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12:19 a.m.
Bloch-Sermon_On_The_Mount


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               *”Verbum Spei”*

       _”Palabra de Esperanza”_

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*24° Domingo Tiempo Ordinario*

*El Evangelio de hoy*

*Lucas 15, 1-32*
En aquel tiempo se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharlo; por lo cual los fariseos y los escribas murmuraban entre sí: «Este recibe a los pecadores y come con ellos».

Jesús les dijo entonces esta parábola: «Quién de ustedes, si tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va en busca de la que se le perdió, hasta encontrarla? Y una vez que la encuentra, se la carga sobre los hombros, lleno de alegría; y al llegar a casa, reúne a los amigos y vecinos y les dice: “¡Alégrense conmigo, porque ya encontré la oveja que se me había perdido!” Yo les aseguro que también en el cielo habrá más alegría por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse.

¿Y qué mujer hay, que si tiene diez monedas de plata y pierde una, no enciende luego una lámpara y barre la casa y la busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas y les dice: “¡Alégrense conmigo, porque ya encontré la moneda que se me había perdido!”. Yo les aseguro que así también se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se arrepiente».

También les dijo esta parábola: «Un hombre tenía dos hijos, y el menor de ellos le dijo a su padre: “Padre dame la parte que me toca de la herencia”. Y él les repartió los bienes.

No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se fue a u país lejano y allá derrochó su fortuna, viviendo de una manera disoluta. Después de malgastarlo todo, sobrevino en aquella región una gran hambre y él empezó a pasar necesidad. Entonces fue a pedirle trabajo a un habitante de aquel país, el cual lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Tenía ganas de hartarse con las bellotas que comían los cerdos, pero no lo dejaban que se las comiera.

Se puso entonces a reflexionar y se dijo: “¡Cuántos trabajadores en casa de mi padre tienen pan de sobra, y yo, aquí, me estoy muriendo de hambre! Me levantaré, volveré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo. Recíbeme como a uno de tus trabajadores”.

En seguida se puso en camino hacia la casa de su padre. Estaba todavía lejos, cuando su padre lo vio y se enterneció profundamente. Corrió hacia él, y echándole los brazos al cuello, lo cubrió de besos. El muchacho le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”.

Pero el padre le dijo a sus criados: “¡Pronto!, traigan la túnica más rica y vístansela; pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies; traigan el becerro gordo y mátenlo. Comamos y hagamos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado”. Y empezó el banquete.

El hijo mayor estaba en el campo, y al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y los cantos. Entonces llamó a uno de los criados y le preguntó que pasaba. Éste le contestó: “Tú hermano ha regresado, y tú padre mandó matar el becerro gordo, por haberlo recobrado sano y salvo”. El hermano mayor se enojó y no quería entrar.

Salió entonces el padre y le rogó que entrara; pero él replicó: “¡hace tanto tiempo que te sirvo, sin desobedecer jamás una orden tuya, y tú no me has dado nunca ni un cabrito para comérmelo con mis amigos! Pero eso sí, viene ese hijo tuyo, que despilfarró tus bienes con malas mujeres, y tú mandas matar el becerro gordo”.

El padre repuso: “Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo. Pero era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque éste hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado”.

*Reflexión:*

Para entender bien el mensaje de las tres parábolas de la misericordia de Dios hacia las personas más necesitadas de atención. 

Nos dice Jesús, yo actúo como actúa mi Padre, busco a los publicanos y pecadores y me alegro muchísimo cuando ellos me buscan a mí, se convierten, y se hacen acreedores del reino de Dios. Está forma de proceder de Jesús tiene una única causa: el amor del Padre hacia todas las personas, con especial atención hacia las personas más alejadas y perdidas. Dios ama a las cien ovejas, y a las diez monedas, y a los dos hijos; por eso, se entristece tanto cuando pierde una, y se alegra tanto cuando la encuentra.

Los fariseos, publicanos y el hijo mayor de la parábola del hijo pródigo, no se alegran cuando un pecador se convierte, porque no le aman como persona y sólo se fijan en que es pecador. Dice Jesús, mi Padre es rico en amor; y los que no tienen amor, por eso no entienden a mi Padre y por eso no me entienden a mí, que actúo como actúa mi Padre. Porque al que ama mucho, mucho se le perdona, y al que mucho se le perdona, ama mucho. El amor es lo que marca la diferencia.

*Oración:*

Padre Bueno, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo, pero tu siempre me esperas con los brazos abiertos y dispuesto a hacer una fiesta para festejar mi regreso a tu casa. Amén.
*Acción:*

A partir de hoy, que pueda ver con ternura, con los ojos y la actitud de Dios a los alejados y rebeldes y participar en la alegría de Dios.

