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12:13 a.m.
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                  “Verbum Spei”     
           “Palabra de Esperanza” 
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1° Jueves Navidad  31 diciembre
El Evangelio de hoy 
Juan 1, 1-18

En el principio ya existía aquel que es la Palabra, y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios.
Ya en el principio él estaba con Dios.
Todas las cosas vinieron a la existencia por él y sin él nada empezó de cuanto existe.
El era la vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en las tinieblas 
y las tinieblas no la recibieron.
Hubo un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.
Este vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
Él no era la luz, sino testigo de la luz. 
Aquel que es la Palabra era la luz verdadera, que ilumina a todo hombre que viene a este mundo.
En el mundo estaba; el mundo había sido hecho por él y, sin embargo, el mundo no lo conoció. 
Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron; pero a todos los que lo recibieron les concedió poder llegar a ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre, los cuales no nacieron de la sangre, ni del deseo de la carne, ni por voluntad del hombre, sino que nacieron de Dios. 
Y aquel que es la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros.
Hemos visto su gloria, gloria que le corresponde como a Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. 
Juan el Bautista dio testimonio de él, clamando:
“A éste me refería cuando dije:
‘El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes que yo‘ “. 
De su plenitud hemos recibido todos gracia sobre gracia.
Porque la ley fue dada por medio de Moisés, mientras que la gracia y la verdad vinieron por Jesucristo.
A Dios nadie le ha visto jamás.
El Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha revelado.

Reflexión:
La lectura que nos presenta hoy la liturgia, nos habla de la preexistencia del Verbo. Con ello expresa la fe de la Iglesia de que Jesús, a quien celebramos ahora por su nacimiento, es verdaderamente Dios. Esto es una cosa increíble, que poco nos detenemos a pensar, imagínate: Dios, el Eterno, el que hizo todo el universo, estuvo vestido con nuestra propia carne y habitó entre nosotros y lo podían ahora contemplar con sus propios ojos los pastores, y sobre todo, María Santísima y san José. 
No creo que podamos nosotros tener una idea de lo que sentiría María Santísima, que había recibido la noticia de que Jesús era el Verbo Eterno, y ahora lo veía como un humano; ¿Qué pasaría por su corazón y por su mente? Desafortunadamente para nosotros, los cristianos de este siglo, la fiesta de Navidad ya no es misterio, sino sólo fiesta. 
Es necesario volvernos a poner de rodillas delante del pesebre de Jesús, y como san Francisco de Asís (que fue quien instituyó el nacimiento), mientras nuestros ojos contemplan las figuras de barro o porcelana, dejemos que nuestra imaginación regrese al momento mismo del nacimiento de Jesús y que así, de rodillas, le pidamos al Espíritu Santo poder entrar de nuevo en el misterio de la Encarnación y que con su luz maravillosa nos muestre, lo fascinante de este misterio. Date tiempo hoy para tener un rato de oración y contemplación delante del Hijo Único de Dios encarnado, Jesucristo, nuestro Señor.
(Evangelización Activa).

Oración:
Señor Jesús, sé que hay muchos confundidos que anuncian cosas contrarias a la fe con una convicción tan profunda que llevan a muchos a su misma confusión. Dame la gracia de anunciar tu verdad, la única verdad, con tal convicción que ayude a mucha gente a volverse de su confusión. Amén.

Acción:
Hoy recordaré a todas aquellas personas que conozco que se separaron de la Iglesia por alguna confusión en sus mentes, o por alguna mala experiencia; oraré por ellos y me aseguraré que en adelante reciban, de parte mía, un testimonio intachable de conducta y del amor de Dios. 
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            “Nuntium Verbi Dei  
“Mensaje de la palabra de Dios”
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10:48 a.m.
El Señor dijo a Moisés: Habla en estos términos a Aarón y a sus hijos: Así bendecirán a los israelitas. Ustedes les dirán: Que el Señor te bendiga y te proteja. Que el Señor haga brillar su rostro sobre ti y te muestre su gracia. Que el Señor te descubra su rostro y te conceda la paz. Que ellos invoquen mi Nombre sobre los israelitas, y yo los bendeciré.

10:48 a.m.
El Señor tenga piedad y nos bendiga, haga brillar su rostro sobre nosotros, para que en la tierra se reconozca su dominio, y su victoria entre las naciones. Que canten de alegría las naciones, porque gobiernas a los pueblos con justicia y guías a las naciones de la tierra. ¡Que los pueblos te den gracias, Señor, que todos los pueblos te den gracias! Que Dios nos bendiga, y lo teman todos los confines de la tierra.

10:48 a.m.
Hermanos: Cuando se cumplió el tiempo establecido, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la Ley, para redimir a los que estaban sometidos a la Ley y hacernos hijos adoptivos. Y la prueba de que ustedes son hijos, es que Dios infundió en nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama a Dios llamándolo" ¡Abba!, es decir, ¡Padre! Así, ya no eres más esclavo, sino hijo, y por lo tanto, heredero por la gracia de Dios.

10:48 a.m.
Los pastores fueron rápidamente y encontraron a María, a José, y al recién nacido acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que habían oído decir sobre este niño, y todos los que los escuchaban quedaron admirados de lo que decían los pastores. Mientras tanto, María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón. Y los pastores volvieron, alabando y glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído, conforme al anuncio que habían recibido. Ocho días después, llegó el tiempo de circuncidar al niño y se le puso el nombre de Jesús, nombre que le había sido dado por el Angel antes de su concepción.

10:48 a.m.
La Virgen Inmaculada anuncia la aurora del día eterno y nos asiste como guía a lo largo del camino que todavía nos separa de él. Por esta razón, el himno litúrgico “Estrella de la mañana” es una preciosa invocación: “Concédenos, por la fe en Jesús, llegar a gozar de su presencia contigo.” Los anhelos de nuestro corazón y todos nuestros esfuerzos como cristianos tienden a este fin, como coronamiento de una vida de fe y de gracia. Ánimo, pues, hijos, no siempre andaremos en tribulación y trabajos. María “tú eres nuestra fortaleza.” O María, espejo radiante de gracia y de pureza que has disipado las tinieblas de la noche y nos has elevado a los esplendores del cielo, sé propicia a tus hijos. Dispón nuestros pensamientos para la venida del sol de justicia nacido de tus entrañas. Puerta del cielo, haz que nuestros corazones anhelen el paraíso. Espejo de justicia, conserva en nosotros el amor de la gracia divina, para que en la humildad y la alegría realicemos nuestra vocación de cristianos; que podamos gozar de la amistad del Señor en todo momento y recibir tus maternales consuelos.

Hermanos Franciscanos

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