domingo 14 Marzo 2021 : Commentary Sermón atribuido a San Efrén

11:26 a.m.


Cuando el pueblo pecó en el desierto (Nm 21,5s), Moisés, que era profeta, ordenó a los israelitas poner una serpiente sobre una cruz, es decir, dar muerte al pecado, y levantarla... Era preciso mirar a esta serpiente, puesto que los hijos de Israel fueron castigos con mordeduras de serpiente. ¿Y por qué unas serpientes? Porque habían renovado la conducta de nuestros primeros padres. Adán y Eva habían pecado los dos al comer el fruto del árbol; los israelitas habían murmurado también por una cuestión de comida. Proferir palabras de lamento porque hay que comer legumbres, es el colmo de la murmuración. Por eso dice el salmo: «En el desierto se revelaron contra el Altísimo» (Sl 77, 17). Ahora bien, también en el paraíso la serpiente estuvo en el origen de la murmuración... Así los hijos de Israel debían aprender que la misma serpiente que había tramado la muerte de Adán, les había procurado también a ellos, la muerte. Moisés la colgó de un madero para que, viéndola, por la similitud, se acordaran del árbol. En efecto, los que volvían sus ojos hacia él eran salvados, ciertamente que no gracias a la serpiente, sino por su conversión. Miraban la serpiente y se acordaban de su pecado. Porque les había mordido, se arrepentían una vez más y se salvaban. Su conversión transformaba el desierto en morada de Dios; el pueblo pecador, por la penitencia, se volvió una asamblea eclesial, y mejor aún, a pesar de él, adoraban la cruz.
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