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         *”Nuntium Verbi Dei”*   

_”Mensaje de la palabra de Dios”_

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10:53 a.m.
El Señor dijo a Moisés: "Baja en seguida, porque tu pueblo, ese que hiciste salir de Egipto, se ha pervertido. Ellos se han apartado rápidamente del camino que yo les había señalado, y se han fabricado un ternero de metal fundido. Después se postraron delante de él, le ofrecieron sacrificios y exclamaron: "Este es tu Dios, Israel, el que te hizo salir de Egipto". Luego le siguió diciendo: "Ya veo que este es un pueblo obstinado. Por eso, déjame obrar: mi ira arderá contra ellos y los exterminaré. De ti, en cambio, suscitaré una gran nación". Pero Moisés trató de aplacar al Señor con estas palabras: "¿Por qué, Señor, arderá tu ira contra tu pueblo, ese pueblo que tú mismo hiciste salir de Egipto con gran firmeza y mano poderosa? Acuérdate de Abraham, de Isaac y de Jacob, tus servidores, a quienes juraste por ti mismo diciendo: "Yo multiplicaré su descendencia como las estrellas del cielo, y les daré toda esta tierra de la que hablé, para que la tengan siempre como herencia". Y el Señor se arrepintió del mal con que había amenazado a su pueblo.

10:53 a.m.
¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad, por tu gran compasión, borra mis faltas! ¡Lávame totalmente de mi culpa y purifícame de mi pecado! Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu. No me arrojes lejos de tu presencia ni retires de mí tu santo espíritu. Abre mis labios, Señor, y mi boca proclamará tu alabanza. mi sacrificio es un espíritu contrito, tú no desprecias el corazón contrito y humillado.

10:53 a.m.
Doy gracias a nuestro Señor Jesucristo, porque me ha fortalecido y me ha considerado digno de confianza, llamándome a su servicio a pesar de mis blasfemias, persecuciones e insolencias anteriores. Pero fui tratado con misericordia, porque cuando no tenía fe, actuaba así por ignorancia. Y sobreabundó en mí la gracia de nuestro Señor, junto con la fe y el amor de Cristo Jesús. Es doctrina cierta y digna de fe que Jesucristo vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el peor de ellos. Si encontré misericordia, fue para que Jesucristo demostrara en mí toda su paciencia, poniéndome como ejemplo de los que van a creer en él para alcanzar la Vida eterna. ¡Al Rey eterno y universal, al Dios incorruptible, invisible y único, honor y gloria por los siglos de los siglos! Amén.

10:53 a.m.
Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: "Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos". Jesús les dijo entonces esta parábola: "Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido". Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse". Y les dijo también: "Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende acaso la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la dracma que se me había perdido". Les aseguro que, de la misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte". Jesús dijo también: "Un hombre tenía dos hijos. "Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre: 'Padre, dame la parte de herencia que me corresponde'. Y el padre les repartió sus bienes. Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa. Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones. Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos. El hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Entonces recapacitó y dijo: '¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre! Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros'. Entonces partió y volvió a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó. El joven le dijo: 'Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo'. Pero el padre dijo a sus servidores: 'Traigan en seguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado'. Y comenzó la fiesta. El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza. Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó que significaba eso. El le respondió: 'Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo'. El se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara, pero él le respondió: 'Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!'. Pero el padre le dijo: 'Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado'".

10:53 a.m.
El hijo vuelve a casa de su padre y exclama: «Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros»... Pero el padre corrió, acudió apresuradamente desde lejos. «Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores» (Rm 5,8). El padre se apresuró... en la persona del Hijo, cuando a través de él, bajó del cielo y vino a la tierra. «El Padre que me envió está conmigo» dice en el Evangelio (cf 16,32). Se le echó al cuello: se echó hasta llegar a nosotros cuando, por Cristo, toda su divinidad bajó del cielo y se instaló en nuestra carne. Y lo abrazó. ¿Cuándo? Cuando «la misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan» (Sl 84,11). Hizo que le pusieran una vestidura de fiesta: la que Adán perdió, la gloria eterna de la inmortalidad. Y le puso un anillo en el dedo: el anillo del honor, su título de libertad, la prenda particular del espíritu, el signo de la fe, las arras de las bodas celestiales. Escucha al apóstol Pablo: «Quise desposaros con un solo marido, presentándoos a Cristo como una virgen fiel» (2C 11,2). Y mandó que le calzaran los pies: para que nuestros pies estén calzados cuando anunciamos la buena noticia del Evangelio, y sean benditos «los pies de los que anuncian la paz» (Is 52,7; Rm 10,15). E hizo matar al ternero cebado... Matan al ternero por orden del padre porque a Cristo, Dios, Hijo de Dios no podían darle muerte sin la voluntad del Padre; escucha todavía al apóstol Pablo: «No perdonó a su propio Hijo sino que lo entregó a la muerte por nosotros» (Rm 8,32).

Hermanos Franciscanos

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