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10:48 a.m.
"Yo soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero me he criado en esta ciudad y he sido iniciado a los pies de Gamaliel en la estricta observancia de la Ley de nuestros padres. Estaba lleno de celo por Dios, como ustedes lo están ahora. Perseguí a muerte a los que seguían este Camino, llevando encadenados a la prisión a hombres y mujeres; el Sumo Sacerdote y el Consejo de los ancianos son testigos de esto. Ellos mismos me dieron cartas para los hermanos de Damasco, y yo me dirigí allá con el propósito de traer encadenados a Jerusalén a los que encontrara en esa ciudad, para que fueran castigados. En el camino y al acercarme a Damasco, hacia el mediodía, una intensa luz que venía del cielo brilló de pronto a mi alrededor. Caí en tierra y oí una voz que me decía: 'Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?'. Le respondí: '¿Quién eres, Señor?', y la voz me dijo: 'Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues'. Los que me acompañaban vieron la luz, pero no oyeron la voz del que me hablaba. Yo le pregunté: '¿Qué debo hacer, Señor?'. El Señor me dijo: 'Levántate y ve a Damasco donde se te dirá lo que debes hacer'. Pero como yo no podía ver, a causa del resplandor de esa luz, los que me acompañaban me llevaron de la mano hasta Damasco. Un hombre llamado Ananías, fiel cumplidor de la Ley, que gozaba de gran prestigio entre los judíos del lugar, vino a verme y, acercándose a mí, me dijo: 'Hermano Saulo, recobra la vista'. Y en ese mismo instante, pude verlo. El siguió diciendo: 'El Dios de nuestros padres te ha destinado para conocer su voluntad, para ver al Justo y escuchar su Palabra, porque tú darás testimonio ante todos los hombres de lo que has visto y oído. Y ahora, ¿qué esperas? Levántate, recibe el bautismo y purifícate de tus pecados, invocando su Nombre'.

10:48 a.m.
Entonces les dijo: "Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación." El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará. Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán".

10:48 a.m.
Es preciso que conservemos siempre en nuestro espíritu cómo todos los hombres están rodeados de tantos testigos del mismo amor de Dios. Si su justicia hubiera precedido a la penitencia, el universo hubiera sido aniquilado. Si Dios hubiera sido pronto al castigo, la Iglesia no hubiera conocido al apóstol Pablo; no hubiera recibido a un tal hombre en su seno. Es la misericordia de Dios la que transforma al perseguidor en apóstol; es ella la que cambia al lobo en pastor, y que hace de un publicano un evangelista (Mt 9,9). Es la misericordia de Dios la que, conmovida por nuestra suerte, nos ha transformado; es ella la que nos ha convertido. Es viendo al comilón de ayer ponerse hoy a ayunar, al blasfemador de antaño hablar de Dios con respeto, al innoble de otras veces no abrir su boca si no es para alabar a Dios, que se puede admirar esta misericordia del Señor. Sí, hermanos, si Dios es bueno con todos los hombres, lo es particularmente con los pecadores. ¿Queréis vosotros mismos escuchar una cosa extraña desde el punto de vista de nuestras costumbres, pero una cosa verdadera desde el punto de vista de la piedad? Escuchad: Mientras que Dios se muestra exigente con los justos, con los pecadores no tiene más que clemencia y dulzura. ¡Qué rigor para con el justo! ¡Qué indulgencia para con el pecador! Esta es la novedad, el trastrueque que nos ofrece la conducta de Dios... Y ved porque: asustar al pecador, sobre todo al pecador obstinado, no serviría más que para privarle de toda confianza, hundirle en el desespero; halagar al justo, sería debilitar el vigor de su virtud, hacer que se relaje en su celo: ¡Dios es infinitamente bueno! Su temor es la salvaguarda del justo, y su clemencia hace regresar al pecador.

11:48 p.m.

