jamás. ¡Señor, mi Dios, por siempre te alabaré!

10:46 a.m.
Y ya que ustedes se distinguen en todo: en fe, en elocuencia, en ciencia, en toda clase de solicitud por los demás, y en el amor que nosotros les hemos comunicado, espero que también se distingan en generosidad. Ya conocen la generosidad de nuestro Señor Jesucristo que, siendo rico, se hizo pobre por nosotros, a fin de enriquecernos con su pobreza. No se trata de que ustedes sufran necesidad para que otros vivan en la abundancia, sino de que haya igualdad. En el caso presente, la abundancia de ustedes suple la necesidad de ellos, para que un día, la abundancia de ellos supla la necesidad de ustedes. Así habrá igualdad, de acuerdo con lo que dice la Escritura: El que había recogido mucho no tuvo de sobra, y el que había recogido poco no sufrió escasez.

10:46 a.m.
Cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, y él se quedó junto al mar. Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies, rogándole con insistencia: "Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se cure y viva". Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados. Se encontraba allí una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias. Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor. Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto, porque pensaba: "Con sólo tocar su manto quedaré curada". Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba curada de su mal. Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud, preguntó: "¿Quién tocó mi manto?". Sus discípulos le dijeron: "¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y preguntas quién te ha tocado?". Pero él seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido. Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido, fue a arrojarse a sus pies y le confesó toda la verdad. Jesús le dijo: "Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda curada de tu enfermedad". Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: "Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?". Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: "No temas, basta que creas". Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago, fue a casa del jefe de la sinagoga. Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba. Al entrar, les dijo: "¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme". Y se burlaban de él. Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que venían con él, entró donde ella estaba. La tomó de la mano y le dijo: "Talitá kum", que significa: "¡Niña, yo te lo ordeno, levántate". En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos, entonces, se llenaron de asombro, y él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después dijo que le dieran de comer.

10:46 a.m.
“No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago” Nos podríamos preguntar porque Jesús se lleva siempre a esos discípulos y porque deja a los demás. Así vemos que, cuando se transfiguró en el monte, ya le acompañaban estos tres… Los escogidos son: Pedro, sobre quien se ha edificado la Iglesia, Santiago, el primer apóstol que recibió la palma del martirio, y Juan, el primero que preconizó la virginidad… “Entró donde estaba la niña, la cogió de la mano, y le dijo: Talitha qumi. La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar.” Deseemos que Jesús nos toque también a nosotros, e inmediatamente nos pongamos a andar. Si somos paralíticos o cometemos malas acciones, no podemos caminar; quizás estamos acostados sobre el lecho de nuestros pecados como si fuera nuestra verdadera cama. Cuando Jesús nos toque, inmediatamente quedaremos curados. La suegra de Simón padecía mucha fiebre; Jesús le cogió la mano, ella se levantó inmediatamente y les servía (Mc 1,31)… “Y les dijo que dieran de comer a la niña.” Señor, a los que estamos acostados, haznos la gracia de cogernos la mano, levántanos del lecho de nuestros pecados y haznos caminar. Cuando hayamos andado, ordena que nos den de comer. Acostados, no podemos caminar, y si no estamos de pie, no podemos recibir el cuerpo de Cristo, a quien pertenece la gloria con el Padre y el Santo Espíritu, por los siglos de los siglos.

8:45 a.m.
Bloch-Sermon_On_The_Mount

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*”Verbum Spei”*
_”Palabra de Esperanza”_
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*12° Sábado Tiempo Ordinario*
*El Evangelio de hoy*
*Mateo 8, 5-17*

En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún se le acercó un oficial romano rogándole:«Señor, tengo en mi casa un criado que está en cama paralítico, y sufre mucho». Él le contestó: «Voy a curarlo».
Pero el oficial le replicó: «Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa, con que digas una sola palabra mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes, cuando le digo a uno: ¡Ve!, él va; al otro: ¡Ven!, y viene; a mi criado: ¡Haz esto!, y lo hace».
Al oír aquellas palabras, se admiró Jesús y dijo a los que lo seguían: «Yo les aseguro que en ningún israelita he hallado una fe tan grande. Les aseguro que muchos vendrán de Oriente y de Occidente y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos. En cambio, a los herederos del Reino los echarán fuera, a las tinieblas. Ahí será el llanto y la desesperación».
Jesús le dijo al oficial romano: «Vuelve a tu casa y que se te cumpla lo que has creído». Y en aquel momento se curó el criado.
Al llegar Jesús a la casa de Pedro, vio a la suegra de éste en cama con fiebre. Entonces la tomó de la mano y desapareció la fiebre; ella se levantó y se puso a servirles.
Al atardecer le trajeron muchos endemoniados. Él expulsó a los demonios con su palabra y curó a todos los enfermos. Así se cumplió lo dicho por el profeta Isaías: “El hizo suyas nuestras debilidades y cargó con nuestros dolores”.

*Reflexión:*
Un texto muy breve, que la mayoría de las veces nos pasa desapercibido, es el versículo quince en el que leemos que, la suegra de Pedro estaba enferma y, una vez curada, “se levantó y se puso a servirles”. Llama la atención sobre este texto que, la mayoría de los casos recibimos gracias especiales de Dios, incluso, muchas veces, hasta grandes milagros y pruebas de su amor y una vez recibidos, los disfrutamos, pero no hacemos nada más. En este caso, la suegra “se levantó a servirles”.
Qué mejor manera de agradecer todas y tantas gracias que recibimos de Jesús que sirviéndole. Hoy en día, tenemos muchas formas de servirle, especialmente en la Iglesia, sin que esto reste el que descubramos en nuestros hermanos, sobre todo en los que viven con nosotros, la persona de Cristo. Hay tanto qué hacer en la Iglesia, en nuestra parroquia, que tus manos son muy importantes. Jesús decía: “La mies es mucha y los obreros pocos”.
Es posible que digas: pero yo no sé predicar, no conozco bien la Biblia, ¿qué puedo hacer?. Pues en una parroquia no sólo se necesitan evangelizadores, también urgen catequistas, auxiliares de la pastoral social, de la pastoral de enfermos, del cuidado de los niños, de la Sacristía. Siempre podremos encontrar en qué “darle una mano” al Señor. Si has recibido alguna gracia especial de Jesús, no sólo te contentes en decirle “gracias”. Busca una manera concreta de servirlo y mostrarle así tu agradecimiento y tu amor.
(Evangelización Activa).

*Oración:*
Señor Jesús, te pido la gracia de acrecentar mi fe. Que sea mi fe la que me impulse a realizar grandes cosas por Ti. Creo, pero ayúdame a creer sin desconfiar. Amén.

*Acción:*
Este día buscaré un momento de oración para estar con Jesús Eucaristía para pedirle la gracia de una fe sin límites, sin barreras; de saberme pequeño y necesitado de su amor.
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*”Nuntium Verbi Dei”*
_”Mensaje de la palabra de Dios”_
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Hermanos Franciscanos

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