Ártículos Más Recientes

11:46 p.m.

Por: H. Jorge Alberto Leaños Gacía, L.C. | Fuente: missionkits.org

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Quiero dejarme guiar por el camino de la verdad, ya sea en la luz o en la obscuridad. Correré, tal vez sin ver, tomando fuertemente tu mano. Mi disposición es clara: no temeré porque Tú marcas mis pasos.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según Lucas 21, 5-11

En aquel tiempo, como algunos ponderaban la solidez de la construcción del templo y la belleza de las ofrendas votivas que la adornaban, Jesús dijo: "Días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra de todo esto que están admirando: todo será destruido".

Entonces le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo va a ocurrir esto y cuál será la señal de que ya está a punto de suceder?".

Él les respondió: "Cuídense que nadie los engañe, porque muchos vendrán usurpando mi nombre y dirán: 'Yo soy el Mesías. El tiempo ha llegado'. Pero no les hagan caso. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones, que no los domine el pánico, porque eso tiene que acontecer, pero todavía no es el fin".

Luego les dijo: "Se levantará una nación contra otra y un reino contra otro. En diferentes lugares habrá grandes terremotos, epidemias y hambre, y aparecerán en el cielo señales prodigiosas y terribles".

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Intentemos no ver el templo de Jerusalén, sino el templo de nuestro cuerpo. Cuántas veces lo alabamos como si fuera lo más maravilloso del mundo. Después de haber inflado nuestro "ego" Dios nos dice que no quedará piedra sobre piedra. Podemos pensar demasiado en lo terrenal.

Intentemos no ver el fin de los tiempos sino el fin de nuestro tiempo. Cuando se alce la lucha en nuestro interior contra los propios defectos… no tengamos miedo, "si Dios está con nosotros, quién contra nosotros" (Romanos 8, 31). Podemos espantarnos al ver nuestra imperfección y nuestra debilidad. Veremos, más de alguna vez, los signos de la derrota entre tinieblas y tormentas, pero en el interior debemos poner atención a esa voz suave, sencilla, profunda: ¡No tengas miedo!

Ahora que se escucha tanto del fin del mundo, cuidado con que nadie os engañe que nuestro fin puede llagar ahora o puede llegar en años. Lo importante es siempre estar preparados y dispuestos a aceptar la voluntad de Dios. Vivamos de cara a la eternidad.

