miércoles 4 Mayo 2016 : Commentary San Antonio de Padua

11:34 a.m.
El Espíritu Santo, el Paráclito, el Defensor, es aquel que el Padre y el Hijo envían al alma de los justos como un aliento de vida. Por él que somos santificados y merecemos ser santos. El aliento humano es la vida del cuerpo; el aliento divino es la vida de los espíritus. El aliento humano nos hace sensibles; el aliento divino nos hace santos. Este Espíritu es Santo, porque sin él ningún espíritu, ni angélico ni humano, puede ser santo. “El Padre, dice Jesús, os lo enviará en mi nombre” (Jn 14,26), es decir, en mi gloria, para manifestar mi gloria; y también, porque él tiene el mismo nombre que el Hijo: es Dios. “Me glorificará” porque os convertirá en espirituales, y os hará comprender que el Hijo es igual al Padre y no sólo hombre como vosotros lo veis, y porque os quitará vuestro temor y os hará anunciar mi gloria al mundo entero. Por eso, mi gloria, es la salvación de los hombres. “Os enseñará todas las cosas”. “Hijos de Sión, dice el profeta Joel, alegraos, porque el Señor vuestro Dios os ha dado a aquel que enseña la justicia (2,23 Vulg), que os enseñará todo lo que se refiere a la salvación.
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