05/18/17

11:25 p.m.

Por: H. Hiram Galán LC | Fuente: www.missionkits.org

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey Nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Busco tu rostro, Señor. Muéstrame tu rostro viejo amigo, muéstrame las llagas de tu piel. Cuéntame un secreto al oído y dime el dolor y las penas de tu corazón ahora que quiero estar contigo. Recibe por favor mi amor en desagravio.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Juan 15, 12-17

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande a sus amigos que el que da la vida por ellos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo siervos, porque siervo no sabe lo que hace su amo; a ustedes los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que le he oído a mi Padre.

No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los ha elegido y los ha destinado para que vayan y den fruto y su fruto permanezca, de modo que el Padre les conceda cuanto le pidan en mi nombre. Esto es lo que les mando: que se amen los unos a los otros".

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Hace menos de un mes vivimos la semana más importante del año, la así llamada Semana Mayor. Ordinariamente todos tenemos en cuenta que es una semana muy importante pues se conmemora la muerte de Jesús. Sin mencionar que, independientemente del credo que profesan, todas las organizaciones y empresas reconocen esta semana como días festivos.

Pero todo esto no deja huella en nuestro corazón. Creo que es una de las muertes ante las que, paradójicamente, permanecemos más indiferentes. Es decir, por lo general, al conmemorar la muerte de alguien, esta conmemoración va acompañada de ciertos sentimientos de nostalgia y compasión. Pero al recordar la pasión de Jesús no sólo nos hemos acostumbrado a escucharlo y permanecer indiferentes, sino que incluso la utilizamos como un buen pretexto para salir y disfrutar de unas buenas vacaciones.

¿Cuál es la diferencia entre la muerte de Jesús y la de algún ser querido o conocido? ¿Por qué las pérdidas cercanas si me duelen y conmueven mi corazón? ¿Por qué hasta la pérdida de cosas materiales me duele más? Porque un simple hecho cambia todo. El vínculo de la pérdida conmigo. No es la muerte de Jesús, sino la muerte de mi Señor Jesucristo, mi Dios y Señor, quien por amor se entregó por mí y a una muerte de cruz.

Tenemos que meditar continuamente en este misterio de amor. Sinceramente, ¿quién en esta vida estaría dispuesto a dar la vida por mí? Creo que nadie, si acaso, considerando que tengo unos muy buenos padres, mis papás podrían hacerlo. Pero Él ya lo hizo, murió por mí, y fue una muerte denigrante y escandalosa. Desnudo, azotado, como un gusano, escupido y mofado, despojado de toda dignidad, crucificado como un "Don Nadie".

Y TODO POR AMOR…

Ayúdanos, Señor, a comprender que verdaderamente no existe amor más grande"que el de aquel que da la vida por sus amigos"

"La amistad es de los regalos más grande que una persona, que un joven puede tener y puede ofrecer. Es verdad. Qué difícil es vivir sin amigos. Fíjense si será de las cosas más hermosas que Jesús dice: "yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre" (Jn 15,5). Uno de los secretos más grande del cristiano radica en ser amigos, amigos de Jesús. Cuando uno quiere a alguien, le está al lado, lo cuida, ayuda, le dice lo que piensa, sí, pero no lo deja tirado. Así es Jesús con nosotros, nunca nos deja tirados. Los amigos se hacen el aguante, se acompañan, se protegen. Así es el Señor con nosotros."
(Discurso de S.S. Francisco, 12 de julio de 2015)

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración. Disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Dedicaré un momento de mi día a recordar la pasión dolorosa de mi Señor, deteniéndome en una escena de la misma.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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10:55 a.m.
En aquellos días, los Apóstoles, los presbíteros y la Iglesia entera, decidieron elegir a algunos de ellos y enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Eligieron a Judas, llamado Barsabás, y a Silas, hombres eminentes entre los hermanos, y les encomendaron llevar la siguiente carta: "Los Apóstoles y los presbíteros saludamos fraternalmente a los hermanos de origen pagano, que están en Antioquía, en Siria y en Cilicia. Habiéndonos enterado de que algunos de los nuestros, sin mandato de nuestra parte, han sembrado entre ustedes la inquietud y provocado el desconcierto, hemos decidido de común acuerdo elegir a unos delegados y enviárselos junto con nuestros queridos Bernabé y Pablo, los cuales han consagrado su vida al nombre de nuestro Señor Jesucristo. Por eso les enviamos a Judas y a Silas, quienes les transmitirán de viva voz este mismo mensaje. El Espíritu Santo, y nosotros mismos, hemos decidido no imponerles ninguna carga más que las indispensables, a saber: que se abstengan de la carne inmolada a los ídolos, de la sangre, de la carne de animales muertos sin desangrar y de las uniones ilegales. Harán bien en cumplir todo esto. Adiós". Los delegados, después de ser despedidos, descendieron a Antioquía donde convocaron a la asamblea y le entregaron la carta. Esta fue leída y todos se alegraron por el aliento que les daba.

10:55 a.m.
Mi corazón está firme, Dios mío, mi corazón está firme. Voy a cantar al son de instrumentos: ¡despierta, alma mía! ¡Despierten, arpa y cítara, para que yo despierte a la aurora! Te alabaré en medio de los pueblos, Señor, te cantaré entre las naciones, porque tu misericordia se eleva hasta el cielo y tu fidelidad hasta las nubes. ¡Levántate, Dios, por encima del cielo, y que tu gloria cubra toda la tierra!

10:55 a.m.
Jesús dijo a sus discípulos: «Este es mi mandamiento: Amense los unos a los otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre. No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá. Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros.»

10:55 a.m.
Todas las palabras sagradas del Evangelio están repletas de mandamientos del Señor. ¿Entonces, por qué, el Señor dijo que el amor era su mandato? "Este es mi mandamiento: amamos los unos a los otros." Resulta que todos los mandamientos surgen del amor, que todos los preceptos son sólo uno, y cuyo único fundamento es la caridad. Las ramas de un árbol brotan de la misma raíz: así todas las virtudes nacen sólo de la caridad. La rama de una buena obra, no permanece vigorosa, si separa de la raíz de la caridad. Por lo tanto, los mandamientos del Señor son numerosos, y al mismo tiempo son uno - múltiple por la diversidad de las obras, uno en la raíz del amor. ¿Cómo mantener este amor? El mismo Señor nos lo da a entender: en la mayoría de los preceptos de su Evangelio, ordena a sus amigos que se amen en Él, y que amen a sus enemigos por Él. El que ama a su amigo en Dios y su enemigo por Dios, posee la verdadera caridad. Hay personas que aman a sus familiares, pero sólo movidos por sentimientos de afecto que surgen del parentesco natural... Las palabras sagradas del Evangelio no hacen a estos hombres ningún reproche. Pero lo que espontáneamente se le da a la naturaleza es una cosa, y aquello que se da por caridad en obediencia es otra. Las personas a las que me he referido, aman sin duda a su prójimo... pero según la carne y no según el Espíritu... Diciendo: "Este es mi mandamiento: amaos los unos a los otros", el Señor, inmediatamente ha añadido: "Como yo os he amado." Estas palabras significan claramente: "amar por la misma razón que Yo os he amado".