Por: P. Sergio A. Córdova | Fuente: Catholic.net

Del santo Evangelio según san Lucas 1, 1-4. 4, 14-21
Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la historia de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas, tal como nos lo enseñaron los que desde el principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra, me ha parecido también a mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo, para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido.Y Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea, y se difundió su fama por toda la tierra de alrededor. Y enseñaba en las sinagogas de ellos, y era glorificado por todos. Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer. Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres, me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón, a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, a predicar el año de gracia del Señor. Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros.

Oración introductoria
Señor, en Cristo te has hecho presente en nuestra historia, por eso es relativamente fácil tener el deseo de seguirte, pero qué difícil es continuar con entusiasmo cuando se empiezan a experimentar las exigencias de tu seguimiento. Para perseverar en la fidelidad necesito de tu gracia, te la pido en esta oración.

Petición
Señor, ayúdame a tomar cada día como una oportunidad para crecer en el amor, en la imitación, en el seguimiento de tu Hijo Jesucristo.

Meditación del Papa Francisco

Comúnmente se habla del sacramento de la “Confirmación”, palabra que significa "unción". Y, de hecho, a través del aceite llamado "sagrado Crisma", somos conformados, en la potencia del Espíritu, a Jesucristo, el cual es el único y verdadero "ungido", el "Mesías", el Santo de Dios. Hemos escuchado en el Evangelio como Jesús lo lee en Isaías. Es el ungido. Soy enviado y estoy ungido para esta misión.

El término "Confirmación" nos recuerda que este Sacramento aporta un crecimiento de la gracia bautismal: nos une más firmemente a Cristo; lleva a cumplimiento nuestro vínculo con la Iglesia; nos da una especial fuerza del Espíritu Santo para difundir y defender la fe, para confesar el nombre de Cristo y para no avergonzarnos nunca de su cruz. Y por eso es importante ocuparse de que nuestros niños y nuestros jóvenes reciban este sacramento. Todos nosotros nos ocupamos de que sean bautizados y esto es bueno, pero, quizás, no le damos tanta importancia a que reciban la Confirmación. ¡Se quedan a mitad camino y no reciben el Espíritu Santo! Que es tan importante para la vida cristiana, porque nos da la fuerza para seguir adelante.  (Homilía de S.S. Francisco, 29 de enero de 2014).

Reflexión
El evangelio de hoy tiene algo de "mágico" y de seductor. Mejor diré, de "místico", de histórico y de poético a la vez. Trataré de explicarme.

Creo que a todos nos gusta remontarnos a nuestras propias “raíces”: recordar nuestra infancia, o que nuestros padres nos narren anécdotas y aventuras de cuando éramos pequeños. A quienes tienen un cierto aire de romanticismo, les fascina saber cómo, cuándo, dónde y en qué circunstancias se conocieron sus papás, cómo se enamoraron, cómo fue su noviazgo, su matrimonio, su luna de miel y cómo fueron llegando los hijos.

Más aún, a los que son más curiosos por naturaleza o tienen cierta vena poética, les encanta saber cómo eran sus papás de chiquitos, y piden a los abuelos que les cuenten de esas historias como para poder juguetear y reír con ellos cuando eran todavía infantes. Y, si se puede ir todavía más lejos -conocer la vida de los abuelos, de los bisabuelos, de la tierra natal, las costumbres de entonces, etc.- tanto mejor. Todo este mundo queda como envuelto por una atmósfera intimista y llena del calor familiar. Por eso alguien ha dicho que "recordar es como volver a revivir el pasado".

Pues, sin temor a exagerar, yo creo que esto es lo que Lucas logra con sus narraciones. Nadie mejor que él nos transmite algunos hechos entrañables sobre la infancia de Jesús -sin duda, recuerdos y narraciones recogidas directamente de los labios de la Madre, la Santísima Virgen María-. Todavía hoy, a distancia de dos mil años, tienen toda esa frescura, ese candor y esa fragancia encantadora que brotan del corazón de una madre. Y, aunque en el pasaje de hoy no encontramos nada expresamente sobre la infancia del Salvador, con un poco de intuición podemos trasladarnos, de la mano del evangelista, a aquellos años maravillosos de la niñez y adolescencia de Jesús, y llegar con el espíritu hasta su pueblo natal.

