
Escucha, Señor, mi justa demanda, atiende a mi clamor; presta oído a mi plegaria, porque en mis labios no hay falsedad. Y mis pies se mantuvieron firmes en los caminos señalados: ¡mis pasos nunca se apartaron de tus huellas! Yo te invoco, Dios mío, porque tú me respondes: inclina tu oído hacia mí y escucha mis palabras. Guárdame como a la niña de tus ojos, escóndeme a la sombra de tus alas, Pero yo, por tu justicia, contemplaré tu rostro, y al despertar, me saciaré de tu presencia.
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