Mi alma se consume de deseos por los atrios del Señor; mi corazón y mi carne claman ansiosos por el Dios viviente. Hasta el gorrión encontró una casa, y la golondrina tiene un nido donde poner sus pichones, junto a tus altares, Señor del universo, mi Rey y mi Dios. ¡Felices los que habitan en tu Casa y te alaban sin cesar! Dichosos los hombres cuya fuerza eres tú y que gustan de subir hasta ti. pasan por las murallas una a una, hasta presentarse a Dios en Sión. Vale más un día en tus atrios que mil en otra parte; yo prefiero el umbral de la Casa de mi Dios antes que vivir entre malvados.
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