"Fue Jesús a Nazaret, donde se había criado –nos cuenta Lucas- entró en la sinagoga, como era su costumbre los días de sábado, y se puso en pie para hacer la lectura”. Es sabido que este "médico de almas" escribió su evangelio hacia el año 65 ó 70 de nuestra era. Eso significa que nos está relatando una historia ya pasada, pero muy entrañable para él y para la entera comunidad cristiana de los inicios. ¡Había que conservar por escrito el tesoro de esos recuerdos tan valiosos para que sirvieran de enseñanza a las futuras generaciones de cristianos! Pero, además, el evangelista está evocando algo que había sucedido veinte o veinticinco años atrás, cuando Jesús era todavía niño o adolescente, y María lo acompañaba a la "escuela" -a la casa del rabino o a la sinagoga— para que aprendiera a leer y a comprender las Escrituras, como todo israelita piadoso. ¡Qué sabroso imaginar al Jesús adolescente, al lado de su Madre, yendo a la sinagoga, allá en Nazaret, en su pueblo natal!

Bueno, pues llegado el momento de su vida pública, vuelve Jesús al lugar donde se había criado, y vuelve a hacer la lectura, como seguramente ya lo habría hecho cantidad de veces durante su vida. Y tal vez también su Madre acudiría, santamente orgullosa -como cualquier madre-, a escuchar a su Hijo a hacer la lectura y la explicación del texto sagrado. "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque Él me ha ungido -comenzó a leer con voz clara y sonora-. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; para dar la libertad a los oprimidos; para anunciar un año de gracia del Señor".

Palabras solemnes del profeta Isaías, promesas de Yahvé a su pueblo. Nos hablan de la llegada de un Redentor, del Mesías ungido por el Espíritu del Señor y de su misión: la liberación de Israel. ¿Podemos imaginar la profunda conmoción interior que experimentaría Jesús en su alma? ¡Estas Escrituras se referían a Él, por supuesto, y estaban para cumplirse en esos precisos momentos!... Jesús se sentó. Breves instantes de meditación personal. Sin duda ponderaba muy bien la solemnidad y la trascendencia histórica del momento. "Todo el mundo tenía los ojos fijos en Él" -nos refiere el evangelista—. Y enseguida comenzó a hablarles: "HOY se cumple esta Escritura que acabáis de oír". ¡Nadie mejor que Él podía explicar estas profecías y nunca mejor que entonces se aplicaban al pie de la letra!.. "HOY”, hoy se cumplen las promesas de Yahvé.

Pues también en el "hoy" de nuestra vida de cada día, a través de la Iglesia y de los sacramentos, se cumplen esas promesas de salvación. Es en los sacramentos y en la liturgia sagrada -la oración "pública y oficial" de la Iglesia— en donde esa maravillosa historia pasada se hace "eternamente presente". En cada Santa Misa, en cada confesión, en cada Eucaristía, en la celebración de la liturgia se "actualiza" nuestra Redención. No son simples recuerdos o evocaciones de nuestra memoria o de nuestra fantasía, sino acontecimientos que vuelven a revivirse y a realizarse en el tiempo como si estuviesen sucediendo en el momento presente. Dios es eterno y para Él no hay tiempo ni distancias. Para Él existe sólo el "HOY".

Propósito
¡Ojalá que nuestra fe y nuestro amor nos ayuden a alcanzar los frutos benditos de la Redención que Cristo nos adquirió con su Pasión, muerte y resurrección, y que se actualizan en los sacramentos! Si sabemos aprovechar esas gracias, también hoy nos llega a nosotros la salvación de Jesucristo.

Diálogo con Cristo
Señor, me has dado muchos medios para conocerte: tu Palabra en la Escritura, los sacramentos, el buen ejemplo de otros cristianos; gracias por ayudarme a buscarte con fe, esperanza y amor. Dame la gracia de seguirte con sinceridad y transparencia para cumplir la misión que me has encomendado.
 

Preguntas o comentarios al autor   P. Sergio Cordova LC


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