Ártículos Más Recientes

10:54 a.m.
Si ustedes saben que él es justo, sepan también que todo el que practica la justicia ha nacido de él. ¡Miren cómo nos amó el Padre! Quiso que nos llamáramos hijos de Dios, y nosotros lo somos realmente. Si el mundo no nos reconoce, es porque no lo ha reconocido a él. Queridos míos, desde ahora somos hijos de Dios, y lo que seremos no se ha manifestado todavía. Sabemos que cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. El que tiene esta esperanza en él, se purifica, así como él es puro. El que comete el pecado comete también la iniquidad, porque el pecado es la iniquidad. Pero ustedes saben que él se manifestó para quitar el pecado, y que él no tiene pecado. El que permanece en él, no peca, y el que peca no lo ha visto ni lo ha conocido. January 01, 2014 at 05:00PM

10:54 a.m.
Entonen al Señor un canto nuevo, pues ha hecho maravillas, la salvación provino de su diestra, de su brazo de santidad. se acordó de su amor y fidelidad en favor de la casa de Is rael. Todos, hasta los confines del mundo, han visto la salvación de nuestro Dios. se acordó de su amor y fidelidad en favor de la casa de Israel. Todos, hasta los confines del mundo, han visto la salvación de nuestro Dios. ¡Aclamen al Señor, toda la tierra, estallen en gritos de alegría! ¡Canten con la cítara al Señor, con la cítara y al son de la salmodia, al son de la trompeta y del cuerno aclamen el paso del Rey, el Señor! January 01, 2014 at 05:00PM

10:54 a.m.
Al día siguiente, Juan vio acercarse a Jesús y dijo: "Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. A él me refería, cuando dije: Después de mí viene un hombre que me precede, porque existía antes que yo. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que él fuera manifestado a Israel". Y Juan dio este testimonio: "He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: 'Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo'. Yo lo he visto y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios". January 01, 2014 at 05:00PM

10:54 a.m.
En el Apocalipsis, el apóstol Juan escribe: “Vi entonces en medio del trono…un Cordero en pie con señales de haber sido degollado” (Ap 5,6). Cuando el vidente de Patmos contempló esta visión, aún estaba vivo en él el recuerdo inolvidable de ese día junto al Jordán, cuando Juan el Bautista le señaló al “Cordero de Dios” que “quita el pecado del mundo”… Pero, el Señor ¿por qué había elegido el cordero como símbolo privilegiado? ¿Por qué se mostró, incluso, de ese modo en el trono de la eterna gloria? Porque él estaba libre de pecado y era humilde como un cordero; y porque él había venido para “dejarse llevar como cordero al matadero” (Is 53,7). Todo eso también lo presenció Juan cuando el Señor se dejó atar en el Monte de los Olivos. Allí, en el Gólgota, fue llevado a cumplimiento el auténtico sacrificio de reconciliación. A partir de entonces los antiguos sacrificios perdieron su eficacia; y pronto desaparecerían del todo, igual que el antiguo sacerdocio, cuando el templo fue destruido. Todo esto lo vivió Juan de cerca. Por eso no le asombraba ver al Cordero en el Trono. Igual que el Cordero tuvo que ser matado para ser elevado sobre el trono de la gloria, así el camino hacia la gloria conduce a todos los elegidos para “el banquete de bodas” a través del sufrimiento y de la cruz. El que quiera desposar al Cordero tiene que dejarse clavar con él en la cruz. Para esto están llamados todos los que están marcados con la sangre del Cordero (cf Ex 12,7), y éstos son todos los bautizados. Pero no todos entienden esta llamada y la siguen. January 01, 2014 at 05:00PM

11:41 p.m.
Lectura del Santo Evangelio según san Juan 1, 19-28

Éste es el testimonio que dio Juan el Bautista, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén a unos sacerdotes y levitas para preguntarle: "¿Quién eres tú?" Él reconoció y no negó quién era. Él afirmó: "Yo no soy el Mesías". De nuevo le preguntaron: "¿Quién eres, pues? ¿Eres Elías?" El les respondíó: "No soy". "¿Eres el profeta?" Respondió:"No". Le dijeron: "Entonces dinos quién eres, para poder llevar una respuesta a los que nos enviaron.¿Qué dices de ti mismo?" Juan les contestó: "Yo soy la voz que grita en el desierto: ´Enderecen el camino del Señor´, como anunció el profeta Isaías".

Los enviados, que pertenecían a la secta de los fariseos le preguntaron: "Entonces por qué bautizas, si no eres el Mesías, ni Elías ni el profeta?" Juan les respondió: "Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay uno, al que ustedes no conocen, alguien que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle las correas de sus sandalias". Esto sucedió en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan bautizaba.


Oración introductoria


Señor, ciertamente no soy digno de tu Amor, por eso te pido ilumines este tiempo de oración para que sepa poner a un lado todo aquello que me separe de Ti. Necesito de tu fortaleza y de tu guía para enderezar mi camino. Háblame Señor, te escucho.


