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11:39 p.m.
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                  “Verbum Spei”     
           “Palabra de Esperanza” 
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1° Sábado Tiempo Ordinario
El Evangelio de hoy 
Marcos 2, 13-17

En aquel tiempo, Jesús salió de nuevo a caminar por la orilla del lago; toda la muchedumbre lo seguía y él les hablaba. Al pasar, vio a Leví (Mateo), el hijo del Alfeo, sentado en el banco de los impuestos, y le dijo: “Sígueme”. Él se levantó y lo siguió.
Mientras Jesús estaba a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores se sentaron a la mesa junto con Jesús y sus discípulos, porque eran muchos los que lo seguían. Entonces unos escribas de la secta de los fariseos, viéndolo comer con los pecadores y publicanos, preguntaron a sus discípulos: “¿Por qué su maestro come y bebe en compañía de publicanos y pecadores?”
Habiendo oído esto, Jesús les dijo: “No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido para llamar a los justos, sino a los pecadores”.

Reflexión:
La predicación de Jesús está en armonía con su vida de cada día. Anunciar el evangelio es tan cotidiano, sencillo y trascendente como caminar por las orillas del lado de Galilea, y la proclamación del evangelio es algo tan sencillo y fascinante como hablarle a la gente. 
Pero su hablar es un hablar de los misterios del reino, de la paternidad de Dios, de su amor sin límites, de su misericordia sin igual. Y la predicación de Jesús se encamina a la creación de una comunidad en torno suyo. Jesús es el centro de la vida de la iglesia, así como el Padre es el centro de la vida de Jesús y a esa comunidad de amor eterno somos invitados los que seguimos a Jesús. 
Seguir a Jesús significa dejar atrás todo aquello que nos ata al mundo, para comenzar una vida de atadura a Dios. Jesús no me llama e invita por mi vida virtuosa, sino porque sabe que sin él mi vida no tiene sentido. 
(Evangelización Activa).

Oración:
Señor Jesús, tú me llamaste para curar los corazones heridos, para gritar en medio de las plazas, que el amor está vivo, para sacar del sueño a los que duermen y liberar al cautivo. Soy cera blanda entre tus dedos, haz lo que quieras contigo. Amén.

Acción:
Perdonaré sinceramente a aquellos que hoy me puedan causar alguna molestia o incomodidad, sin hacerles notar que me ofendieron
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            “Nuntium Verbi Dei  
“Mensaje de la palabra de Dios”
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11:34 a.m.
Había un hombre de Benjamín llamado Quis, hijo de Abiel, hijo de Seror, hijo de Becorat, hijo de Afiaj, hijo de un benjaminita. El hombre estaba en muy buena posición, y tenía un hijo llamado Saúl, que era joven y apuesto. No había entre los israelitas otro más apuesto que él; de los hombros para arriba, sobresalía por encima de todos los demás. Una vez, se le extraviaron las asnas a Quis, el padre de Saúl. Quis dijo entonces a su hijo Saúl: "Lleva contigo a uno de los servidores y ve a buscar las asnas". Ellos recorrieron las montaña de Efraím y atravesaron la región de Salisá, sin encontrar nada. Cruzaron por la región de Saalém, pero no estaban allí. Recorrieron el territorio de Benjamín, y tampoco las hallaron. Cuando Samuel divisó a Saúl, el Señor le advirtió: "Este es el hombre de quien te dije que regirá a mi pueblo". Saúl se acercó a Samuel en medio de la puerta de la ciudad, y le dijo: "Por favor, indícame dónde está la casa del vidente". "El vidente soy yo, respondió Samuel a Saúl; sube delante de mí al lugar alto. Hoy ustedes comerán conmigo. Mañana temprano te dejaré partir y responderé a todo lo que te preocupa. Samuel tomó el frasco de aceite y lo derramó sobre la cabeza de Saúl. Luego lo besó y dijo: "¡El Señor te ha ungido como jefe de su herencia!

11:34 a.m.
Señor, el rey se regocija por tu fuerza, ¡y cuánto se alegra por tu victoria! Tú has colmado los deseos de su corazón, no le has negado lo que pedían sus labios. Porque te anticipas a bendecirlo con el éxito y pones en su cabeza una corona de oro puro. Te pidió larga vida y se la diste: días que se prolongan para siempre. Su gloria se acrecentó por tu triunfo, tú lo revistes de esplendor y majestad; le concedes incesantes bendiciones, lo colmas de alegría en tu presencia.

11:34 a.m.
Jesús salió nuevamente a la orilla del mar; toda la gente acudía allí, y él les enseñaba. Al pasar vio a Leví, hijo de Alfeo, sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: "Sígueme". El se levantó y lo siguió. Mientras Jesús estaba comiendo en su casa, muchos publicanos y pecadores se sentaron a comer con él y sus discípulos; porque eran muchos los que lo seguían. Los escribas del grupo de los fariseos, al ver que comía con pecadores y publicanos, decían a los discípulos: "¿Por qué come con publicanos y pecadores?". Jesús, que había oído, les dijo: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores".

11:34 a.m.
Hay hombres robustos...que ponen su confianza en su propia justicia. Pretenden, de hecho, ser justos por ellos mismos y se consideran como gente de bien, han rehusado el remedio e incluso han matado al médico. Ahora bien, el Señor no ha venido a llamar a estos hombres robustos, sino a los débiles.... ¡Ah, vosotros, que no necesitáis de médico! Vuestra fuerza no proviene de la salud sino de la locura...El Maestro de la humildad que comparte nuestra debilidad y nos hace partícipes de su divinidad ha bajado del cielo para mostrarnos el camino y ser él mismo nuestro camino. Sobre todo ha querido dejarnos el ejemplo de su humildad... para que aprendamos a confesar nuestros pecados y a ser humildes para llegar a ser fuertes y a hacer nuestra la palabra del apóstol Pablo: “Cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2Cor 12,10)... En cuanto a los que presumían de ser fuertes, que pretendían ser justos por su propia virtud han “tropezado con la roca de escándalo” (Rm 9,32)...Son estos hombres fuertes que se lanzaron contra Cristo vanagloriándose de la justicia... Se erguían por encima de la muchedumbre de los débiles que acudían al médico. ¿Por qué? Simplemente porque se creían fuertes...Mataron al médico de todos los hombres. Pero él, en su muerte, preparó para todos los enfermos un remedio con su sangre.

Hermanos Franciscanos

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