Ártículos Más Recientes

12:27 a.m.
Bloch-Sermon_On_The_Mount

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                  “Verbum Spei”     
           “Palabra de Esperanza” 
       
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6° Lunes Pascua
El Evangelio de hoy 
Juan 15, 26-16, 4

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Cuando venga el Consolador, que yo les enviaré a ustedes de parte del Padre, el Espíritu de verdad que procede del Padre, él dará testimonio de mí y ustedes también darán testimonio, pues desde el principio han estado conmigo.
Les he hablado de estas cosas para que su fe no tropiece. Los expulsarán de las sinagogas y hasta llegará un tiempo, cuando el que les dé muerte creerá dar culto a Dios. Esto lo harán, porque no nos han conocido ni al Padre ni a mí. Les he hablado de estas cosas para que, cuando llegue la hora de su cumplimiento, recuerden que ya se lo había predicho yo”.

Reflexión:
Jesús, como parte de la preparación final a sus apóstoles antes de la pasión los instruyó sobre dos cosas, la primera y más importante, es que serían revestidos de una fuerza interior que los convertiría en auténticos testigos de su amor y de su Reino.
Por otro lado, que el convertirse en auténticos testigos los llevará a afrontar una serie de dificultades, incluso a perder la vida como prueba de fidelidad. Estos dos elementos han estado presentes siempre en la Iglesia, el testimonio de Cristo, Mesías, llevado hasta las últimas consecuencias y la presencia activa del Espíritu que conforta, anima e impulsa a testificar que Jesús es el Señor y que solo en él hay vida en abundancia. 
Quizás sería bueno esta semana reflexionar sobre la eficacia de nuestro testimonio ante los demás. Nuestro testimonio con nuestros compañeros de trabajo y en nuestra misma familia. Y por otro lado, hacernos conscientes de la presencia activa del Espíritu que obra en nosotros y nos asegura que sólo en Jesús hay vida. 
(Evangelización Activa).

Oración:
Espíritu Santo, te pido que me des celo para propagar la Palabra de Dios y me llenes de nuevo para no dejar pasar ninguna oportunidad para anunciar el amor y la misericordia que yo mismo he recibido. Amén.

Acción:
Hoy pondré mucha atención en cada conversación en la que participe y aprovecharé para dejar un mensaje y testimonio de la presencia de Dios en las personas que ahí estén.
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            “Nuntium Verbi Dei  
“Mensaje de la palabra de Dios”
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11:31 a.m.
En aquellos días, nos embarcamos en Tróade y fuimos derecho a Samotracia, y al día siguiente a Neápolis. De allí fuimos a Filipos, ciudad importante de esta región de Macedonia y colonia romana. Pasamos algunos días en esta ciudad, y el sábado nos dirigimos a las afueras de la misma, a un lugar que estaba a orillas del río, donde se acostumbraba a hacer oración. Nos sentamos y dirigimos la palabra a las mujeres que se habían reunido allí. Había entre ellas una, llamada Lidia, negociante en púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios. El Señor le tocó el corazón para que aceptara las palabras de Pablo. Después de bautizarse, junto con su familia, nos pidió: "Si ustedes consideran que he creído verdaderamente en el Señor, vengan a alojarse en mi casa"; y nos obligó a hacerlo.

11:31 a.m.
Canten al Señor un canto nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de los fieles; que Israel se alegre por su Creador y los hijos de Sión se regocijen por su Rey. Celebren su Nombre con danzas, cántenle con el tambor y la cítara, porque el Señor tiene predilección por su pueblo y corona con el triunfo a los humildes. Que los fieles se alegren por su gloria y canten jubilosos en sus fiestas. en su garganta están los elogios de Dios y en su mano, la espada de dos filos, para aplicarles la sentencia escrita: eso es un honor para todos los suyos.

11:31 a.m.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando venga el Paráclito que yo les enviaré desde el Padre, el Espíritu de la Verdad que proviene del Padre, él dará testimonio de mí. Y ustedes también dan testimonio, porque están conmigo desde el principio. Les he dicho esto para que no se escandalicen. Serán echados de las sinagogas, más aún, llegará la hora en que los mismos que les den muerte pensarán que tributan culto a Dios. Y los tratarán así porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Les he advertido esto para que cuando llegue esa hora, recuerden que ya lo había dicho. No les dije estas cosas desde el principio, porque yo estaba con ustedes.»

11:31 a.m.
Todo lo que Cristo debía hacer en la tierra se había ya cumplido; pero convenía que nosotros «llegáramos a ser partícipes de la naturaleza divina» del Verbo (2P 1,4), esto es, que abandonásemos nuestra vida anterior para transformarla y conformarla a un nuevo estilo de vida y santidad... Pues mientras Cristo vivía personalmente entre los creyentes, se les mostraba como el dispensador de todos sus bienes; pero cuando llegó la hora de regresar al Padre celestial, continuó presente entre sus fieles mediante su Espíritu, y «habitando por la fe en nuestros corazones» (Ef 3,17). Este mismo Espíritu transforma y traslada a una nueva condición de vida a los fieles en que habita y tiene su morada. Esto puede ponerse fácilmente de manifiesto con testimonios tanto del antiguo como del nuevo Testamento. Así el piadoso Samuel dice a Saúl: «Te invadirá el Espíritu del Señor, y te convertirás en otro hombre» (1S 10,6). Y san Pablo: «Nosotros todos, que llevamos la cara descubierta, reflejamos la gloria del Señor y nos vamos transformando en su imagen con resplandor creciente; así es como actúa el Señor, que es Espíritu» (2C 3,18). No es difícil percibir como transforma el Espíritu la imagen de aquello en los que habita: del amor a las cosas terrenas, el Espíritu nos conduce a las esperanza de las cosas del cielo; y de la cobardía y la timidez, a la valentía y generosa intrepidez de espíritu. Sin duda es así como encontramos a los discípulos, animados y fortalecidos por el Espíritu, de tal modo que no se dejaron vencer en absoluto por los ataques de los perseguidores, sino que se adhirieron con todas sus fuerzas al amor de Cristo. Se trata exactamente de lo que había dicho el Salvador: «Os conviene que yo me vaya al cielo» (Jn 16,7). En este tiempo, en efecto, descendería el Espíritu.

Hermanos Franciscanos

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