Ártículos Más Recientes

10:48 a.m.
Yo estuve mirando hasta que fueron colocados unos tronos y un Anciano se sentó. Su vestidura era blanca como la nieve y los cabellos de su cabeza como la lana pura; su trono, llamas de fuego, con ruedas de fuego ardiente. Un río de fuego brotaba y corría delante de él. Miles de millares lo servían, y centenares de miles estaban de pie en su presencia. El tribunal se sentó y fueron abiertos unos libros Yo estaba mirando, en las visiones nocturnas, y vi que venía sobre las nubes del cielo como un Hijo de hombre; él avanzó hacia el Anciano y lo hicieron acercar hasta él. Y le fue dado el dominio, la gloria y el reino, y lo sirvieron todos los pueblos, naciones y lenguas. Su dominio es un dominio eterno que no pasará, y su reino no será destruido.

10:48 a.m.
¡El Señor reina! Alégrese la tierra, regocíjense las islas incontables. Nubes y Tinieblas lo rodean, la Justicia y el Derecho son la base de su trono. Las montañas se derriten como cera delante del Señor, que es el dueño de toda la tierra. Los cielos proclaman su justicia y todos los pueblos contemplan su gloria. Porque tú, Señor, eres el Altísimo: estás por encima de toda la tierra, mucho más alto que todos los dioses.

10:48 a.m.
Seis días después, Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos. Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas. Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Pedro dijo a Jesús: "Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías". Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor. Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: "Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo". De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos. Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significaría "resucitar de entre los muertos".

10:48 a.m.
En el momento de la Transfiguración, el testimonio que ha dado el Hijo ha sido, a la vez, sellado por la voz del Padre y por la de Moisés y Elías, que aparecen junto a Jesús como sus servidores. Los profetas miran a los apóstoles Pedro, Jaime y Juan; los apóstoles contemplan a los profetas. En un mismo lugar se encuentran los príncipes de la antigua alianza y los de la nueva. El santo Moisés ha visto a Pedro, el santificado; el pastor escogido por el Padre ha visto al pastor escogido por el Hijo. En otro tiempo, el primero había abierto una brecha en el mar para que el pueblo de Dios pudiera pasar entre el oleaje, el segundo ha propuesto de levantar una tienda para albergar a la Iglesia. El hombre virgen del Antiguo Testamento ha visto al hombre virgen del Nuevo: Elías ha podido ver a Juan. Aquel que ha sido subido a lo alto en un carro de fuego ha visto a aquel que ha reclinado su cabeza sobre el pecho del Fuego (Jn 13,23). Y así entonces la montaña ha llegado a ser el símbolo de la Iglesia: Jesús, en su cumbre, unifica a los dos Testamentos que esta Iglesia recoge. Ha hecho conocer quién es el Señor tanto del uno como del otro, del Antiguo y del Nuevo.

10:44 a.m.
El Señor dijo a Moisés: "Envía unos hombres a explorar el país de Canaán, que yo doy a los israelitas; enviarás a un hombre por cada una de sus tribus paternas, todos ellos jefes de tribu". Al cabo de cuarenta días volvieron de explorar el país. Entonces fueron a ver a Moisés, a Aarón y a toda la comunidad de los israelitas en Cades, en el desierto de Parán, y les presentaron su informe, al mismo tiempo que les mostraban los frutos del país. Les contaron lo siguiente: "Fuimos al país donde ustedes nos enviaron; es realmente un país que mana leche y miel, y estos son sus frutos. Pero, ¡qué poderosa es la gente que ocupa el país! Sus ciudades están fortificadas y son muy grandes. Además, vimos allí a los anaquitas. Los amalecitas habitan en la región del Négueb; los hititas, los jebuseos y los amorreos ocupan la región montañosa; y los cananeos viven junto al mar y a lo largo del Jordán". Caleb trató de animar al pueblo que estaba junto a Moisés, diciéndole: "Subamos en seguida y conquistemos el país, porque ciertamente podremos contra él". Pero los hombres que habían subido con él replicaron: "No podemos atacar a esa gente, porque es más fuerte que nosotros". Y divulgaron entre los israelitas falsos rumores acerca del país que habían explorado, diciendo: "La tierra que recorrimos y exploramos devora a sus propios habitantes. Toda la gente que vimos allí es muy alta. Vimos a los gigantes - los anaquitas son raza de gigantes - Nosotros nos sentíamos como langostas delante de ellos, y esa es la impresión que debimos darles". Entonces la comunidad en pleno prorrumpió en fuertes gritos, y el pueblo lloró toda aquella noche. Luego el Señor dijo a Moisés y a Aarón: "¿Hasta cuándo esta comunidad perversa va a seguir protestando contra mí? Ya escuché las incesantes protestas de los israelitas. Por eso, diles: "Juro por mi vida, palabra del Señor, que los voy a tratar conforme a las palabras que ustedes han pronunciado. Por haber protestado contra mí, sus cadáveres quedarán tendidos en el desierto: los cadáveres de todos los registrados en el censo, de todos los que tienen más de veinte años. Ustedes cargarán con su culpa durante cuarenta años, por los cuarenta días que emplearon en explorar la tierra: a razón de un año por cada día. Entonces conocerán lo que significa rebelarse contra mí. Así lo he dispuesto yo, el Señor. De esa manera trataré a toda esta comunidad perversa que se ha confabulado contra mí: hasta el último hombre morirá en este desierto".

Hermanos Franciscanos

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