Me consume una doble llama: el amor de Dios y el amor a los hombres. Jesús ha puesto un volcán siempre en erupción, dentro de mi corazón tan pequeño.... ¡Dios mío, estate siempre conmigo en mi pobre corazón y acaba la obra que has comenzado! Oigo en mi interior más íntimo esta voz que me repite: ¡Santifícate y santifica a los demás! Esto es lo que quiero, querido hijito mío, a quien escribo todo esto, aunque no sé por dónde comenzar. ¡Ayúdame! Sé que Jesús te quiere mucho y tú lo mereces. ¡Háblale, pues, de mí! Le pido que me conceda ser un hijo menos indigno de San Francisco, que pueda servir como ejemplo a mis hermanos de manera que guarden ellos su fervor y lo guarde yo también hasta llegar a ser un perfecto capuchino.
June 05, 2013 at 10:53AM
Publicar un comentario