Petición


¡Mucha humildad te pido para cumplir lo que me pides! Que imite a Juan que supo hacerlo de modo excelente, aun a costa de su vida.


Meditación del Papa Francisco


Quién es por lo tanto Juan? Él mismo lo explica: "Yo soy una voz, una voz en el desierto", pero es una voz sin la Palabra, porque la Palabra no es Él, es Otro.

He aquí, pues lo que es el misterio de Juan: Nunca se apodera de la Palabra. Juan es el que significa, el que señala. El sentido de la vida de Juan es indicar a otro. [...]

Y realmente Juan era el hombre de la luz, llevaba la luz, pero no era su propia luz, era una luz reflejada. Juan es como una luna, y cuando Jesús comenzó a predicar, la luz de Juan comenzó a declinar. Voz, no Palabra, luz, pero no propia.

Juan parece ser nada. Esa es la vocación de Juan: desaparecer. Y cuando contemplamos la vida de este hombre, tan grande, tan poderoso -todos creían que él era el Mesías-, cuando contemplamos esta vida, cómo desaparecía hasta llegar a la oscuridad de una prisión, contemplamos un gran misterio. (S.S. Francisco, 24 de junio de 2013, Misa matutina en la capilla de Santa Marta).


Reflexión


Uno de los personajes clave que aparecen en escena antes de la predicación de Jesús es Juan el Bautista. Como buen precursor, toma siempre la delantera para preparar la llegada del Mesías y ofrecerle un pueblo bien dispuesto; para "hacer volver -como dice el profeta Malaquías- el corazón de los padres hacia los hijos, y convertir el corazón de los hijos hacia los padres". Es este mismo profeta quien, refiriéndose a la misión del nuevo Elías, anuncia a Israel esta promesa de parte de Dios: "He aquí que Yo envío mi mensajero delante de ti, que preparará el camino delante de mí" (Mal 3,1). Y sabemos que Jesús, en el Evangelio, siempre que habla de Elías se refiere a Juan el Bautista.


Pero, ¿quién este Juan Bautista? El evangelista san Juan nos dice que "éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz y para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz"(Jn 1, 7-8). Su misión es, por tanto, hablar en nombre de otro y dar testimonio en favor de otro. ¡Mucha humildad se necesita para cumplir esta misión! Y Juan supo hacerlo de modo excelente, aun a costa de su vida. Cuando se presentaron ante él los sacerdotes y levitas, enviados por las autoridades judías desde Jerusalén, confesó con toda claridad: "Yo no soy el Mesías" –respondió sin rodeos–. Y, sin las falsas modestias típicas de las mojigatas, también declaró que él no era Elías, ni el Profeta. Él, simple y llanamente se autodefinía "la voz". Sí, "la voz que grita en el desierto", como dijo Isaías.


Pero, ¿para qué sirve una voz que grita en el desierto? ¿es que alguien puede escucharla? El desierto significa que tenemos que hacer espacios de silencio en la soledad de nuestro interior para acoger esta voz; y también que hemos de saber desprendernos de las cosas materiales que nos disipan y nos distraen para poder concentrarnos en lo esencial.


San Agustín comenta bellamente este pasaje en uno de sus sermones diciendo que "Juan era la voz y Cristo la Palabra eterna del Padre". El sonido de la voz de Juan permitió a Jesús pronunciar la Palabra de vida y hacerla llegar hasta nuestro corazón. Juan cumplió su misión de voz y desapareció: "Conviene que Él crezca -dirá en otro momento– y que yo disminuya".


Pero el mensaje de esta voz es de una grandísima profundidad y trascendencia: "Preparad los caminos del Señor" –clama esta voz–. Preparar los caminos del Señor significa abandonar el pecado y acercarnos a la gracia; significa aprender a ser humildes, como Juan Bautista, dejar entrar al Señor en nuestro corazón y que Él sea quien rija el destino de nuestra existencia. Significa también estar con el corazón atento para poder descubrir a Dios que viene a nosotros, pues tal vez por su humildad, su silencio y su sencillez, podría pasarnos desapercibido, como sucedió a los judíos: "En medio de vosotros hay uno –les decía el Bautista– a quien no conocéis, al que yo no soy digno de desatar la correa de la sandalia".


Propósito


Ojalá, pues, que seamos dóciles a esta voz que grita en el desierto y sigamos "preparando los caminos del Señor". Que cuando Cristo venga, nos encuentre a todos con el alma bien dispuesta, prontos para escuchar su palabra, para acoger su mensaje y recibir su salvación.


Diálogo con Cristo


Necesito ser más humilde, Señor, para permanecer cerca de Ti, conociendo y haciendo vida tu Evangelio. Tú eres la única fuente de la santidad, nada puedo ni debo hacer al margen de tu voluntad. De nada me sirve la fama, ni los bienes, lo único que me debe importar es permanecer unido a tu gracia para poder realizar la misión que me has encomendado.



January 01, 2014 at 11:17PM

Hermanos Franciscanos

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