Ártículos Más Recientes

11:04 a.m.
Hermanos: Me sorprende que ustedes abandonen tan pronto al que los llamó por la gracia de Cristo, para seguir otro evangelio. No es que haya otro, sino que hay gente que los está perturbando y quiere alterar el Evangelio de Cristo. Pero si nosotros mismos o un ángel del cielo les anuncia un evangelio distinto del que les hemos anunciado, ¡que sea expulsado! Ya se lo dijimos antes, y ahora les vuelvo a repetir: el que les predique un evangelio distinto del que ustedes han recibido, ¡que sea expulsado! ¿Acaso yo busco la aprobación de los hombres o la de Dios? ¿Piensan que quiero congraciarme con los hombres? Si quisiera quedar bien con los hombres, no sería servidor de Cristo. Quiero que sepan, hermanos, que la Buena Noticia que les prediqué no es cosa de los hombres, porque yo no la recibí ni aprendí de ningún hombre, sino por revelación de Jesucristo.

11:04 a.m.
Doy gracias al Señor de todo corazón, en la reunión y en la asamblea de los justos. Grandes son las obras del Señor: los que las aman desean comprenderlas. Las obras de sus manos son verdad y justicia; todos sus preceptos son indefectibles: están afianzados para siempre y establecidos con lealtad y rectitud. El envió la redención a su pueblo, promulgó su alianza para siempre: Su Nombre es santo y temible. El principio del saber es temer al Señor, es sabio de verdad el que así vive, su alabanza perdura para siempre.

11:04 a.m.
Un doctor de la Ley se levantó y le preguntó para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?". Jesús le preguntó a su vez: "¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?". El le respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo". "Has respondido exactamente, le dijo Jesús; obra así y alcanzarás la vida". Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta: "¿Y quién es mi prójimo?". Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: "Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo. También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino. Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió. Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: 'Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver'. ¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?". "El que tuvo compasión de él", le respondió el doctor. Y Jesús le dijo: "Ve, y procede tú de la misma manera".

11:04 a.m.
Según un texto antiguo que interpreta la parábola del buen Samaritano, el hombre que bajaba de Jerusalén a Jericó representa a Adán, Jerusalén el paraíso, Jericó el mundo, los bandidos las fuerzas hostiles, el sacerdote la Ley, el levita los profetas, el Samaritano a Cristo. Por otro lado, las heridas simbolizan la desobediencia, la cabalgadura el cuerpo del Señor... y la promesa del regreso hecha por el Samaritano, según éste intérprete, prefigura la segunda venida de Cristo... Este Samaritano carga con nuestros pecados (cf Mt 8,17) y sufre por nosotros. Carga con un moribundo y lo lleva a una posada, es decir, a la Iglesia. Ésta está abierta a todos, no rechaza dar su ayuda a nadie y Jesús invita a todos: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré» (Mt 11,28). El Samaritano, después de haber llevado a la posada al herido, no se marcha inmediatamente, sino que permanece todo el día en la posad, cerca del moribundo. Cura sus heridas no tan sólo de día, sino durante la noche, rodeándolo de toda clase de atentos cuidados... Verdaderamente, este guardián de las almas se mostró mucho más cercano y cuidadoso de los hombres que la Ley y los profetas «dando pruebas de bondad» hacia aquel que «cayó en manos de unos bandidos» y «se portó como prójimo» mucho más en actos que en palabras.

11:41 p.m.

Del santo Evangelio según san Mateo, 21, 33-43

En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud de los judíos y a los sumos sacerdotes esta parábola: Era un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores y se ausentó. Cuando llegó el tiempo de los frutos, envió sus siervos a los labradores para recibir sus frutos. Pero los labradores agarraron a los siervos, y a uno le golpearon, a otro le mataron, a otro le apedrearon. De nuevo envió otros siervos en mayor número que los primeros; pero los trataron de la misma manera. Finalmente les envió a su hijo, diciendo: "A mi hijo le respetarán." Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron entre sí: "Este es el heredero. Vamos, matémosle y quedémonos con su herencia." Y agarrándole, le echaron fuera de la viña y le mataron. Cuando venga, pues, el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?

