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11:47 p.m.
Bloch-Sermon_On_The_Mount

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                  “Verbum Spei”     
           “Palabra de Esperanza” 
        
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3° Lunes Cuaresma
El Evangelio de hoy
Lucas 4,24-30.

Cuando Jesús llegó a Nazaret, dijo a la multitud en la sinagoga: “Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra.
Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país. Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón.
También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio”.
Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo.
Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino.

Reflexión:
El pasaje esta situado “En el contexto de la lectura realizada por Jesús en la sinagoga de Nazareth”.
Los que lo escuchaban estaban admirados y daban testimonio de la “Autoridad con la que hablaba Jesús”.
Para cortar mas que reclamarles su incredulidad, lo que quiere suscitar en lo oyentes de ese momento y en nosotros que escuchamos hoy a Jesús: “Que fe las de estos dos personajes”. Ambos del Antiguo Testamento. Porque la actitud de Jesús “Es que ha venido a Salvar y a buscar lo que estaba perdido, partiendo del pueblo de Israel”.
Este acontecimiento de endurecimiento del corazón de los que los escuchan: “Es todo un proyecto misterioso de salvación obrado por Dios en Jesús”.
En el evangelio vemos muchos “Gentiles” de los cuales se puede alabar su fe en Jesús, como el centurión romano, la siriofenicia curada.
“Pero la fe es la certeza de lo que no se ve”.
Solo quien “Ha experimentado la salvación de Jesús” puede hacer que los demás lleguen a ser salvados y sanados por Jesús. Jesús quiere: “Que tu y yo seamos medios a través de los cuales llegue la salvación de Jesús”.
Y Jesus nos va a decir: “Yo lo que quiero, es obediencia y misericordia”.
Así es como actúa Dios, en loy sencillo, en lo humilde, como lo fueron los profetas, como lo fue Jesús, que siendo rico se hizo pobre, para enriquecernos y hacernos divinos.

Oración:
Señor, enséñame a ser determinante en las situaciones de justicia, principalmente en mi propia vida, en mi casa, con los míos, en mi trabajo, siendo productivo y contribuyente; pero además dame la oportunidad y el carácter para levantar la voz en situaciones de injusticia social que tanto nos afectan hoy en día, quiero levantar la voz por los que no la tienen o los que no son escuchados. Amén.

Acción:
Hoy observaré las situaciones de injusticia social y, además de orar por cada una, meditaré en cuáles de ellas yo podría aportar algo, aunque pareciera poco pero, al fin, algo.
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            “Nuntium Verbi Dei  
“Mensaje de la palabra de Dios”
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11:41 a.m.
Naamán, general del ejército del rey de Arám, era un hombre prestigioso y altamente estimado por su señor, porque gracias a él, el Señor había dado la victoria a Arám. Pero este hombre, guerrero valeroso, padecía de una enfermedad en la piel. En una de sus incursiones, los arameos se habían llevado cautiva del país de Israel a una niña, que fue puesta al servicio de la mujer de Naamán. Ella dijo entonces a su patrona: "¡Ojalá mi señor se presentara ante el profeta que está en Samaría! Seguramente, él lo libraría de su enfermedad". Naamán fue y le contó a su señor: "La niña del país de Israel ha dicho esto y esto". El rey de Arám respondió: "Está bien, ve, y yo enviaré una carta al rey de Israel". Naamán partió llevando consigo diez talentos de plata, seis mil siclos de oro y diez trajes de gala, y presentó al rey de Israel la carta que decía: "Al mismo tiempo que te llega esta carta, te envío a Naamán, mi servidor, para que lo libres de su enfermedad". Apenas el rey de Israel leyó la carta, rasgó sus vestiduras y dijo: "¿Acaso yo soy Dios, capaz de hacer morir y vivir, para que este me mande librar a un hombre de su enfermedad? Fíjense bien y verán que él está buscando un pretexto contra mí". Cuando Eliseo, el hombre de Dios, oyó que el rey de Israel había rasgado sus vestiduras, mandó a decir al rey: "¿Por qué has rasgado tus vestiduras? Que él venga a mí y sabrá que hay un profeta en Israel". Naamán llegó entonces con sus caballos y su carruaje, y se detuvo a la puerta de la casa de Eliseo. Eliseo mandó un mensajero para que le dijera: "Ve a bañarte siete veces en el Jordán; tu carne se restablecerá y quedarás limpio". Pero Naamán, muy irritado, se fue diciendo: "Yo me había imaginado que saldría él personalmente, se pondría de pie e invocaría el nombre del Señor, su Dios; luego pasaría su mano sobre la parte afectada y curaría al enfermo de la piel. ¿Acaso los ríos de Damasco, el Abaná y el Parpar, no valen más que todas las aguas de Israel? ¿No podía yo bañarme en ellos y quedar limpio?". Y dando media vuelta, se fue muy enojado. Pero sus servidores se acercaron para decirle: "Padre, si el profeta te hubiera mandado una cosa extraordinaria ¿no la habrías dicho? ¡Cuánto más si él te dice simplemente: Báñate y quedarás limpio!". Entonces bajó y se sumergió siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del hombre de Dios; así su carne se volvió como la de un muchacho joven y quedó limpio. Luego volvió con toda su comitiva adonde estaba el hombre de Dios. Al llegar, se presentó delante de él y le dijo: "Ahora reconozco que no hay Dios en toda la tierra, a no ser en Israel. Acepta, te lo ruego, un presente de tu servidor".

