Ártículos Más Recientes

10:52 a.m.
Admira estos hechos, despierta: sabes admirar las cosas insólitas: ¿acaso son más grandiosas que las que estás acostumbrado a ver? Los hombres se asombraron de que nuestro Señor Jesucristo diera de comer a tantos miles con sólo cinco panes (), y no se asombran de que por obra de unos pocos granos se llenen las tierras de mieses (Mt 14,19ss). Los hombres vieron que el agua se había convertido en vino y se llenaron de estupor (Jn 2,19): ¿qué otra cosa hace la lluvia por medio de la raíz de la vid? El que hizo aquello, hizo esto. (…) El Señor hizo prodigios y muchos le despreciaron (…) diciendo para sí: “Estas obras son divinas, pero él no es sino un nombre”. Tú, pues, ves dos cosas: unos hechos divinos y un hombre; pero, si lo divino sólo puede hacerlo Dios, estate atento, no sea que en el hombre se oculta Dios. Fíjate —repito— en lo que ves y cree lo que no ves. Quien te llamó a creer, no te abandonó. Aunque te ordenó creer lo que no puedes ver, no te dejó sin ver algo, a partir de lo cual puedas creer lo que no ves. ¿Acaso las criaturas mismas son signos pequeños, indicios insignificantes del creador? Vino también, hizo milagros. No podías ver a Dios, pero podías ver al hombre: Dios se hizo hombre para que en un único hombre tuvieras algo que ver y algo que creer.

10:45 a.m.
El Señor dijo a Moisés y a Aarón: Cuando aparezca en la piel de una persona una hinchazón, una erupción o una mancha lustrosa, que hacen previsible un caso de lepra, la persona será llevada al sacerdote Aarón o a uno de sus hijos, los sacerdotes, se trata de un leproso. Esa persona es impura, y el sacerdote deberá declararla como tal: tiene lepra en la cabeza. La persona afectada de lepra llevará la ropa desgarrada y los cabellos sueltos; se cubrirá hasta la boca e irá gritando: "¡Impuro, impuro!" Será impuro mientras dure su afección. Por ser impuro, vivirá apartado y su morada estará fuera del campamento.

10:45 a.m.
¡Feliz el que ha sido absuelto de su pecado y liberado de su falta! ¡Feliz el hombre a quien el Señor no le tiene en cuenta las culpas, y en cuyo espíritu no hay doblez! Pero yo reconocí mi pecado, no te escondí mi culpa, pensando: “Confesaré mis faltas al Señor”. ¡Y tú perdonaste mi culpa y mi pecado! ¡Alégrense en el Señor, regocíjense los justos! ¡Canten jubilosos los rectos de corazón!

10:45 a.m.
En resumen, sea que ustedes coman, sea que beban, o cualquier cosa que hagan, háganlo todo para la gloria de Dios. No sean motivo de escándalo ni para los judíos ni para los paganos ni tampoco para la Iglesia de Dios. Hagan como yo, que me esfuerzo por complacer a todos en todas las cosas, no buscando mi interés personal, sino el del mayor número, para que puedan salvarse. Sigan mi ejemplo, así como yo sigo el ejemplo de Cristo.

10:45 a.m.
Se acercó a Jesús un leproso para pedirle ayuda y, cayendo de rodillas, le dijo: "Si quieres, puedes purificarme". Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Lo quiero, queda purificado". En seguida la lepra desapareció y quedó purificado. Jesús lo despidió, advirtiéndole severamente: "No le digas nada a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio". Sin embargo, apenas se fue, empezó a proclamarlo a todo el mundo, divulgando lo sucedido, de tal manera que Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que debía quedarse afuera, en lugares desiertos. Y acudían a él de todas partes.

10:45 a.m.
Cada día el Señor purifica el alma de quien se lo suplica, lo adora i proclama con fe estas palabras: “Señor, si quieres, me puedes purificar.” (Mc 1,40ss), sin mirar la cantidad de sus faltas. “Porque él que cree con todo corazón queda justificado”(cf Rm 10,10). Debemos dirigir a Dios nuestras peticiones con toda confianza, sin dudar para nada de su poder... Esta es la razón porque el Señor responde al instante a la petición del leproso que le suplica y le dice: “Quiero, queda limpio” (Mc 1,41). Porque, a poco que el pecador se ponga a orar con fe, la mano del Señor se pone a cuidar la lepra de su alma... Este leproso nos da un buen consejo acerca de la manera de orar. No pone en duda la voluntad del Señor, como si rehusara creer en su bondad. Sino que, consciente de la gravedad de sus faltas, no quiere presumir de esta voluntad. Diciendo que si el Señor quiere purificarlo, afirma que este poder pertenece al Señor, al mismo tiempo que confiesa su fe... Si la fe es débil se tiene que fortalecer primero. Sólo entonces revelará todo su poder para obtener de Dios la curación del alma y del cuerpo. El apóstol Pedro habla de esta fe, sin duda alguna, cuando dice: “Purificó sus corazones por medio de la fe” (Hch 15,9)... La fe pura, vivida en el amor, mantenida por la perseverancia, paciente en la espera, humilde en la confesión, firme en la confianza, respetuosa en la oración, llena de sabiduría en lo que pide, escuchará con certeza en toda circunstancia esta palabra del Señor: “Quiero.”

Hermanos Franciscanos

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