
En la noche del 20 de abril, Sábado Santo, el Pontífice preside la Vigilia Pascual en una Basílica de San Pedro envuelta en silencio y reflexión y asegura durante su homilía que al contrario que aquellas mujeres que llevaron los aromas a la tumba y temieron que el viaje fuera en vano – pues una gran piedra sellaba la entrada al sepulcro – nosotros hoy, en cambio, “descubrimos que nuestro camino no es en vano y que no termina delante de una piedra funeraria”.
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