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10:49 a.m.


Mientras Jesús les estaba diciendo estas cosas, se presentó un alto jefe y, postrándose ante él, le dijo: "Señor, mi hija acaba de morir, pero ven a imponerle tu mano y vivirá". Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos. Entonces se le acercó por detrás una mujer que padecía de hemorragias desde hacía doce años, y le tocó los flecos de su manto, pensando: "Con sólo tocar su manto, quedaré curada". Jesús se dio vuelta, y al verla, le dijo: "Ten confianza, hija, tu fe te ha salvado". Y desde ese instante la mujer quedó curada. Al llegar a la casa del jefe, Jesús vio a los que tocaban música fúnebre y a la gente que gritaba, y dijo: "Retírense, la niña no está muerta, sino que duerme". Y se reían de él. Cuando hicieron salir a la gente, él entró, la tomó de la mano, y ella se levantó. Y esta noticia se divulgó por aquella región.

10:49 a.m.


La fe, es lo que hace que creamos desde el fondo del alma... todas las verdades que la religión nos enseña, es decir, el contenido de la Escritura Santa y todas enseñanzas del Evangelio; en fin, todo lo que nos es propuesto por la Iglesia. El justo verdaderamente vive de esta fe (Rm 1,17), porque reemplaza a la inmensa mayoría de los sentidos de la naturaleza. Transforma tanto todas las cosas que apenas los sentidos pueden servirle al alma; por ellos sólo percibe apariencias engañosas; la fe le muestra las realidades. El ojo le muestra a un pobre; la fe le muestra a Jesús (cf Mt 25,40). El oído le deja oír insultos y persecuciones; la fe le canta: "Regocíjese y gózate de alegría" (cf Mt 5,12). El tacto nos hace sentir los golpes recibidos; la fe nos dice: "alegraos de haber sido considerados dignos de sufrir algo por el nombre Cristo" (cf Hch. 5,41). El gusto nos hace sentir el incienso; la fe nos dice que el incienso verdadero "son las oraciones de los santos" (Ap 8,4). Los sentidos nos seducen por las bellezas creadas; la fe piensa en la belleza increada y tiene lástima de todas las criaturas que son nada y polvo al lado de aquella belleza. A los sentidos les horroriza el dolor; la fe lo bendice como la corona esponsal que se le une a su Amado, como la marcha con su Esposo, la mano en su mano divina. Los sentidos se rebelan contra el insulto; la fe lo bendice: " bendecid a los que os maldicen " Lc 6,28)...; lo encuentra dulce porque es compartir la suerte de Jesús... Los sentidos son curiosos; la fe no quiere conocer nada: tiene sed de sepultarse y querría pasar toda su vida inmóvil al pie del tabernáculo.

Hermanos Franciscanos

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