Le dicen: A esos miserables les dará una muerte miserable arrendará la viña a otros labradores, que le paguen los frutos a su tiempo. Y Jesús les dice: ¿No habéis leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos? Por eso os digo: Se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos. Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que estaba refiriéndose a ellos. Y trataban de detenerle, pero tuvieron miedo a la gente porque le tenían por profeta.


Oración preparatoria


Señor, mi oración sería diferente si tuviera una conciencia más clara de con Quién pretendo dialogar. No merezco tu amor porque no he sabido corresponderte, pero hoy todo puede cambiar por tu inmensa misericordia. Aquí estoy humildemente a tus pies, esperando la gracia de poder experimentar tu presencia.


Petición


Dios mío, sé Tú el gran protagonista en mi vida, la única seguridad en mi existencia, que todo dependa de tu voluntad y no de mis necios caprichos.


Meditación del Papa Francisco


La parábola, sin embargo, nos habla de otra figura, de los que quieren tomar posesión de la viña y han perdido la relación con el Dueño de la viña. Un Dueño que nos ha llamado con amor, nos protege, pero luego nos da la libertad. Estas personas sienten que son fuertes, se sienten autónomos ante Dios.

Éstos, lentamente, se mueven en esa autonomía, la autonomía en su relación con Dios: “No necesitamos de aquel Dueño, ¡Que no venga a molestarnos!” Y seguimos adelante con esto. ¡Estos son los corruptos! Los que eran pecadores como todos nosotros, pero que han dado un paso hacia adelante, como si se hubieran consolidado en su pecado: ¡no necesitan a Dios! Esto parece, porque en su código genético tienen esta relación con Dios. Y como aquello no se puede negar, hacen un dios especial: ellos mismos son dios. Son corruptos.

Esto es un peligro también para nosotros. En las comunidades cristianas los corruptos solo piensan en su propio grupo. (Cf. S.S. Francisco, 3 de junio de 2013, homilía en Santa Marta)


Reflexión


La parábola de hoy nos deja atónitos. El dueño del campo plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó en ella un lagar, edificó una torre y por último la arrendó a unos viñadores para que la trabajasen. Es aquí donde empieza lo inaudito porque uno a uno los viñadores mataron a los servidores que envió el propietario.


El propietario podía haber enviado la guardia de la ciudad, sin embargo después de mandar a varios de sus siervos envía a su hijo único. ¿Dónde está la prudencia de esta actitud? ¿Dónde está escrito que en caso de que el heredero fuese asesinado el asesino heredaría los bienes del propietario?


Cualquier persona con un poco de justicia diría que Jesús tomó una actitud un poco insensata. Sin embargo, Cristo estaba contando su propia historia a los fariseos. ¿Por qué justamente a los fariseos? Porque quería salvarlos, porque ninguno puede burlarse de Dios cuya bondad y justicia son infinitas.


Sin embargo, esa viña también podemos ser tú y yo: tantos dones que hemos recibido de parte de Dios con tanto amor y delicadeza, y que, tal vez, no hemos respondido siempre a esos cuidados del Viñador celestial. Es más, quizá no le hayamos dado frutos buenos, sino sólo uvas amargas y podridas. Cristo está esperando que también nosotros “le demos los frutos a su tiempo”. ¿Qué frutos has dado a Dios hasta el día de hoy en tu vida? ¿Eres tú uno de esos viñadores homicidas que rechazan a Cristo con su rebeldía, incredulidad o indiferencia? Ojalá que no.


Cristo es la piedra angular de la historia. Y el reino de los cielos que Cristo ha conquistado con su muerte por amor a nosotros se entregará sólo a esos que han sabido dar en el momento oportuno los frutos de la viña al propietario. Cristo por tanto debe ser la piedra angular de nuestra vida. No podemos permanecer indiferentes ante las exigencias de esta parábola: o entregamos los frutos al propietario de la viña cuando él nos los pida o no se nos entregará nada a cambio. No existe una tercera posibilidad. ¿Estaríamos preparados si Cristo nos pidiera cuentas en este momento?


Propósito


Agradecer tantos dones que hemos recibido de parte de Dios con tanto amor y delicadeza, y responder con obras a esos cuidados del Padre.



Hermanos Franciscanos

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