El que “ilumina a todo hombre viniendo al mundo” (Jn 1,9) es el verdadero espejo del Padre. Cristo pasa en cuanto es espejo del Padre (Hb 1,3) y deja lejos la ceguera de los ojos de los que no ven. Cristo, que viene del cielo, pasa, a fin de que toda carne le vea…; El ciego, por sí solo, no podía ver a Cristo, espejo del Padre… Cristo abrió los ojos del ciego y en Cristo vio el espejo del Padre... El primer hombre fue creado luminoso, y se encontró ciego cuando hizo caso a la serpiente: este ciego se puso en condiciones de renacer cuando creyó… El ciego de nacimiento se quedó sentado… sin reclamarle a ningún médico una pomada para curar sus ojos… El artesano del universo viene y refleja en el espejo la imagen. Ve la miseria del ciego sentado allí y pidiendo limosna. ¡Qué milagro de la fuerza de Dios! Cura lo que ve, ilumina lo que visita… El que creó el globo terrestre, ahora abrió los globos de los ojos del ciego… El alfarero que nos hizo (Gn 2,6; Is 64,7) vio estos ojos vacíos; los tocó mezclando su saliva con tierra y aplicando este lodo, formó los ojos del ciego… El hombre está formado por arcilla, la pomada de lodo…; La materia que primero había servido para formar los ojos luego los curó. Cuál es el prodigio más grande: ¿crear el globo del sol o recrear los ojos del ciego de nacimiento? El Señor, sobre su trono, hizo brillar el sol; recorriendo las plazas públicas de la tierra, permitió al ciego ver. La luz vino sin haber sido pedida, y sin súplica el ciego fue liberado de su imperfección de nacimiento. March 28, 2014 at 05:00PM
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