11:41 a.m.
Como la cierva sedienta busca las corrientes de agua, así mi alma suspira por ti, mi Dios. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios viviente: ¿Cuándo iré a contemplar el rostro de Dios? Envíame tu luz y tu verdad: que ellas me encaminen y me guíen a tu santa Montaña, hasta el lugar donde habitas. Y llegaré al altar de Dios, el Dios que es la alegría de mi vida; y te daré gracias con la cítara, Señor, Dios mío.

11:41 a.m.
Cuando Jesús llegó a Nazaret, dijo a la multitud en la sinagoga: "Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra. Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país. Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón. También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio". Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo. Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino.

11:41 a.m.
Te has acercado, has visto la fuente bautismal, has visto también al obispo cerca de la fuente. Y sin duda que ha venido a tu alma el mismo pensamiento que se insinuó en el de Naaman, el Sirio. Porque, aunque se vio purificado, sin embargo le entró la duda... Me temo que alguno haya dicho: «¿Sólo esto?». Sí, verdaderamente esto es todo; aquí hay toda inocencia, toda piedad, toda gracia, toda santidad. Tú has visto sólo lo que puedes ver con los ojos de tu cuerpo...; lo que no ves es mucho más grande...; porque lo que no se ve es eterno... ¿Hay algo más sorprendente que la travesía del Mar Rojo por los Israelitas, para no hablar ahora más que del bautismo? Y, sin embargo, todos los que lo atravesaron murieron en el desierto. Por el contrario, el que atraviesa la fuente bautismal, es decir, el que pasa de los bienes terrestres a los del cielo..., no muere sino que resucita. Naamán era un leproso... A su llegada el profeta le dijo: «Ves, baja al Jordán, báñate en él y te curarás». Se puso a pensar para sus adentros y se dijo: «¿Sólo esto? He venido desde Siria hasta Judea y me dice: Ves, baja al Jordán, báñate en él y te curarás. ¡Como si en mi país no hubiera ríos mucho mejores!» Sus servidores le dijeron: «Señor, ¿por qué no haces lo que te ha dicho el profeta? Es mejor que lo hagas y pruebes» Entonces se fue al Jordán, se bañó y salió curado. ¿Qué significa todo esto? Has visto agua, pero no toda agua sana; por el contrario, el agua que tiene la gracia de Cristo, cura. Hay una diferencia entre el elemento y la santificación, entre el acto y la eficacia. El acto se realiza con el agua, pero la eficacia viene del Espíritu Santo. El agua no sana si el Espíritu no hubiera descendido y consagrado esta agua. Has leído que cuando nuestro Señor Jesucristo instituyó el rito del bautismo, se llegó a Juan y éste le dijo: «Soy yo el que necesita que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?» (Mt 3,14)... Cristo bajó; Juan que bautizaba estaba a su lado; y he aquí que, en forma como de paloma, bajó el Espíritu Santo... ¿Por qué Cristo bajó el primero y después el Espíritu Santo? ¿Por qué razón? Porque no parezca que el Señor tiene necesidad del sacramento de la santificación: es él quien santifica, y es también el Espíritu el que santifica.

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