¡Podemos imaginar el efecto de estas palabras sobre los discípulos de Jesús! Pero Él no quiere ofender al templo, sino hacerles entender, a ellos y también a nosotros hoy, que las construcciones humanas, incluso las más sagradas, son pasajeras y no hay que depositar nuestra seguridad en ellas. En nuestra vida ¡Cuántas presuntas certezas pensábamos que fuesen definitivas y después se revelaron efímeras! Por otra parte, ¡cuántos problemas nos parecían sin salida y luego se superaron!
(Homilía de S.S. Francisco, 13 de noviembre de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy cambiaré una cosa en concreto que no demuestre que vivo de cara a la eternidad.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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11:25 a.m.
Tú, rey, estabas mirando, y viste una gran estatua. Esa estatua, enorme y de un brillo extraordinario, se alzaba delante de ti, y su aspecto era impresionante. Su cabeza era de oro fino; su pecho y sus brazos, de plata; su vientre y sus caderas, de bronce; sus piernas, de hierro, y sus pies, parte de hierro y parte de arcilla. Tú estabas mirando, y de pronto se desprendió una piedra, sin que interviniera ninguna mano: ella golpeó la estatua sobre sus pies de hierro y de arcilla, y los pulverizó. Entonces fueron pulverizados al mismo tiempo el hierro, la arcilla, el bronce, la plata y el oro; fueron como la paja en la era durante el verano: el viento se los llevó y no quedó ningún rastro. En cuanto a la piedra que había golpeado la estatua, se convirtió en una gran montaña, y llenó toda la tierra. Este fue el sueño; ahora diremos su interpretación en presencia del rey. Tú, rey, eres el rey de reyes, a quien el Dios del cielo ha conferido la realeza, el poder, la fuerza y la gloria; él ha puesto en tus manos a los hombres, los animales del campo y las aves del cielo, cualquiera sea el lugar donde habitan, y te ha hecho dominar sobre todos ellos: por eso la cabeza de oro eres tú. Después de ti surgirá otro reino inferior a ti, y luego aparecerá un tercer reino, que será de bronce y dominará sobre toda la tierra. Y un cuarto reino será duro como el hierro: así como el hierro tritura y pulveriza todo - como el hierro que destroza - él los triturará y destrozará a todos ellos. También has visto los pies y los dedos, en parte de arcilla de alfarero y en parte de hierro, porque ese será un reino dividido: habrá en él algo de la solidez de hierro, conforme a lo que has visto del hierro mezclado con la masa de arcilla; pero como los dedos de los pies son en parte de hierro y en parte de arcilla, una parte del reino será fuerte, y una parte frágil. Tú has visto el hierro mezclado con la masa de arcilla, porque ellos se mezclarán entre sí por lazos matrimoniales, pero no llegarán a adherirse mutuamente, como el hierro no se mezcla con la arcilla. Y en los días de estos reyes, el Dios del cielo suscitará un reino que nunca será destruido y cuya realeza no pasará a otro pueblo: él pulverizará y aniquilará a todos esos reinos, y él mismo subsistirá para siempre, porque tú has visto, que una piedra se desprendía de la montaña, sin la intervención de ninguna mano, y ella pulverizó el hierro, el bronce, la arcilla, la plata y el oro. El Dios grande hace conocer al rey lo que va a suceder en adelante. El sueño es cierto y su interpretación digna de fe".

11:25 a.m.
Todas las obras del Señor, bendigan al Señor, ¡alábenlo y glorifíquenlo eternamente! Ángeles del Señor, bendigan al Señor, ¡alábenlo y glorifíquenlo eternamente! Cielos, bendigan al Señor, ¡alábenlo y glorifíquenlo eternamente! Todas las aguas que están sobre los cielos, bendigan al Señor, ¡alábenlo y glorifíquenlo eternamente! Todos los ejércitos celestiales, bendigan al Señor, ¡alábenlo y glorifíquenlo eternamente!

11:25 a.m.
Como algunos, hablando del Templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: "De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido". Ellos le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a suceder?". Jesús respondió: "Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: 'Soy yo', y también: 'El tiempo está cerca'. No los sigan. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin". Después les dijo: "Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo."

11:25 a.m.
Vistos los múltiples peligros y amenazas contra la existencia humana, los cristianos luchan con todas las fuerzas que les da su esperanza  y unidos con todos los hombres de buena voluntad por un futuro más seguro, digno de ser vivido. Además, lo que nos anima no es tan sólo una esperanza puramente terrestre, sino también, y sobre todo, esta esperanza que  proviene de la fe, de la cual el fundamento y finalidad es, en definitiva, el mismo Dios que, en Cristo Jesús, ha dicho su sí definitivo al hombre. Cristo, con su cruz y resurrección, ha vencido todo sufrimiento y toda la calamidad del mundo, convirtiéndose así, para nosotros, en signo de esperanza.     La esperanza es una virtud divina; en el sentido más profundo es un don que obtendréis ya... orando mucho a Dios con los otros y por los otros... Nosotros, los cristianos, tenemos igualmente el deber de manifestar públicamente nuestra esperanza y de compartirla con otros. A través de nuestras palabras, ricas en esperanza, podremos ayudar a los demás a vencer el miedo a vivir, la resignación y la indiferencia, y tener confianza en Dios y en los hombres. Como discípulos de Cristo..., podréis ofrecer al hombre de hoy, envuelto en mil amenazas y lleno de confusión, la palabra de esperanza que nos hace libres.

Hermanos Franciscanos

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