Ártículos Más Recientes

11:26 a.m.


Cuando me habló, un espíritu entró en mí y me hizo permanecer de pie, y yo escuché al que me hablaba. El me dijo: Hijo de hombre, yo te envío a los israelitas, a un pueblo de rebeldes que se han rebelado contra mí; ellos y sus padres se han sublevado contra mí hasta el día de hoy. Son hombres obstinados y de corazón endurecido aquellos a los que yo te envío, para que les digas: "Así habla el Señor ". Y sea que escuchen o se nieguen a hacerlo -porque son un pueblo rebelde- sabrán que hay un profeta en medio de ellos.

11:26 a.m.


Levanto mis ojos hacia ti, que habitas en el cielo. Como los ojos de los siervos se fijan en la mano de su dueño, como miran los ojos de una esclava la mano de su dueña, así miran nuestros ojos al Señor, nuestro Dios, ¿cuándo tendrá piedad de nosotros? Como los ojos de los siervos se fijan en la mano de su dueño, como miran los ojos de una esclava la mano de su dueña, así miran nuestros ojos al Señor, nuestro Dios, ¿cuándo tendrá piedad de nosotros? ¡Ten piedad, Señor, ten piedad de nosotros, porque estamos hartos de desprecios! Nuestra alma está saturada de la burla de los arrogantes, del desprecio de los orgullosos.

11:26 a.m.


Y para que la grandeza de las revelaciones no me envanezca, tengo una espina clavada en mi carne, un ángel de Satanás que me hiere. Tres veces pedí al Señor que me librara, pero él me respondió: "Te basta mi gracia, porque mi poder triunfa en la debilidad". Más bien, me gloriaré de todo corazón en mi debilidad, para que resida en mí el poder de Cristo. Por eso, me complazco en mis debilidades, en los oprobios, en las privaciones, en las persecuciones y en las angustias soportadas por amor de Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.

11:26 a.m.


Jesús salió de allí y se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba estaba asombrada y decía: "¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos? ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?". Y Jesús era para ellos un motivo de tropiezo. Por eso les dijo: "Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa". Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de curar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos. Y él se asombraba de su falta de fe. Jesús recorría las poblaciones de los alrededores, enseñando a la gente.

11:26 a.m.


Cada vez que vuelvo de nuevo sobre el gran misterio de la vida escondida y humilde de Jesús durante sus primeros treinta años, mi espíritu se siente más confundido y no encuentro las palabras. ¡Ah! es la misma evidencia: frente a una lección tan luminosa, no sólo los juicios del mundo sino los juicios y las formas de pensar de muchos eclesiásticos parecen completamente falsos y, verdaderamente, opuestos. Por mi parte, confieso no haber llegado todavía a hacerme una idea. Según lo que me conozco me parece que sólo poseo la apariencia de humildad, pero no su verdadero espíritu, que no conozco más que de nombre este  «amor a pasar desapercibido» de Jesucristo en Nazaret; no lo conozco más que de nombre. ¡Y decir que Jesús ha pasado treinta años de vida escondida, y que era Dios, y que era «el esplendor de la sustancia del Padre» (He 1,3), y que vino para salvar al mundo, y que ha hecho todo esto tan sólo para enseñarnos cuan necesaria es la humildad y como es preciso practicarla! Y yo, que soy un tan grande y miserable pecador, no pienso más que en complacerme en mí mismo, en complacerme en éxitos que me valen un poco de honor terrestre; no puedo ni tan sólo concebir el pensamiento más santo sin que se deslice la preocupación por mi reputación cerca de los otros... A fin de cuentas no me sé acostumbrar, si no es con un esfuerzo muy grande, a esta idea de pasar, verdaderamente, desapercibido tal como Jesús la ha practicado y tal como me la ha enseñado.

11:26 a.m.


Hermanos: Ustedes ya no son extranjeros ni huéspedes, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios. Ustedes están edificados sobre los apóstoles y los profetas, que son los cimientos, mientras que la piedra angular es el mismo Jesucristo. En él, todo el edificio, bien trabado, va creciendo para constituir un templo santo en el Señor. En él, también ustedes son incorporados al edificio, para llegar a ser una morada de Dios en el Espíritu.

Hermanos Franciscanos

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